En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 17 Noviembre 2020

Trigésima tercera semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 19,1-10

Murmuraban

Zaqueo es un pecador, es un ladrón, un estafador, un usurero, pero usa los ojos para ver a Jesús, usa las orejas para escuchar la Palabra del Señor y sus inspiraciones, usa la boca para consagrar en las manos de Jesús su propia metánoia, la propia mutación del diálogo interior, dirigido antes al latrocinio, ahora al don y a la compartición. En cambio la gente, descripta con el término todos en el texto del evangelio, sí tiene ojos, pero sólo para la mirada escrutadora y juzgadora, sí tiene orejas, pero sólo para escuchar las críticas, las habladurías, los chismes, sí tiene la boca, pero sólo para murmurar, calumniar, denigrar. La gente tiene ojos, orejas y boca y no tiene otra cosa. Por si acaso la gente fuera dotada con otro, también a nivel cerebral, de todas maneras ha sido bien adiestrada a no valerse de eso por ninguna razón.
Zaqueo se sube al sicomoro, se levanta de un par de metros, lo que es necesario para elevarse espiritualmente hacia cumbres más altas, para ser puntual a la cita con el Maestro Señor. Zaqueo se quita fuera de aquel mortal todos, de aquella ciega, sorda, murmurante gentuza y usa a todo sí mismo para encontrar a su Señor que lo salva, lo restablece desde adentro, lo vuelve a centrar en el eje de la vida. Zaqueo se sube al sicomoro y se salva de la inundación de estupidez y de arrogancia que juzga al Hijo de Dios, sus elecciones, sus acciones. Zaqueo es un ladrón, un deshonesto como pocos, pero, en un instante, su inteligencia abraza su espiritualidad y se une en el deseo de encontrar Aquel que salva. En cambio la gente murmura sobre Jesús, murmura sobre Zaqueo, murmura sobre Dios, murmura sobre el hombre. A fuerza de murmurar la gente se llenará la boca, las orejas y los ojos de aquel lodo que por tanto tiempo ha hecho derramar de sí con tanta gratuidad y soberbia, y ahogará sin ni siquiera la posibilidad de gritar y de pedir ayuda.