En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 24 Febrero 2019

Séptimo domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Palabra del día
Evangelio de Lucas 6,27-38

Aprender a desear

En los días de la creación el deseo del Creador se convierte en Palabra, la Palabra a través de la potencia del Ruaj, el Paráclito, crea todo lo que existe. El deseo moldea la energía de la vida desde el principio del principio. Es el deseo que construye la vida, las relaciones, el trabajo, las familias, la alegría o no alegría del existir. Aprender a desear es todo de la vida, la Vía Feliz.
Toda la Biblia es una extraordinaria, increíble e infinitamente sabia escuela del deseo, la escuela revelada para aprender a desear los deseos de Dios. Una escuela divina que debe conducir gradualmente al hombre desde el estado de anulaciòn en el que había decaído hasta la nobleza de ser y sentirse un hijo de Dios.
Así que a generaciones que deseaban tener un gato como divinidad o que consideraban honorable someterse al dios serpiente, el Señor propuso elevar el deseo de tener y amar a un solo Dios, el verdadero. A hombres que consideraban que era un camino social elevado matar, robar y decir falsedades en juicio, el Señor les propone aprender a desear de no matar, no robar, no decir falso testimonio. A la gente que se dejaba subyugar y destruir por otros pueblos con el engaño de falsedad innoble y ritualidad obscena, el Señor se ve obligado a enseñar a considerar a estos pueblos como enemigos para sobrevivir. A generaciones tan violentas que ya están determinadas a la autodestrucción, el Señor eleva el deseo -por así decirlo- constriñendo la moral dentro de la ley del talión.                                                                     La ley del taliónes un peldaño mínimo hacia la evolución del deseo, pero ha sido una necesidad moral indispensable para aquellas generaciones que, al no tener ya ningún sentido de la conciencia, hubieran podido, a través de la práctica de esta ley, probar en su propia piel el mal y el daño que infligían a los otros.                                            
Después de miles de años de escuela amante y gradual para llevar al hombre hacia los deseos de Dios, llega Jesús, la realización, el cumplimiento. Por eso Jesús no reniega de ninguna manera  toda la escuela del deseo revelada por Dios Padre a los profetas del pasado y, al mismo tiempo, la supera de un brinco. La escuela del deseo de Jesús es lo más bello, perfecto y eficaz jamás propuesto en esta tierra. Así, el odio a los enemigos puede transformarse en un nuevo deseo hasta ahora desconocido, el deseo de amar y perdonar a los enemigos y hacer el bien a los que nos odian. Así, el deseo de maldecir a los que nos maldicen puede transformarse en el deseo de bendecir y rezar por los que nos difaman. Así, el deseo de golpear a los que nos golpean puede convertirse en el deseo de ofrecer un rostro de paz, y el deseo de quitar a los que nos quitan puede convertirse en el deseo de ofrecer y donar.                                              
A este punto Jesús explica en una síntesis perfecta la Vía Feliz, el procedimiento seguro para vivir y estar siempre en paz. Hagan por lo demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedeses la indicación para aprender a desear lo mejor y el bienestar en cada dimensión para nosotros mismos y de la misma manera para los demás. Quien sigue este procedimiento y se remite a ello escrupulosamente, verá su vida siempre, siempre, siempre viajar en la paz y en el bien.  De hecho, si uno ama a los que lo aman, su deseo es estrecho como su amor, incluso los pecadores y los que tienen malos deseos hacen así. Si uno hace el bien a los que le hacen el bien, su deseo es tan  mezquino como su corazón.                                                               
La indicación es aprender a tener los deseos de Dios, y cómo Dios desear de una manera plena y totalmente amplia el bien y lo bello, la misericordia y la gracia para todos, para los que se demuestran buenos y para los que se demuestran malos.                                                                                     
Es el deseo que crea nuestra vida, que da forma a todo lo que nos ocurre y viene hacia nosotros, es la Vía Feliz y funciona siempre y perfectamente para todos, para Dios y para los hombres.  Por lo tanto, quien juzga a los demás significa que desea juzgar y este deseo lo ha vuelto capaz, capaz de hacerlo, y al mismo tiempo capaz -como capacidad volumétrica- de recibir juicio. Así es para los que condenan, difaman y charlan. Por la misma idéntica ley, el que dona, el que es capaz de donar, crea en sí mismo también la amplitud para recibir, recibir todo el bien y los bienes que Dios ha previsto en buena medida, apretada, sacudida y desbordante, como dice el Evangelio. 
Para disipar todas las dudas presentes, pasadas y futuras sobre la potencia y la verdad de esta ley, la ley del deseo, de la Vía Feliz, el Señor concluye diciendo: la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.