En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 20 Abril 2019

Vigilia Pascual - Ciclo C

Palabra de la Vigilia Pascual en la Noche Santa
Evangelio de Lucas 24,1-12

El éxito

Es el domingo temprano por la mañana, el primer día de la semana. Las mujeres van al sepulcro, donde Jesús ha sido enterrado y llevan consigo los aromas que han preparado. Ven la piedra levantada del sepulcro, y, entradas, no encuentran el cuerpo del Señor Jesús y se preguntan que significado tenga todo esto. Este es el éxito de Satanás. El grande éxito de Satanás es haber generado en la mente de la humanidad la más granítica de las convicciones: que la muerte existe y conduce al sepulcro. El grande éxito de Satanás es el hecho que las mujeres que van al sepulcro, convencidas de encontrar a Jesús detrás de aquella piedra, están sorprendidas de no encontrar el cuerpo de Jesús, no creen a sus ojos porque creen a su mente. El grande éxito de Satanás es haber persuadido la mente del hombre que la muerte sea más real que la vida. Después de todo lo que Jesús ha dicho, hecho, mostrado y revelado, incluso para los amigos de Jesús el sepulcro vacío de aquel domingo por la mañana es incomprensible, inescrutable, irracional, inaceptable. Incluso para los amigos de Jesús aquel sepulcro debe estar lleno, cargado de muerte, rebosante ausencia de vida. El grande éxito de Satanás es haber convencido a los hombres que la muerte es definitiva, racional, segura, cierta, absoluta, conclusiva, y lo es seguramente más que la vida. Los hombres llaman nacimiento el momento en el cual un hombre entra de niño en la dimensión física- terrestre, y llaman muerte el momento en el cual un hombre deja esta dimensión física-terrestre para entrar en aquella celestial. En realidad no hay nacimiento y no hay muerte, nacimiento y muerte son sólo unos puentes para atravesar unas dimensiones existenciales. El nacimiento en la tierra realiza la elección misma del hombre, ocurrida en el jardín del Edén, o sea la elección de manejar su vida por su cuenta, poniéndose en desafío contra Dios y en separación con Él. El nacimiento permite al hombre dejar la dimensión celestial y entrar en aquella terrestre para cumplir la propia experiencia y crecer en la conciencia y en la comprensión amorosa de ser un hijo de Dios, inmortal. La muerte cierra el tiempo de la experiencia terrena y permite al hombre volver a la dimensión celestial espiritual para completar el propio camino de evolución. En realidad nacimiento y muerte no existen, son sólo unos puentes, unos pasajes de una dimensión a la otra. El hombre no puede conocer la muerte, es inmortal. Puede conocer el morir y ni siquiera todos los hombres han conocido y conocerán el morir, porque en la historia de la humanidad muchos han sido aquellos que, con motivo de su elevado nivel de evolución espiritual alcanzado sobre la tierra, han dejado la dimensión terrena directamente asuntos al cielo, sin atravesar el morir. La muerte no existe, nunca ha existido jamás, simplemente porque Dios no ha creado la muerte. En realidad existe el morir, este sí, y es un pasaje, un pasaje extremadamente delicado e importante de una dimensión a la otra. Lamentablemente, bajo el peso del engaño satánico, el morir humano puede ser verdaderamente terrible, aterrador , doloroso, alucinante, y esta experiencia no depende del hecho en sí de morir, sino únicamente de como el hombre vive la propia vida. Si el hombre vive bien, muere bien, si el hombre vive mal, muere mal.
Haber convencido a los hombres que la muerte existe es el grande éxito de Satanás, porque no sólo ha persuadido la mente humana a creer que los huesos de los muertos llenen los sepulcros, sino sobre todo porque ha logrado llenar de terror y miedo el corazón y la vida de los hombres, transformando la fe en superstición, Dios en un verdugo caprichoso y prepotente, la vida en un delirio de omnipotencia por algunos y en un océano de esclavitud por todos los otros. Para alcanzar su finalidad Satanás se ha servido de cada cosa, pero más que nada ha usado toda forma de arte, cultura, filosofía, ideología, literatura, música, para difundir de manera extensa cuanto global, entre pueblos y generaciones, la convicción que la muerte existe. Su éxito completo y grandioso, lo ha conseguido cuando ha logrado transformar la muerte en el corazón pulsante de toda religión, promoviendo de esta manera su culto dondequiera y atándolo inseparablemente al nombre y a la voluntad de Dios. Haber persuadido el hombre que la muerte es parte integrante de la voluntad de Dios es el más obsceno estrago realizado por Satanás en la historia de la humanidad.
Jesús ha muerto realmente, pero no ha conocido la muerte, porque la muerte no existe. A causa del odio del hombre Jesús ha conocido un morir horrible, extremadamente doloroso pero no ha conocido la muerte. ¿Puede Dios entrar en la muerte que él mismo no ha creado y que no existe? La radiante y maravillosa resurrección de Jesús revela al hombre que la muerte no existe, y revela y muestra al mismo tiempo algo aún más poderoso y bellísimo. La resurrección de Jesús revela al hombre que el morir, que de todas maneras cierra la experiencia terrena del hombre, si llega a cerrar una vida llena de amor y de perdón, gratitud y paz, siguiendo los procedimientos evangélicos, puede llegar a ser un pasaje espléndido, sereno, tranquilo, hacia la luz de Dios, un pasaje maravilloso en el amor. Jesús, con su resurrección, no ha querido demostrar que él, a diferencia del hombre, puede con un acto de fuerza sustraerse a la muerte, este monolito infranqueable e intocable. Sólo la idea que Jesús pueda haber combatido con la muerte para vencerla, por cuanto sugestiva y arraigada, es simplemente ridícula, y peligrosamente desviadora. Jesús, con su resurrección, revela que, si el hombre no puede evitar el evento del morir para volver en la dimensión celestial, desde luego puede, siguiendo los procedimientos y los conocimientos del evangelio, vivir sobre esta tierra una vida maravillosa, sana, plena, feliz, próspera, y de consecuencia conocer, al término de sus días, un morir del todo sereno, armonioso, pacífico, y encaminarse en paz hacia las moradas celestiales de la casa del Padre. Pascua, pèsach en hebreo, ¿qué podría significar si no pasaje, el pasaje a la vida sin fin en el amor y en la luz de Dios?