En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Viernes 2 Agosto 2019

Decimoséptima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 13,54-58

La de Dios

Jesús no ha vivido nunca la vida de otro. Jesús no ha seguido nunca las expectativas de los demás, que fueran enemigos, amigos, familiares o parientes. Jesús no ha nunca intentado realizar las expectativas que los otros podían tener sobre él, ni tampoco nunca ha orientado sus pasos y sus acciones para realizar las aspiraciones de los demás en él. Jesús, acogido por la muchedumbre alegre y cazado violentamente por los poderosos de la época, nunca ha vivido la vida de otro, nunca ha tenido miedo, porque Jesús siempre ha obedecido a sí mismo y siempre ha obedecido a sí mismo porque siempre ha obedecido a la voluntad de Dios Padre en él.
Sólo cuando un hombre está completamente dedicado al proyecto que Dios ha diseñado dentro de él para el bien de todos, es entonces que aquel hombre no tiene ninguna necesidad psíquica ni emotiva de corresponder a las expectativas de los demás. Es el estado de revuelta y desafío de los hombres contra Dios y su voluntad que obliga a los hombres, aún si ellos no se dan cuenta, a transformar su vida entera, de la infancia a la vejez, en el propósito de tratar de corresponder, cueste lo que cueste, a las expectativas y a lo que se esperan los demás. Y eso ocurre también cuando los hombres, por alguna razón, se oponen firmemente a lo que se esperan y a las expectativas de los demás y deciden recorrer su camino individual en oposición y en desafío con los demás: también en este caso no siguen de ninguna manera su proyecto divino sino, por oposición y revuelta, una vez más siguen el de los demás. La única manera para no sufrir el indebido peso y el agobiante chantaje de las expectativas de los demás sobre nosotros es obedecer completamente al diseño de Dios dentro de nosotros, sin reservas, preguntas, dudas, reticencias, cálculos, perspectivas. Obedecer a la voluntad de los demás es la única manera para no obedecer a la humanidad, a sus reales necesidades y a sus verdaderas exigencias. Para ser verdaderamente útiles a los demás es paradojalmente necesario no escuchar nunca a nadie, sino sólo a la voluntad de Dios en nosotros sin pretensiones ni expectativas. Para ser verdaderamente útiles a los demás, un hijo de Dios no debe nunca, absolutamente nunca dar ninguna importancia a lo que puedan pensar los demás de él, sino debe preocuparse únicamente de qué pueda pensar Dios de él y de sus acciones. Jesús nunca ha vivido la vida de otro porque nunca, nunca en ningún momento ha entregado su vida al poder de la voluntad de los demás sino siempre y sólo al poder de la voluntad del Padre suyo celestial.