Locura
Es un exaltado, literalmente, está fuera de su esencia, está tan loco que no es posible tener una confrontación con él. Es un verbo durísimo, indica que ya no es posible tener una confrontación, una relación, un diálogo con aquella persona.
Tal vez es la afirmación más ofensiva y al mismo tiempo más luminosa de todo el evangelio con respecto a Jesús. Si la racionalidad de su proceder argumentativo, si la siempre perfecta coherente asertividad de su modo de comunicar, si su no tener miedo del juicio de nada ni de nadie, si su potencia en el sanar leprosos, paralíticos, ciegos y cojos, si su profunda mansedumbre y humildad, si su compasión para con todos y cada uno, si su majestuosidad y armonía, si el conocimiento que ha trasmitido e inspirado al hombre para una vida más llena y vital, si la invencible nostalgia de amor y de bien que sabía suscitar, si su silencio amante, nunca violento, en los días de la tortura y de la violencia, si su inconmensurable inocencia y delicadeza, si su gracia y belleza, si todo esto es de un loco, si todo esto significa estar fuera de sí, fuera de la propia esencia, si esto implica un impedimento a cualquier confrontación humana, ¿qué otra cosa podría desear jamás un hombre sino esta magnífica, espléndida, bendita locura?