En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 20 Enero 2021

Segunda semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 3,1-6

Ley y amor

La ley protege sólo a sí misma. A la ley no le interesa la justicia, ningún tipo de justicia. También a la justicia no le interesa la justicia, en realidad el culpable o el inocente a la ley no le interesan en el modo más absoluto, no provocan ninguna mutación emotiva, ninguna vibración, ningún vínculo, interés, dedición, cuidado. A la ley y a la justicia les interesa únicamente salvar el procedimiento mismo de la ley y de la justicia. La ley no podrá jamás ser igual para todos por el simple hecho que la ley viene, debe y puede ser interpretada continuamente. La interpretación es, por su esencia, parcial y no protege nada a excepción del procedimiento mismo de la interpretación.
Sólo el amor protege la armonía, cuida al bien verdadero, vibra por la realidad del hombre real, sólo el amor tiene la visión real de la realidad; la ley no tiene la visión de la realidad, del hombre real, no puede tenerla por antonomasia. La fuerza destructiva de la ley está justamente en el hecho que no se le puede pedir alguna forma de conexión con la realidad, ninguna realidad real.
Las palabras del Padre, los procedimientos divinos para la felicidad del hombre brotadas estupendamente de la boca misma del Logos divino Jesús, vienen fagocitadas por los procesos venenosos de la mente víbora – Jesús llama raza de víboras a los hombres que se dedican a este proceso -, que transforma las palabras divinas en leyes y preceptos empleados para adormecer la profecía, justificar torturas y masacres, saqueos y embrollos, estimular aversiones y rebeliones únicamente con la finalidad de reestabilizar los poderes fuertes, y al final, dividir, dividir, dividir. La ley y la justicia sin amor son una guillotina que todos se sienten con el derecho, en nombre de Dios y de la verdad, de hacer saltar sobre el cuello de quien sea.
La gracia y la eficacia de un santo procedimiento, el shabbat, dictada por Dios mismo para la magnificencia de la vida del hombre, han sido tan contaminadas y envenenadas por las mentes víboras, que Jesús, el Hijo de Dios encarnado en esta humanidad, se encuentra con no poder más sanar y amar en día de sábado, siendo acusado de no respetar el shabbat porque desea salvar y curar, socorrer a un enfermo.
Jesús se indigna, Jesús Dios se queda sin aliento delante de la dureza y estupidez de estos corazones. Quizás Jesús, en aquel momento, habrá pensado que se equivocó de planeta.