Atravezados por la luz
Todo lo que tu mente y tu conocimiento pueden imaginar y pensar que Dios quiera hacer de ti, a través de ti y contigo; todo lo que te han dicho de Él, cómo te lo han dicho, y porqué te lo han dicho, no tiene nada que ver con la transfiguración que Dios tiene en el corazón para ti y para cada uno de sus hijos. Cualesquiera que sean tus certezas y tus expectativas relacionales, educativas, sociales, religiosas, morales, cualquier cosa que tú pienses y que te hayan convencido y enseñado que Dios quisiera de ti, no sólo está lejos, sino que además está contra lo que en verdad Dios desea hacer de ti en su infinita misericordia.
Dios desea transfigurarte, pero a su manera y en su tiempo, y ningún hombre, ningún escrito, ninguna religión, ninguna moral, ninguna cultura humana podrá nunca revelarte realmente cómo y por qué Dios lo está haciendo. Sólo tu corazón – si fueras capaz de escuchar su voz – podría hacerte sentir algo de lo que Dios tiene guardado para ti, y cuales son sus diseños de maravilla, que con mucho empeño y violencia, altanería y ceguera, todos, pero precisamente todos los hombres que encuentras, intentan modificar o anular lo más pronto posible para volverte lo que no eres.
Jesús se transfigura y en realidad no cambia de identidad, sino manifiesta lo que es realmente más allá de la figura terrena que recubre como una capa su gloria divina.
Jesús desea desconcharnos de la armadura de las convicciones humanas, derretir la grasa de las relaciones posesivas, sanar el corazón de las necrosis debidas a los traumas, a las decepciones, al miedo.
Jesús desea hacer con nosotros lo mismo antes de proponernos al abrazo eterno del Padre en cielo, desea transfigurarnos, hacernos lo que somos en realidad, llevarnos de regreso a lo que hemos perdido por el engaño del mal.