En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 3 Agosto 2019

Decimoséptima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 14,1-12

Lo mejor de lo mejor

Es Jesús mismo que revela que Juan el Sumergidor es el más grande entre los nacidos de mujer. Juan, por sapiencia, inteligencia, santidad, grandeza interior, fidelidad a Dios, profecía, poderes espirituales, capacidad de amar a Dios y a sus hermanos, es lo mejor de lo mejor de todos los hombres y las mujeres de toda la historia de esta tierra. ¿Cómo hubiera podido un grupo humano, dotado de una simple vislumbre de inteligencia, aprovechar del inaudito e irrepetible valor de semejante encuentro con el hombre más grande y sabio de toda la historia humana? ¿Qué hubiera podido brotar y nacer de maravillosamente útil de un encuentro así, con ventaja y para el verdadero bienestar de toda la humanidad? ¿Qué oportunidad extraordinaria, que ocasión única y riquísima, que posibilidad ventajosísima e inconmensurable ha sido esta? Un encuentro así, si aprovechado de manera inteligente, hubiera podido cambiar la historia de la humanidad y empujarla hacia una evolución luminosísima. Y nosotros hombres, ¿cómo hemos aprovechado de este encuentro único e increíblemente precioso? ¿Cómo hemos organizado el encuentro histórico con el hombre más grande de toda la historia del hombre? Lo hemos encadenado en una prisión hedionda, decapitado por una fiesta de cumpleaños por un lacio puñado de fanfarrones barrigudos politiqueros, excitados por el baile de una adolescente y, todo esto, bajo la guía y la supervisión satánica de una pérfida mujer. La cabeza sangrante de Juan el Sumergidor, en una bandeja todavía grasienta por el uso, es la respuesta de nuestra generación al encuentro con el hombre más evolucionado, grande, iluminado de la historia. Un puñado de años después, fruto de la misma matriz de estupidez y violencia, con arrogante perfidia, será entregado a la cruz y a la muerte Jesús, el Salvador del mundo, el Mesías, el Hijo de Dios.
Esta actitud y comportamiento violento y arrogante, signo indiscutible de ignorancia y de infinita estupidez, que esta nuestra generación ha siempre destinado a lo mejor de lo mejor, ¿no tendrá quizás alguna recaída en la calidad y en las perspectivas de nuestra vida?