En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 16 Octubre 2019

Vigésima octava semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 11,42-46

KRÌSIS

Jesús lo repite muchas y muchas veces más. De maneras distintas y en diferentes ocasiones, el corazón pulsante de su inspiración propuesta al hombre es uno y uno sólo. Lo explica estupendamente en el capítulo 4 de Juan en el encuentro con la samaritana, cuando afirma que con la llegada de su persona ha llegado el momento de vivir una nueva espiritualidad que se genera en la adoración espiritual y amante de Dios y en la verdad de las acciones. Lo corrobora en Lucas 10,28 cuando en el amor hacia Dios y hacia el prójimo pone la llave de toda su propuesta. Aquí, en esta página del evangelio, Jesús lo repite, si bien en un contexto menos alegre, o sea mientras está reprendiendo con fuerza la hipocresía y la falsedad de algunos integrantes de la secta de los fariseos y mientras increpa duramente los doctores de la ley y les dice : Porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo. Jesús repite que para no vivir jamás de manera necia, peligrosa, mortal, destructiva, sino para vivir en el verdadero bienestar para todos los hombres, para vivir en paz y serenamente, es absolutamente necesario vivir y practicar la krìsis y el agàpe, egiudizio e el amor.
Krìsis, “juicio”, deverbativo de krìno, “distingo, elijo, opino, pienso, creo, estimo, establezco, decido”. Relacionado etimológicamente al latín cèrno, “separo, distingo”, la acción expresada por la raíz de este verbo es “separo del pajizo, distribuyo, barajo, tamizo”, mejor dicho, “hago unos cúmulos separados de trigo y de pajizo”, del antiguo babilonio qaranu, “amontono trigo y pajizo”, y además del acadio karamu, “separar”. Krìsis indica la elección, la elección de ser justos, de vivir y practicar la justicia.
Con el término krìsis aquí no se expresa la actividad intelectual y espiritual del juzgar, juzgar a los hermanos, someterlos al tribunal de nuestra mirada inquisitoria, sino aquella superior de hacer justicia verdadera, verdadera justicia que comporta el verdadero bienestar del compartir sereno y pacífico de todos los recursos, para todos los hombres de esta tierra. Hasta cuando, por cada puñado de segundos, hayan semejantes nuestros que mueren de hambre y de sed, cualquier otro discurso sobre la justicia, la democracia, la ley o la solidariedad, cualquier otro tribunal y juicio es una hipócrita y violenta bufonada colectiva.
Junto al término krìsis, juicio en el sentido de justicia, Jesús pone como práctica igualmente necesaria para la vida feliz del hombre el agàpe, el amor a Dios, que el texto hebreo revela y estupendamente entraña en: ama el Señor Dios de ti con toda tu mente-corazón-parte interior, con toda tu alma corpórea, y con todo lo mejor de ti.
Jesús ha puesto la justicia y el amor a Dios como el verdadero corazón palpitante en el pecho de la humanidad, como el dúplice movimiento del respiro espiritual y social que permite la vida feliz a la humanidad. Si este corazón no late justicia-krìsis y amor-agàpe a Dios, si este respiro se interrumpe, la humanidad entrará en “crisis”. La crisis es el momento en el cual ocurre una repentina mutación que separa una manera de ser de otra. Se está en crisis cuando un sistema se derrumba bajo el peso de su ineficacia y no estamos aún listos para reemplazarlo con otro. Es el momento de la suspensión entre un estilo de vida, entre costumbres, convenciones que se están desmoronando bajo los propios pies y un salto evolutivo que no somos capaces todavía de cumplir serenamente y sin riesgos.
Cuando un sistema entra en crisis, en realidad no hay otra cosa que hacer que encontrar en seguida otro mejor: esto permite la evolución y el verdadero progreso, de lo contrario son líos, líos muy serios  En este sentido el ay de ustedes de Jesús no es una feroz amenaza, sino un amable, aunque firme, previsión. Jesús preanuncia a los fariseos y a los doctores de la ley, gente con el corazón duro y con dura cerviz, que su sistema religioso, moral, educativo, social, económico es un sistema que, después de haber sofocado durante milenios las poblaciones, generando sufrimiento y muerte, ignorancia y miedo, ahora está sofocando en sí mismo; es un sistema sin justicia y sin amor para Dios, es un sistema que está colapsando, que ya ha entrado duramente en crisis y, si no le se pone remedio, los ¡Ay! serán mucho, mucho más graves y devastadores de lo que la imaginación pueda aportar.
Entre todas las necedades engañosas donde la mente puede hacer ahogar las últimas luces de la inteligencia, la idea, la convicción que de una crisis se pueda salir, sin cambiar totalmente el sistema que ha determinado la crisis misma, es en absoluto la más colosal y gigantesca de todas, porque extiende la agonía del sistema, prolongando el mal, la tristeza, la inseguridad, el miedo, la devastación, la muerte.
Los que se meten, con todas las fuerzas, a intentar resolver una crisis, y no actúan con todos sus propios recursos para cambiar completamente el sistema fracasado y comprometido que ha determinado la crisis misma, son parecidos a los que, después del evidente fracaso, andan queriendo cortar una haya de trescientos años, alta treinta metros, con un pelapatatas. Si, después del evidente fracaso, siguen utilizando el mismo sistema, o son estúpidos o actúan con mala fe. Si son estúpidos, no hay nada que se pueda hacer. Si actúan con mala fe, y son del grupo de las ventajas, por el cual las crisis para ellos son una fuente de riqueza y de inmensas oportunidades, no hay nada que hacer. En cualquier caso es perfectamente estúpido continuar encomendando la propia vida y las perspectivas de la humanidad en las manos de estúpidos de dicha clase.