En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 11 Febrero 2019

Quinta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 6,53-56

Reconocer

Jesús atraviesa el Mar de Galilea – llamado también lago de Tiberíades o de Genesaret o de Kineret – y desembarca en Genesaret, una tierra situada a 200 metros bajo el nivel del mar. En Genesaret el aire, el agua, la temperatura totalmente inocua para los habitantes lugareños son perjudiciales para los extranjeros y fuente de grave deterioro físico y enfermedades. Genesaret además es una tierra bajo el control directo de los romanos que aquí tienen un extenso campamento militar permanente, una especie de cuartel general de adiestramiento de las guarniciones. Por eso Jesús en esta tierra puede predicar y realizar curaciones al seguro del control y de las molestias de los poderosos sacerdotes del templo de Jerusalén y suficientemente lejos de las zarpas militares de Herodes. Aquí Jesús puede cumplir curaciones de todo tipo sobre miles de personas en cada plaza o playa, mientras que en la otra orilla del lago este mismo Jesús es considerado un borrachín, comilón, conocedor de prostitutas, amigo de ladrones y conectado con gente del hampa.
Así pues, Jesús desembarca en Genesaret y puede quedarse un poco de tiempo en paz, la gente aprende a conocerlo como un extraordinario taumaturgo y acude a él desde cualquier lugar para hacerse curar y sanar de toda enfermedad y debilidad. Jesús acaricia, impone las manos, a veces amasa un poco de barro con polvo y saliva, otras veces le es suficiente tan sólo usar el sonido de su voz, una mirada. En las situaciones más concitadas, cuando las plazas se llenan y queda sólo un boquete entre las alas de la muchedumbre para su pasaje, entonces, para ser sanado es suficiente tan sólo lograr tocar, o rozar su manto.
El protocolo de curación de Jesús es totalmente innovador y desconocido y sobretodo es gratuito. Nadie delante de Jesús debe desangrar sus propias sustancias para no verse desangrado por una enfermedad. Con Jesús la curación nunca es una promesa, es siempre una realidad y no sólo es totalmente gratuita sino es también simple; no es traumática, no crea ansia y miedo, libera el cuerpo, la mente y el alma. Jesús libera la mente y el alma para que así el hombre pueda reconocer, reconocer por sí solo lo que libera y lo que encadena, lo que cura y lo que hace morir.