En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 26 Febrero 2019

Septima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 9,30-37

La pedagogía de Jesús

¿Quién es el más grande entre nosotros?  No es sólo una pregunta, forma parte de la constitución de nuestro ser y de nuestro agitar humano.
Es quizás el deseo más constante, profundo, agudo del corazón de los hombres: ser importante para los otros, ser grande, tener un puesto reconocido entre la gente y no necesariamente en sentido negativo.
Los apóstoles de Jesús no son un caso aparte. Había de hecho una disputa entre ellos por quién fuera el más grande.
Es un deseo antiguo, al cual recurren un poco todos los otros deseos de los hombres. Es la necesidad de ser alguien, el deseo de valer algo, de tener unas credenciales. Es un deseo que tiene raíces afectivas profundas, es la necesidad de ser importantes y amados, es el deseo de ser buscados, reconocidos, queridos, de sentirse verdaderamente alguien. Es la necesidad escondida de ser no-mortales, de no desaparecer, de no ser invisibles.
Los métodos y los modos para alcanzar esto son los más variados y fantasiosos. Hay quien usa el dinero, el chantaje, la profesión, la violencia, el atractivo, el arte, la virtud, la enfermedad, el miedo.
Incluso realidades opuestas, como por ejemplo anarquía y obediencia pueden servir igualmente para alcanzar la finalidad: ser grande.
Jesús propone un camino. El deseo en sí no es equivocado, pero debe estar iluminado por luz nuevísima. Jesús parece decirnos que no renunciemos a priori a ser ”grandes” por falsa humildad o desafío en nosotros mismos, sino que disfrutemos este intenso deseo para intentar volverse grandes en serio: en el amor. Amar y servir gratuitamente de manera completamente desinteresada, ésta es la grandeza.
Una vez sentado, llamó a los doce y les dijo “Si alguien quiere ser el primero, será el último de todos y el siervo de todos”. Y, tomado un niño, lo puso entre ellos y abrazándolo les dijo “Quienquiera que acoja en mi nombre uno de estos muchachos, acoge a mí; y quienquiera acoja a mí, no acoge a mí, sino aquel que me ha enviado” (versículos 35-36, traducción literal del texto griego). Jesús está hecho así, trastorna completamente toda nuestra comprensión y concepto. Nuestro Jesús es así, no te humilla en tus deseos, sino te ilumina el camino para nuevas perspectivas. No te condena en tu pobreza, sino la recoge dulcemente para hacerla punto de fuerza para una más grande y nueva riqueza.
Jesús propone un camino. A este mundo agitado, violento, todo de exterioridad y vanagloria, Jesús propone todavía con confianza el camino de “ser los primeros en servirnos recíprocamente, volviéndose últimos”. A este mundo incierto y confuso, altisonante y presumido, Jesús afirma que quien acoge a un niño en Su nombre, acoge al Padre. El mundo de Dios está hecho así.