No es Jesús que derriba... sino el hombre ha derribado 3 DOM QUAR B

No es Jesús que derriba... sino el hombre ha derribado

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio».
El templo es el símbolo de la espiritualidad y es denominado por Jesús como: Casa de mi Padre. El templo no es importante por las piedras de las cuales está hecho, sino por aquello que sucede dentro: el pueblo de Dios encuentra, en la oración y en la alabanza, a su Creador. En el templo, el pueblo se encuentra y se reconoce también como comunidad creyente y que obra en la justicia y en la solidaridad. El templo representa también a Jesús mismo, el Hijo de Dios, que ha venido entre nosotros, a esta tierra, para reestablecer una nueva alianza con la humanidad. Jesús es el “lugar” divino donde la humanidad puede reencontrar a Dios y a las vías de la espiritualidad y de la fe. Es Jesús mismo que se identifica a sí mismo con el templo: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar» (Juan 2,19). El templo representa también el corazón y el alma del hombre, que es la casa de Dios, donde Dios desea habitar.
He aquí porque Jesús casi se enfurece contra el sacrilegio y el desprecio cumplidos en el templo. He aquí porque derriba las mesas de los cambistas y de los vendedores.
En verdad no es Jesús que derriba, Jesús desea traer nuevamente la Verdad que ha sido derribada para aventajar una situación de confusión y engaño total del hombre. Es el hombre que ha derribado el verdadero sentido de las cosas, que ha derribado el valor de las realidades espirituales y terrenas. No es Jesús que se vuelve violento enlazando un látigo y arremetiéndose contra esta podredumbre, la verdadera violencia es del hombre que ha transformado incluso las cosas más sagradas, preciosas y divinas en una pocilga de intereses económicos y políticos.
El hombre ha derribado y ha volcado el sentido de la espiritualidad y de la fe, ha instrumentalizado la necesidad de Dios y de los valores espirituales, para propósitos económicos y de control político. La casa del Padre se ha vuelto la casa de los patrones, de los poderosos y del dinero.
Jesús mismo ha sido derribado en su propuesta y en su divinidad. El evangelio es utilizado para cubrir intereses y objetivos humanos, tradiciones y costumbres humanas, sistemas educativos y valores ficticios que nada tienen que ver con el evangelio. El evangelio mismo es presentado a veces de una manera gris e infeliz, como una propuesta teórica y lejana de la vida cotidiana de la gente. El hombre ha derribado el valor del ánimo humano y la potencia del espíritu. Los ha transformado en un tugurio de intereses y placeres superficiales, sin alegría ni paz.