En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Viernes 9 Agosto 2019

Santa Teresa de la Cruz

Palabra del día
Evangelio de Mateo 25,1-13

La Diferencia

La tarea de las diez muchachas es ser las alas luminosas del desfile del esposo, para iluminar con sus lámparas el paso del esposo en cuanto él esté llegando. Las diez muchachas toman consigo las lámparas y se encaminan hacia el lugar del encuentro, pero el esposo tarda en llegar, las diez muchachas entonces se adormentan y todas se caen dormidas. Al gritar ¡Ya viene el esposo, salgan a su encuentro! todas las muchachas se despiertan, preparan rápidamente sus lámparas y van corriendo hacia el esposo. Todas las diez muchachas saben que el sentido de su presencia en aquel momento y en aquel lugar está relacionado inseparablemente con sus lámparas, con la tarea de hacer luz en el momento oportuno y por el tiempo necesario; saben que son lámparas humanas para iluminar la vía al esposo, hasta entrar juntos en su casa para la fiesta. Pero sólo cinco muchachas de las diez junto a las lámparas llenaron de aceite sus frascos ,y esto marca la diferencia, la única diferencia entre todas estas muchachas. Sólo cinco de estas muchachas son las sabias, inteligentes, sensatas. ¿Por qué? Porque la muchacha-lámpara es nada sin lámpara, la lámpara es nada sin la llama de la mecha y la mecha es nada sin el aceite para quemar, por lo tanto la muchacha-lámpara es nada sin el aceite.
El aceite de la lámpara no representa sólo la prudencia, la cura, la pasión amorosa, la determinación amante en el enfrentar las propias tareas, el aceite representa mucho, mucho más. El aceite de la lámpara representa la precisa percepción y el conocimiento espiritual e intelectual de cuál es el sentido de esta vida, cuál es la finalidad de la existencia, para poder por lo tanto actuar para toda la vida en aquel sentido. El sentido de la vida del hombre sobre esta tierra, según la simbología evangélica, es hacer luz, iluminar el camino, aún mejor es hacerse un camino de luz, un camino luminoso, para que la humanidad pueda encaminarse hacia sí misma, hacia la armonía, la paz, el bienestar con menos obstáculos posibles. La finalidad es hacer luz al camino que lleva al amor y a Dios y al mismo tiempo es crear un camino luminoso para que Dios pueda encaminarse hacia los hombres sin encontrar en ellos obscuros y engañados corazones rebeldes, vorágines de ignorancia, dolorosos abismos de injusticia. La finalidad de la vida de cada hombre es iluminar la vía de la humanidad hacia el Esposo y la vía del Esposo hacia la humanidad.
Las cinco muchachas sabias no son más buenas, más santas, más cuidadosas, más religiosas y pías que las cinco muchachas tontas, simplemente consideran seriamente, muy seriamente que su vida está relacionada necesariamente a su tarea, por eso, salir hacia al esposo, con las lámparas pero sin reserva de aceite, sería como intentar navegar a través del océano con un velero sin la vela, no sería sólo un mal viajar, sino sería un viaje letal. Las cinco muchachas sabias han comprendido que sin aceite no habría luz para la lámpara y sin lámpara no habría sentido para su estar allí donde tienen que estar.
El hombre sabio es él que se da cuenta del hecho de que la vida tenga una finalidad que va mucho, mucho más allá del construirse una casa, más allá del comer, beber, dormir, reproducirse, trabajar, divertirse, envejecer y morir, y por lo tanto intenta actuar de cualquier manera para obtemperar a aquella finalidad. El aceite de la lámpara en aquel pequeño frasco es el aceite de la sabiduría espiritual, de la visión intelectual más alta y vasta, aceite para guardar siempre dentro de dos pequeños frascos que el hombre ha recibido en dotación en el acto creativo: el corazón y el cerebro. El hombre sabio se da cuenta que la lámpara de la vida, alimentada sólo por la mecha del propio interés personal, de las expectativas de los demás, de la envidia, de la competición, es una vida sin aceite, sin sentido, se apaga sola, no hace luz, porque no hace felices, no dona felicidad. El hombre sabio se da cuenta que la lámpara de la vida, alimentada únicamente por la mecha de la avidez, del deseo del dominio y de la posesión es una vida sin aceite, insensata, desconectada, fuera del eje, descentrada, se apaga furiosamente sola, porque no sirve ni a Dios, ni a los hombres. El hombre sabio sabe que esta vida es una sola y no se puede repetir la experiencia, sabe también que el aceite de la lámpara, o sea conocer la finalidad de la vida y actuar por y para eso, no se puede intercambiar, ceder, vender o comprar. El hombre sabio sabe que podrá ser feliz sólo si realiza su divina tarea sobre esta tierra.
El hombre sabio sabe que un día, terminada esta experiencia terrena, después de una vida de traumas, de heridas recibidas y dadas, de resbalones y caídas, llegará a la puerta del esposo, del Señor de todas las cosas, y llamará con su propia lámpara en una mano, aquella lámpara desgastada, rozada, abollada, maltrecha pero todavía capaz de dar luz, aquella lámpara que el hombre sabio, en cuanto el Señor abra la puerta, levantará hacia su propio rostro, de manera que su Señor lo pueda reconocer y abrazar íntimamente y, después de muchos años de separación, lo hará entrar en su casa de luz, para la fiesta sin fin.
Los hombres y las mujeres sabios saben que, después de haber pasado la existencia a iluminar el camino de la vida a sus propios hermanos, antes de apagar su lámpara para siempre ante la puerta del Esposo, la última llama servirá para iluminar su rostro ante Dios, de manera que no oigan aquellas terribles palabras: Les aseguro que no las conozco. El hombre sabio sabe que antes de aquel día, antes de aquel alba sin puesta del sol, del día sin fin, exactamente al tiempo establecido, a medianoche, en el tempo de medio, el Esposo llegará, llegará para su llegada intermedia, y el grito ¡Ya viene el esposo, salgan a su encuentro!, ya retumba entre las estrellas y las galaxias.
El Esposo está regresando, y no metafóricamente, está regresando en su gloria para crear caminos de luz, porque el hombre no ha cumplido con amor su propia tarea, y no hay caminos iluminados que iluminan el camino del hombre hacia su evolución divina. La humanidad está obviamente ocupada en otros asuntos, pero la medianoche ha sido tocada ya, y el grito ¡Ya viene el esposo, salgan a su encuentro! ha ya atravesado galaxias y corazones.