En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 8 Junio 2019

Séptima semana de Pascua

Palabra del día
Evangelio de Juan 21,20-25

No pienses, no calcules

Una vez que ocurre algo, aquella cosa ha ocurrido y ya no se puede cambiar. Cada segundo de pensamientos dirigido a pensar y a calcular en como las cosas habrían podido ocurrir diferentemente, o sólo ser evitadas, es tiempo desperdiciado, y pero no sólo, es tiempo en el cual a través de estos pensamientos es cultivado el campo para los frutos del sufrimiento y de la desesperación. Nada de lo que ocurre es insoportable si te deja en vida, pero cada cosa puede volverse insoportable si no es aceptado y si da el banderazo al circuito de los pensamientos de como podía ser diferente. Una vez que ocurre algo, aquella cosa ha ocurrido y ya no se puede cambiar. ¿Esto significa que tenemos que resignarnos, someternos, doblarnos a lo que ocurre? No, para nada. Sólo aceptar, y no pensar ni calcular como la realidad habría podido ser diferente o evitada.
El texto evangélico nos lleva una hendidura de vida de Jesús con los suyos, un diálogo de pocos minutos en los días de la traición, precursores de tribunales, condena, tortura y muerte para él.
Pedro está pensando. Tiene la mente parada, bloqueada, ocupada en aquel uno de ustedes me entregará (Juan 13,21), Pedro no quiere, no acepta.  Pedro no quiere ver a Jesús, su Jesús, traicionado por los amigos, torturado por los enemigos, abrazado a una cruz sin defensa y en total soledad. Pedro no quiere ni siquiera ver la separación que está serpenteando entre ellos los doce, bajo forma de sospechas recíprocas, miedo, indecisión, alejamiento de Jesús, miedo de los jefes y del poder constituido.
Pedro está confuso, está en el pánico mental, tiene miedo, está pensando en cómo cambiar todo esto, cómo salir, cómo evitarlo, está triste, está sufriendo y quiere hacer algo, pero no sabe qué. Este sufrimiento suyo y esta tensión, su no aceptación se hace voz y explosiona en aquella pregunta sin sentido lógico a Jesús Señor, ¿y qué será de este?, refiriéndose al discípulo que Jesús amaba, Juan. Jesús contesta con una de las aberturas sapienciales más extraordinarias que ninguna oreja humana haya podido oír: Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa? Tú sígueme. Es como decir: Tú Pedro no te preocupes, más bien, el texto dice exactamente: Pedro no te ocupes, no son cosas tuyas, no debes ocupar la mente para intentar cambiar las cosas que ocurren o para intentar calcular como podría ser o como podrían haber sido, sino sólo sígueme, o sea haz bien lo que te he pedido que hagas, hazlo inmediatamente y hazlo siempre con amor, cumple tu tarea en la mejor manera, respecta tu mandato, no dejes tu elección, no te distraigas para nada de lo que tienes que cumplir. Pedro no es cosa tuya si yo soy traicionado, no es cosa tuya si me matan, no lo puedes parar, no lo puedes cambiar. Si lo haces volverse cosas tuyas, si empiezas a refleccionar sobre eso y a calcular, sufrirás y serás un estorbo para mí, no serás más útil a la causa y al proyecto que te he pedido que saques adelante. Si yo soy traicionado y matado, no es cosa tuya. Si Juan tuviera que vivir sin nunca ver la muerte, no es cosa tuya. Si los dirigentes del pueblo me torturan, me apalean, me aplastan con la cara abajo contra la tierra bajo el peso de la cruz hasta que me enclaven allá arriba, no son cosas tuyas, no son cosas tuyas. Tú sígueme, sígueme adentro, sígueme en el alma en todo lo que haces y mueves, tú sigue a mí y a mi Palabra y no te ocupes de otro, sígueme y ama, sígueme y cree, sígueme y no te distraigas, no pienses, no calcules. Si calculas te petrificas, si piensas sufres, si prevés te agitas. No pases la vida pensando en las heridas que habrías podido evitar tú mismo, no pases la vida pensando en las heridas que habrías podido no infligir a los otros y que habrías podido evitar a los otros, pasarías la vida entre arrepentimientos y rancores, en el sufrimiento y en la decepción. Pasarías la vida en el dolor y para nada. No pienses, no calcules, sígueme. Pide perdón siempre y perdona a todos siempre, y sígueme, no te ocupes de lo que pasa, no te preocupes de lo que puede pasar. Una vez ocurrida cualquier cosa, ya no es cosa tuya, ya no la puedes cambiar. No debes volverte pasota, pero debes comprender que la única manera para cambiar la realidad es cambiar a ti mismo y para hacerlo debes cumplir tu tarea de la mejor manera, debes seguir el mandato con amor pleno y sin distrarte. No seas fanático, no seas perfeccionista, pero al mismo tiempo no te distraigas para nada de tu tarea, y hazlo de la mejor manera según tus posibilidades, sin refunfuñar, sin quejarte, sin esperar recompensas, sin buscar apoyos, sin confiar en los aplausos y en la complacencia de los demás. Sígueme y toda cosa se hará por sí misma. No puedes cambiar lo que no puede ser cambiado, pero puedes seguir el amor sin distraerte.


No te sorprendas,
no te asustes,
cada cosa se arreglará
según la fuerza del amor.
No crees ansia,
no juzgues,
no ejercites presión,
todo será llevado a la unidad
según el corazón de Dios.
Amén.