En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 20 Junio 2019

Undécima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 6,7-15

Avùn

Abbà, invocación definida ipsissima vox Jesu [la misma voz de Jesús]. Abbà en arameo es el estado enfático del sustantivo av y a partir de esta forma se construyen todas las otras. En época anterior al Nuevo Testamento se encuentran formas como Avì, "mi Padre", Avùna, "padre nuestro", pero no la forma Abbà como se translitera en el griego y como aparece por primera vez en Marco 14,36, primer testimonio de este término en este estado gramatical.
Etimológicamente abbà nace del balbuceo infantil. Lo usaban los niños para decir "papá" y constituye una manera muy dulce y cariñosa con la que un semita que habla en arameo se dirige a un huésped, a un amigo querido o a un servidor en el cual confía ciegamente. Es la expresión de la ternura y de la confianza, de la total intimidad, es expresión de honor.
Avùn,“Padre nuestro”, es signo de cercanía, es como decir "papá nuestro". Fue una novedad extraordinaria oír invocar a Dios Abbà, mi Padre, nuestro Padre. Dios era nombrado Elohìm, el Dios que ha creado los cielos y la tierra, el Dios de los Padres, el Dios de Israel; Dios, el Señor, traducción de YHWH, Tetragrámaton impronunciable, ahora es Padre, connotación nueva. En las lenguas semíticas av/ab es aquel que genera, y el hijo generado será siempre denominado bar, "hijo de un padre". No es que en la experiencia hebrea esta fuera una acepción aislada y del todo nueva, en cuanto Dios llama a su pueblo hijo/hijos: muchísimos salmos refieren momentos en los cuales Dios afirma amor para sus hijos. A saber, Dios se manifiesta desde siempre como padre amoroso, pero la idea de Dios como Padre no es central en la mentalidad de Israel y de alguna manera es una paternidad a menudo severa y limitada a sus hijos de Israel o una paternidad que retoma más bien el concepto de amo y garante del orden del universo. En este sentido se puede afirmar que la expresión Padre, usada por los hombres con respecto a Dios, se convierte con Jesús en una experiencia absolutamente nueva, porque nueva es la relación que Jesús demuestra tener con el Altísimo, el Elohìm. Si pudiéramos reunir en un solo punto el sonido, la energía conocida y desconocida, la luz brillante irradiada por cada estrella en todas las galaxias en el universo entero; si pudiéramos unir en este punto el sonido y el canto de las filas sin número de los ángeles y de los espíritus celestiales beatos en los cielos de los cielos que desde siempre cantan a Dios; si pudiéramos aún unir en este punto el canto de los pájaros, de todos los pájaros de toda la tierra, junto al sonido y a la energía y a las fuerzas de toda la naturaleza y de todos los animales que habitan y han habitado la tierra a lo largo de toda la historia de la tierra; si pudiéramos concentrar en un solo punto toda la energía, la luz, la potencia, la fuerza, el sonido de todo la creación visible e invisible, este punto de inconmensurable potencia y luz parecería una vela cerca del sol, si comparado con el punto de luz y de potencia irradiado por el sonido de la palabra que Jesús aquel día ha pronunciado dirigiéndose al Padre, en aquel escondido rincón de tierra de Israel: Avùn, "Papá nuestro".
Desde el momento en el cual Jesús ha pronunciado el sonido Avùn, Papá, cualquier otra palabra, cualquier otra relación hombre-Dios, cualquier otro nombre divino, cualquiera otra pertenencia religiosa y confesional han sido ensombrecidos y superados. Avùn es el sonido que muestra un camino de amor hacia Dios nunca antes revelado, nunca antes recorrido. Es el sonido que completa cualquiera otra revelación bíblica, cancela toda lejanía, supera toda reticencia, desata toda ignorancia. Jesús no nos ofrece solo un nuevo nombre de Dios, sino que nos revela quien es Dios, quien siempre ha sido Dios, quien será siempre Dios para nosotros, Avùn, Papá. Es un punto de luz sin regreso, que ya no se puede pasar por alto, Avùn se ha revelado, ahora está a todos nosotros y a cada uno decidir quien queremos ser para él. Rezar y conocer a Dios como papá no es una cuestión que tiene que abrir a nuevas sugestiones teológicas o a inéditas formas de espiritualidad emotiva, sino que es la realidad, la única realidad, la sola realidad que existe y que todo hace existir. Dios es Omnipotente, es Eterno, es Creador, pero Jesús nos ha revelado que antes de todo y más allá de todo Dios es Avùn. Jesús después añade a Avùn dos términos tan extraordinariamente lejanos cuanto estupendamente complementarios. Añade nuestro y que estás en el cielo. Nuestro indica que Dios es papá de todos los hombres al mismo modo, sin alguna distinción. Nuestro cancela en un instante toda distinción realizada por el hombre a lo largo de la historia, con respecto a la dignidad y a la nobleza de cada uno de los hombres, y señala definitivamente que toda distinción y disparidad es siempre y solo fruto de una profunda perversión satánica, es en contra de Dios y del hombre. Nuestro indica también que, si el hombre está en condiciones de transmitir la vida a otros hombres, no es padre de nadie, y que, aunque generado por otros hombres, el hombre no tiene otro Padre que Dios, y esto nos hace todos perfectamente hermanos y familia. Es Avùn porque a él pertenecemos y de alguna manera él pertenece a nosotros, en todos nosotros él habita y mora en perfecta unidad, pero al mismo tiempo es Avùn que está en los cielos, a indicar su absoluta trascendencia respecto a todo aquello que ha creado, porque él es Espíritu.