En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 19 Junio 2019

Undécima semana del tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 6,1-6.16-18

Él ve

Él ve en lo secreto y ve la ambición que está haciendo deslizar al mundo hacia el abismo del simulacro de la paz que no es su paz, la paz que Él, el Señor de todas las cosas, ha venido a traer. La paz suya es perdón, misericordia, compartición, justicia. La del mundo es la paz de los predadores, aquella circunscrita en las constituciones humanas más respetadas y honradas de la Palabra divina. Paz hosannada, debida, escrita, cantada, embanderada, aquella paz construida por los ejércitos, que permite a los predadores con sus leyes que se cumpla cualquier tipología de abuso y corrupción, violencia y terror.
Él ve en lo secreto y ve la ambición cumplirse cada segundo en el horror más devastador, horror de los pobres que, instigados por los ricos y poderosos predadores, hacen la guerra entre ellos en los campos de batalla, en los tribunales, en los lugares de trabajo, en los estadios, por la calle, en casa.
Los pobres hacen la guerra entre ellos, y los predadores devoran la tierra y hacen violencia al reino del amor, que Jesús ha venido a traer como única solución para que el hombre no se hunda miserablemente en la autodestrucción. Él ve en lo secreto y ve la ambición de los predadores transformarse en persecución, irrisión, calumnia, explotación y abandono de los que Él mismo había donado a la humanidad para sanarla de sus enfermedades, libertarla de su ignorancia, inspirarla con el conocimiento del evangelio para abrirle el corazón al amor. Es de esta manera que los hombres, con sus manos, eliminan de ellos mismos los únicos pararrayos útiles contra el Maligno, las únicas anclas de la salvación posibles. Él ve en lo secreto y ve la ambición que engaña a los hombres para que no cultiven para nada el reino del amor, sino para preferir cultivar el reino del miedo, sembrando dondequiera, con empeño y con todas las fuerzas, las semillas del éxito, de la vanidad, de la envidia, de la avidez. Él ve en lo secreto y ve que la ambición se ha sustituido al amor. La ambición reniega el amor, lo desnuda y lo reduce en harapos venenosos. Él ve en lo secreto y ve la ambición de todos los que transforman su vida en un mecanismo calculado de complacencia, para gustar a todos los demás y complacer a todos los demás. Él ve en lo secreto y ve que la ambición ha engañado a los hombres hasta en su posibilidad de trasmitir la vida. La ambición ha engañado a los hombres al punto que creen haber obtenido la vida del padre y de la madre terrenos, y pierden así su majestad y nobleza divina, además del vínculo íntimo con su verdadero Padre y Madre, Señor y Dios. Él ve en lo secreto y ve que la ambición se ha sustituido al alma, al corazón, a los sueños de sus hijos y se ha vuelto la verdadera reina del reino humano. Él ve y calla. Él lo ve todo y cada cosa y calla; calla porque el Amor no considera respetuoso y honrable, con respecto a nosotros, añadir algo a la evidencia de nuestro fracaso. Él ve y calla, y sigue amando, sigue teniendo misericordia infinita. Él ve y ama, pero no puede obligarnos a cultivar el Reino del Amor si nosotros no deseamos disfrutar los frutos de éste. Él ve y con ternura infinita nos entrega en los brazos suavísimos de la gran Madre María, para que donde no logra entrar la sabiduría del evangelio, la potencia del sacrificio amoroso de Jesús pueda hacer brecha la dulcísima caricia, la tierna y perfumadísima lágrima de la Madre celestial.