En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 3 Octubre 2019

Vigésima sexta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 9,51-56

¿Combatimos?

Todavía no nos queda claro. Todavía no nos queda claro para nada. Hasta que no nos quedará claro, leeremos el evangelio al revés y continuaremos, quizás de buena fe, a hacer sólo el juego de Satanás y no la voluntad de Dios. Jesús no ha venido al mundo, no se ha encarnado en nuestra historia para combatir el mal o la falta o el rechazo de la fe, sino para enseñarnos a multiplicar lo bello, el bién, el perdón, la justicia y el amor.
Los discípulos entran en un pueblo de Samaritanos para preparar la entrada a Jesús, pero no son bién recibidos y de inmediato piden a Jesús, piden a Dios, el permiso de combatir, de destruir, de cancelar: Señor, ¿quieres que caiga un fuego del cielo para consumirlos?
Todavía no han entendido nada. No han entendido Jesús, no han entendido el alma del evangelio, de las Bienaventuranzas. No han entendido nada. Todavía no han entendido que combatir el mal con el mal multiplica el mal y hace el juego de Satanás y no la voluntad de Dios. En todas las cruzadas de la iglesia, no ha habido un sólo gesto, un sólo paso, un sólo respiro, una sola acción según la voluntad de Dios, aunque si cumplidos según las mejores y más santas intenciones. Ha sido hecho todo únicamente en el juego destructivo y separatista de Satanás.
De la misma manera ha ocurrido por cada hoguera, tortura, violencia, encarcelamiento y humillación cumplidos en nombre de la verdadera fe, durante la inquisición del pasado y en cada inquisición del presente. Todavía no hemos entendido que bloquear, combatir, destruir el mal no es del evangelio, no es de Jesús. Jesús pide multiplicar el bién, no combatir el mal, y no es nunca, nunca la misma cosa.
Quién obra todavía en el combate, aunque fuera en el nombre del bién y de la justicia, no sólo no ha entendido el evangelio ni Jesús sino, lo que es peor, todavía no ha entendido que, por la ley de la resonancia, continuando a preferir las frecuencias del combate y de la destrucción, no hace más que atraer estas frecuencias peligrosas y mortales hacia sí y hacia sus seres queridos.
Por fervor sagrado, los discípulos, con mirada inquisitiva, la mirada inquisitiva que acusa de maldad a los hombres y de imperdonable descuido a Dios, por violento delirio de omnipotencia e insanable sed de soluciones definitivas, piden a Jesús que caiga fuego del cielo para consumirlos, sin saber que, de esta manera, no sólo no pueden vencer el mal, sino que ellos mismos están implorando sobre de sí, sobre su propia vida y la vida de sus seres queridos el fuego que consume.
Èste es el tiempo, estos son los días, y así no habrán otros, nunca más, en los cuales quien cree en el evangelio y ama Jesús debe absolutamente anular la palabra “lucha” del propio  vocabulario, de los propios labios, de las propias actitudes, del propio  corazón y de las propias manos. Quién se encontrará  todavía en la lucha serà combatido, y no por los hombres, no por fuerzas terrestres.