Desproporción GIO 8 PASQUA 1

Desproporción

Los discípulos, encerrados en el cenáculo, discuten acaloradamente entre ellos sobre los hechos ocurridos, y no están para nada asustados por las tonterías ilógicas que dicen, no están para nada dudosos de sus razonamientos delirantes, fruto de una falta total de fe y de confianza en Jesús. Los discípulos no están impresionados por la estupidez de sus discursos negativos y tristes, no están sorprendidos por la rabia demoledora de su corazón que no ha aceptado la ignominiosa cruz del Maestro. Pero cuando llega Jesús y se muestra a ellos en todo su dulce cariño, los abraza y les habla en total paz y tranquilidad, entonces sí que se asustan a muerte, se asombran, lo creen un fantasma, están llenos de dudas. Cuando llega Jesús entonces sí que se vuelven exigentes investigadores, agudas mentes especulativas, diligentes escrutadores, inamovibles inquisidores, imparciales examinadores.
En los parlamentos, en la bolsa, en la cultura, por las calles, en la moda, en el deporte, en las administraciones, en la justicia uno es condescendiente hasta la estupidez, hasta el absurdo, pero dentro de las páginas del evangelio y dentro de los muros del cenáculo, ante Jesús, somos investigadores implacables, exigentes hasta la paranoia, hasta la falta de respeto. Es una desproporción ilógica y sospechosa.
Jesús por suerte conoce perfectamente la razón de esta desproporción: es la ignorancia que siembra estupidez. Jesús propone inmediatamente su terapia, su antídoto: Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras. Abrir la inteligencia del hombre a la comprensión de la Escritura, de los procedimientos divinos, para vivir la vida y las elecciones de cada día, es el antídoto contra la ignorancia y la estupidez.