En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Viernes 11 Octubre 2019

Vigésima séptima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 11,15-26

Engaño engañoso

Hemos estado tan profunda y continuativamente engañados sobre todo y cada cosa que no sólo no logramos más distinguir al que nos engaña, sino que privilegiamos escuchar y aceptar como verídico justamente a quien nos engaña, rechazando la realidad y la verdad como engañosas. ¿Por qué? Una mente que ha sido inducida, adiestrada y acostumbrada a ser engañada pide al cerebro conexiones neuronales - estas con el tiempo se vuelven una red neuronal - que producen sustancias electroquímicas de un cierto tipo, que son reconocidas por el cerebro por aquel cierto "gusto" electroquímico que liberan. En práctica, el cerebro se acostumbra al "gusto" de las sustancias electroquímicas producidas por nuestras orientaciones mentales engañadas, se vuelve dependiente de ellas y, si de repente ya no se le suministra aquella sustancia particular, tiene un ataque, un ataque de abstinencia. Así que el engaño crea crisis de abstinencia y por lo tanto dependencia. Conociendo y sabiendo manipular bien este mecanismo cerebral, es extremadamente fácil inducir las personas a generar "gustos" inducidos y preempaquetados, creando el espectro de la abstinencia y de consecuencia toda forma de dependencia. El hombre llama "gustos" esta dependencia electroquímica, y los gustos son intocables, como declama el refrán: de gustibus non disputandum est, con respecto a los gustos no tiene sentido discutir. Es como decir: sí, somos esclavos, completamente esclavos y dependientes, pero por lo menos déjennos la libertad de escoger nuestra esclavitud. Por esto quien está acostumbrado a ser engañado, puede ser engañado más fácilmente y el engañado reconoce como más verdadero y más propio el engaño que la realidad y la verdad. Esto explica porqué millones de personas, según la edad y la clase social y cultural, creen un cierto tipo de música, escuchen un cierto tipo de música, y porque quien escucha y baila aquella música debe estar vestido de una cierta manera, caminar, alimentarse, tomar, pensar a la vida en aquel cierto modo.
En cambio cuando una mente se acostumbra a ser perceptiva de la realidad, pide al cerebro conexiones neuronales - estas con el tiempo se vuelven una red neuronal - que producen sustancias electroquímicas de otro tipo, que son reconocidas por el cerebro por aquel cierto "gusto" electroquímico que liberan. Pero aquí, por un misterioso comportamiento de las neuronas cerebrales, ocurre algo inesperado: esta sustancia, definida DMT (N-dimetiltriptamina), crea bienestar en toda la persona, pero no crea dependencia. Crea bienestar, pero deja libres. Esta es la sustancia que la glándula pineal produce cuando la mente se conecta al espíritu y entra en meditación amante, en oración íntima con Dios.
Los hombres que acusan a Jesús - este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios - no manifiestan sólo la total estupidez de su sistema cerebral, que Jesús desvela fácilmente, sino algo mucho más triste: la absoluta carencia en su vida de la más elemental forma de meditación y de relación amante con Dios en la oración. Esta carencia de intimidad con Dios hace que las novedades propuestas por Dios sean desechadas a priori con prejuicio feroz y estúpida, arrogante, prepotente ignorancia.
Por más que la realidad se pueda manifestar nueva, incomprensible, imprevisible, inesperada, incontrolable, para el hombre, que en el íntimo reza al Señor de todas las cosas, es imposible no tener la mirada amante, espiritual, humilde, inteligente, acogedora, perceptiva, lúcida del Espíritu. Son la oración y la meditación que unen amorosamente el hombre a la realidad y a la vida.
Es la ausencia de la oración profunda y comunitaria - y la oración verdadera no es repetición de palabras -  que hace posible todo el engaño en el cual estamos viviendo y la inquisición para todo lo que es novedad del Espíritu.