En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 2 Agosto 2020

Decimoctavo domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo A

Palabra del día
Evangelio de Lucas 12,13-21

Tesorizar

Es el error más colosal.
Es orgullo que ofende incluso a nuestra inteligencia.
Es la presunción más irracional que exista, la causa de un montón de mal y de muerte. La damos como la cosa más descontada en la vida, por toda la vida, es la ilusión que borra hasta nuestras capacidades neuronales, espirituales y físicas más elementares.
Lo damos por seguro dondequiera y siempre, en las relaciones, en el coche, en el supermercado, en familia, en el trabajo, en la religión. Es del hombre y sólo del hombre, ninguna otra forma viviente vive así. Es el pensamiento más persistente, aun si a menudo muy inconciente, es la forma de estupidez más exasperada y común. Nos la pasamos de generación en generación como testigo de nuestra especie.
Es justamente el error más colosal: nosotros pensamos tener el control. Nosotros vivimos y hablamos, pensamos y actuamos como dueños del mundo y de la vida. La madre piensa amar a su hijo, y por el contrario ejercita sólo el control, la prueba es que cuando el hijo se aleja de su control la madre está mal, esto no es amor, es posesión y control. Y es así para el político, para el amante, para el profesor, en el trabajo; es así para todo, sobre todo, con todo.
Jesús llama esta actitud estupidez, nosotros, por el contrario, en este estado mental nos sentimos listos e inteligentes. Pensamos tener el control incluso de los agentes atmosféricos, del corazón de las personas, de su futuro, de nuestro futuro. Pasamos la vida a controlar sutilmente quien nos debe controlar para educarnos, esperando crecer para retomar un control que no tendremos nunca.
Nos sometemos, muy a nuestro pesar, al control de profesores de cualquier tipo a la espera de retomar un día nuestra libertad que no llega porque, si se quiere encontrar trabajo, el control sobre ti continúa por parte de quien te da empleo o por los mecanismos económicos. Así la gente espera los días de la jubilación esperando que sean los días donde retomará el control de su propia vida.
Poder, dinero, belleza, éxito dan fuertes sensaciones de control de la vida, es sólo sensación, es ilusión pura, es droga que desconecta de lo real. En esta paranoia colectiva de búsqueda del control que puede derivar del poseer mucho dinero, tienen fácil terreno búsquedas exasperadas de ganancias enormes a través de loterías y juegos de todo tipo.
Las personas por lo contrario confundidas y débiles, que desean tener un poquito de control sobre su propio futuro, son presa fácil de magos y mistificadores de toda raza.
Necio, dice Jesús, es necio este sistema, marca una ausencia total de fe y de buen gusto existencial. Y luego Jesús explica el origen de tanta estupidez y también la posibilidad de sobrepasar esta necedad.
La verdadera necedad es que en nombre de un control que no tendremos nunca y que no es posible tener, la mente instiga al hombre a acumular riquezas para sí, literalmente: a tesorizar para sí mismo. He aquí la verdadera estupidez, vivir toda la vida y todas las relaciones humanas y cada jornada de esta maravillosa existencia sólo para tesorizar para sí mismos. Ésta es la verdadera necedad. Tesorizar en la vida, enriquecerse y enriquecer la vida en cualquier modo disfrutando de todos los dones que Dios nos ha ofrecido, es lo bueno de la vida, es la finalidad de la vida. Es motivo de gozo, de satisfacción, de gratificación, de paz y belleza. Pero tesorizar sólo para sí mismos es la muerte y la necedad más grande. La propuesta de Jesús es tesorizar enriqueciendo ante Dios, compartiendo cada bien para el bien también de los demás, ofreciendo nuestras capacidades y nuestros dones a la comunidad humana, por cuanto sea posible también gratuitamente. Es el don gratuito de nuestros dones que hace enriquecer ante Dios. 
Tesorizar cada instante ante Dios, eso es sabio, bueno, dona salud y paz a toda la persona. Pero para hacer esto es necesario olvidarse de poder tener el control de las cosas y acordarse que cada constricción es semilla de miedo y de tristeza.
El don de sí libera a la mente y sana también el cuerpo.