En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 5 Octubre 2019

Vigésima sexta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 10,17-24

El poder

Los doctos y los sabios del mundo, en cada zona temporal geográfica de la historia humana, siempre y con cualquier medio, han intentado obtener, cultivar, mantener el poder. El poder humano es un gran río envenenado que tiene sus afluentes en los bancos, que son los empleados de las multinacionales, en los gobiernos, que son los empleados de los bancos, en los ejércitos, que son los empleados de los gobiernos. El gran río del poder terrenal tiene su desembocadura en las guerras, en la pobreza, en el hambre, en la sed, en la ignorancia y en el sometimiento de los pueblos: todos estos males son provocados por el poder que garantiza la absurda e injusta riqueza y comodidad de unos poquísimos. El poder del cual está hambriento el ego del hombre es un poder que cuanto más es potente, tanto más está listo para golpear, eficaz en el someter y en el crear esclavos, determinado en el bloquear lo que no reconoce provechoso para sus propias finalidades, organizado en el destruir todo lo que limita y pone en peligro su prestancia y fuerza. El poder del hombre es el poder de golpear, golpear siempre todo y todos para poseer. Es el poder que Satanás quería ofrecer a Jesús en los días de las tentaciones: el demonio lo llevó [a Jesús] luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme”. (Mateo 4,8-9).
También Jesús nos ofrece el poder, un poder extraordinario, único, que nadie más nos puede donar o nunca, antes, nos había planteado. Jesús no nos ofrece el poder de golpear para poseer, de combatir para ganar, de destruir para eliminar, sino el poder increíble y totalmente pacífico y armonioso de no ser dañados por el mal. Ésta es la novedad absoluta de la propuesta espiritual de Jesús. Jesús no nos ofrece la potencia de aplastar la cabeza a las serpientes venenosas y a todo lo que las serpientes representan simbólicamente de perverso, inconfiable, engañoso en la historia de la humanidad. Jesús nos dona la fuerza y el poder de vivir entre las serpientes y su veneno, intentando realizar acciones de luz y de amor en su nombre y según los procedimientos evangélicos, sin ser dañados por el mordisco y por el veneno de las serpientes. Los hijos de Dios no reciben de Dios el poder de destruir y combatir el mal, sino de caminarles encima sin ser dañados mientras cumplen el bien, la compartición y la justicia. Jesús no nos ofrece el poder de destruir los escorpiones y todo lo que los escorpiones representan simbólicamente de venenoso y mortal en la historia de la humanidad, sino nos dona el poder de vivir la misericordia, la fidelidad al Amor en medio del mal sin ser dañados o afectados. El poder que nos ofrece Jesús nos alinea la mente, la orientación de los pensamientos, las reacciones emotivas, el ADN, los enzimas, la sangre y el respiro a las vísceras de misericordia de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Paráclito. El poder que nos ofrece el mundo nos alinea la mente, la orientación de los pensamientos, las reacciones emotivas, el ADN, los enzimas, la sangre y el respiro a las víscera rapaces de Satanás.
Jesús agradece al Padre celestial porque ha decretado que la llave de este conocimiento y esta verdad no será dada ni ahora ni nunca a los doctos y a los sabios de la tierra sino será revelada a los pequeños, a los simples, a los humildes. Exactamente en la medida con la cual el corazón de la humanidad ha elegido y decidido alinearse con el poder no amante y destructor del mundo, y por lo tanto de Satanás, el príncipe de este mundo (Juan 12,31) – no porque lo sea, sino porque así ha elegido el hombre –, y no con el poder espiritual, amante, propuesto por Jesús, de la misma manera no amante y destructora se están alineando encima de las cabezas de seis mil millones de hombres planetas y estrellas, galaxias y cometas.