Agradecer 22 DIC 1

Agradecer

Por lo menos, intentarlo.
Por lo menos intentar agradecer. Antes de cualquier otro diálogo interior y pensamiento, intentar agradecer siempre. Aunque sin razón, aunque con motivos adversos, aunque con todos los motivos adversos. Intentar agradecer siempre, por la lluvia y por el sol, por los eventos agradables y aquellos menos agradables. Agradecer siempre, porque nosotros leemos lo que nos ocurre en la vida, calculando la vida desde el nacimiento hasta la muerte, Dios, en cambio, la mira y la ve desde el nacimiento hasta la eternidad.
Intentar agradecer siempre, por los amigos y de la misma manera por los enemigos, por los días felices y por los días de derrota en todos los frentes. Agradecer a priori, así como se respira a priori, incluso en seguida después de un accidente de carretera del cual se sale vivos. A priori se respira durante una subida e incluso mientras se nada, quizás a duras penas, pero se respira. Tumbado en un sillón o de prisa a correr tras el tren, de todas formas se respira. Ritmos distintos, modos diferentes pero se respira siempre, de otra manera se muere. Respirar suministra oxígeno al cuerpo y al cerebro. Agradecer suministra oxígeno al espíritu y al corazón. Tu corazón lo sabe bien, la circulación sanguínea también lo sabe. Los sentimientos de culpa no predisponen al agradecimiento, juzgar no predispone al agradecer. Perdonar predispone al agradecimiento, pedir perdón predispone al agradecer.
Por lo menos, intentarlo. En todo caso se respira. Agradecer es el respiro del alma.
María, nuestra dulcísima Grande Madre, ha transformado su purísimo agradecer en un canto para lo cotidiano de toda la iglesia, porque agradecer es ya cantar, siempre.