En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 18 Enero 2021

Segunda semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 2,18-22

Lo nuevo

Lo nuevo viene de Dios, lo nuevo viene siempre de Dios porque se mueve en la potencia y en la fantasía del Espíritu y propende a mantener el movimiento y a guiar el movimiento de la vida hacia la unidad. Lo nuevo del hombre ya es siempre viejo y es evidente que viene del hombre porque es un nuevo que propende a parar y a reducir el movimiento de la vida. Lo nuevo del hombre utiliza la fuerza de la mente sin utilizar la potencia del espíritu, estancando cada progreso en un mar de estupidez siempre en ruta hacia la separación y la división. Un ejemplo para todos. La vida en contacto con la naturaleza obliga a la novedad, a lo imprevisto, al movimiento, a la vibración, a la vida misma. La vida lejos de la naturaleza obliga a la repetición, a la costumbre, a la comodidad, reduce el movimiento, la vibración, lleva a la necrosis.
También lo nuevo que viene de Dios puede ser fagocitado por la mente humana y reducido en un gris, aburrido, inútil, fanático mazacote de sustancias rituales y legales sin más vibración, movimiento, amor.
La propuesta de Jesús, el evangelio que nos ha donado, es la novedad más innovadora de toda la historia humana en cada sector del conocimiento. Adentro han sido reunidos conocimientos y dones, luz y potencia para cada orden y grado de la vida y de la existencia del hombre. Jesús mismo subraya con fuerza que su evangelio es algo tan nuevo y detonante que no podrá en ninguna manera ser usado para hacer envejecer, detener y bloquear la humanidad. Al contrario, anuncia que quien usará su evangelio para avalar atávicos intereses mortales, detener el empuje innovador del Espíritu, reducir el movimiento de la novedad y de la inspiración, con tradiciones, convenciones humanas, en su momento verá todo lo propiamente construido arrancado fuera de sus manos, verá verter toda su propia cosecha en la nada.
Si también el hombre no tuviera la fuerza interior de creer en Jesús como Hijo de Dios, debería, por verdadera inteligencia y personal astucia, obrar en todo el mundo con toda la fuerza para hacer acercar a todos la potencia del evangelio, para multiplicar por todas partes no una religión, sino el conocimiento de estos procedimientos para que todos puedan ponerlas en práctica para su propio bienestar y para el bienestar de toda la tierra. Pero si el grupo de hombres que dice creer en Jesús religiosamente se consagra, en vez de iluminar a las gentes, a ejercer el monopolio sobre las fuentes mismas de la cristiandad, sobre el real conocimiento de los procedimientos evangélicos, para ajustar su flujo de las informaciones de manera que su difusión controlada pueda favorecer únicamente a los objetivos de poder y hegemonía prefijados, esto está contra la gloria de Dios y el nombre de su pueblo.
Con respecto a eso dice Jesús en Mateo 23, 13: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; No entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren.