En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 13 Febrero 2019

Quinta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 7,14-23

Desde adentro

Para lo que está explicando, Jesús pide ahora mucha atención, pide toda la atención del hombre.
Jesús afirma que lo que está fuera del hombre no puede perjudicar al hombre. Lo que al contrario puede perjudicar al hombre viene desde adentro del hombre mismo. ¿Por qué?
Todo lo que está fuera del hombre deriva y proviene, está creado y deseado por el corazón pensante de Dios, por el Logos creador. Todo lo que está creado por el corazón de Dios nace de la unidad, tiene como objetivo la unidad, vive y propende hacia la unidad del todo y del uno. En vez lo que está creado por los pensamientos de la mente humana, lo que por el logos, por el diálogo interior del hombre es producido como intenciones y acciones y es proyectado afuera, no es seguro que nazca de la unidad y tenga como último objetivo la unidad del todo y del uno.
La distinción que pone Jesús ante los ojos de toda la humanidad no es entre el mundo de afuera, el mundo exterior y el mundo de adentro, el mundo interior: Jesús distingue dos mundos que derivan de dos modos de pensar. Está el mundo creado, salido desde adentro de Dios, del Logos divino, que ha nacido de la unidad y tiende a la unidad y a la unión, y está el mundo que sale desde adentro del hombre, del logos humano, capaz de dar vida a intenciones y realidades que no derivan de la unidad y no aspiran a la unión. Es por eso que, no del diálogo interior de Dios, sino sólo del diálogo interior del hombre pueden nacer la cosas malas. En particular el término griego aquí utilizado para expresar “cosas malas” no es el usual neutro plural del adjetivo kakòs, “malo”, sino lo del adjetivo poneròs, “lo que causa sufrimiento, tormento”, adjetivo que describe, de hecho, una situación de cansancio, esfuerzo, pena, aflición, malas condiciones. Según Jesús las cosas malas no son tales por prescripción moral, sino porque realmente fatigan la vida, conducen a malas condiciones interiores, a condiciones peligrosas para la vida, a cosas inútiles, a situaciones fatigosas que traen daño y división. Esta distinción entre el Logos divino y el logos humano es una fuente luminosísima de conocimiento que, si entendida y aceptada, impide definitivamente al hombre de pensar mal de Dios, de considerar que Dios pueda ser la causa y el origen del mal y de la división, de la fatiga y del peligro en la vida. Entender esta verdad imposibilita a la mente humana, que está en búsqueda de las razones y de las causas de su cansancio, de la muerte, del sufrimiento, de la enfermedad, de meter en la cárcel, como culpable de todo, el inocente, Dios.
No es afuera, sino en el mundo interior, en el logos de la propia mente que el hombre debe buscar las causas de la guerra, de los conflictos, del odio, del sufrimiento, del dolor, del cansancio del vivir, de la tristeza, de la desolación y del miedo. De la misma manera no es afuera, sino es en el propio logos interior que, con la ayuda de Dios, se puede empezar a entrelazar pensamientos de paz, de humildad, de curación, de gratitud y alegría según el mundo de Dios y los procedimientos evangélicos de Jesús.