En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 24 Enero 2021

Tercer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Palabra del día
Evangelio de Marcos 1,14-20

Ahora

Cuando lo has pensado ya es tarde. Y cuando lo piensas o es al pasado o al futuro. Cuando pensamos en la vida, en los compromisos, en los problemas, en las relaciones lo hacemos declinando las imágenes de nuestro logos interior al pasado o al futuro. No lo notamos, se nos escabulle desde el instante en que nacemos, es un mecanismo mental tan adquirido y tan utilizado que no nos damos cuenta. Se necesita tiempo, mucha disciplina y tanto silencio, silencio en oración para comenzar, sólo para comenzar a darnos cuenta de esto. Todo razonamiento de la mente, cada inscripción que trazamos en nuestro corazón, cada aliento de pensamiento que irrumpe en nuestro conciente o inconciente es pasado o futuro.
Delante de las cosas bellas y de las cosas desagradables que nos suceden tenemos el valor de hacernos, por diferentes motivos, siempre la misma pregunta mental: ¿Cuánto durará?
En los fracasos la mente va al pasado, a los errores, al modo de comportarnos y al modo de comportarse de los demás que nunca hemos digerido. También en el éxito la mente va al pasado para hacer una comparación y encontrarnos ganadores, y de todas maneras va al futuro para predecir que sucederá ahora a la luz de este éxito. Pasado y futuro son los tiempos de la mente humana. En la gran mayoría de los pensamientos ni siquiera nos damos cuenta lejanamente de esto, pero ocurre así.
Pero, si ya no logramos ni siquiera darnos cuenta del proceso que usamos para declinar la vida siempre al pasado o al futuro, una cosa sin embargo podemos aún sentirla. Podemos sentir todavía la tristeza y el miedo que son el resultado emotivo de este proceso. Cada pensamiento, cada tipo de pensamiento, cada conversación interior nuestra, cada logos interior nuestro determina y desencadena inmediatamente una reacción emotiva, una emoción, un estado de ánimo. No nos damos cuenta, pero cada pensamiento que formulamos lleva consigo una emoción particular que después determina, en tiempos diversos, el estado de nuestra alma y de nuestro corazón. Por eso, aunque se nos es difícil entender y sentir inicialmente el tipo de declinación mental que usamos para afrontar la realidad, podemos con mayor facilidad verificar el estado de ánimo, las emociones que nos bailan en el corazón.
El pasado procura sentimientos de culpa, el futuro, ansia. He aquí, de las emociones se puede entender como estamos posicionados mentalmente y por lo tanto como obligamos a vivir a nuestro corazón.
Tensión, presión síquica, agitación, irritación, inquietud son hijas del ansia, de un proceso mental en su mayoría extendido al futuro, a aquello que vendrá. Inseguridad, incertidumbre, dudas, bochornos, vacilación, desconfianza son hijos de los sentimientos de culpa, de un proceso mental en su mayoría extendido al pasado.
Cuando nuestra mente está encerrada en el pasado o encastrada en el futuro, sufre, sufre terriblemente, porque el espíritu que está en nosotros es imagen y semejanza de Dios y está creado y, por decir así, programado en el presente. El espíritu no conoce otra cosa que la realidad del presente, no está conectado más que al presente, a la realidad de aquello que es ahora. Nuestro espíritu no logra siquiera concebir la existencia del pasado y del futuro, porque no existen, el espíritu no está programado para concebir, ver, entender, afrontar aquello que no existe, aquello que no es aquí y ahora.
El pasado no existe más, el futuro no existe todavía, y sin embargo considerados como datos reales e influyentes de nuestra mente, pasado y futuro tienen el poder de destruir a un hombre y una mujer también en tiempos breves. La verdadera muerte del hombre es considerar y afrontar como real aquello que no lo es y considerar irreal e inexistente aquello que en vez es real. En este engaño reside casi la totalidad del sufrimiento humano, porque afrontamos como realidades verdaderas e importantes, que absorben empeño y fatiga, realidades inexistentes, y por el contrario descuidamos realidades presentes y fundamentales porque las consideramos irreales e inexistentes.
El ansia y el miedo, los sentimientos de culpa y el frenesí con el cual vivimos nos pueden narrar perfectamente como razona nuestra mente delante del presente y de la realidad.
Para nuestro espíritu no existen más que la realidad y el presente, no hay otra cosa para amar, afrontar, conocer y entender, aún cuando la realidad y el presente no nos caen bien y no nos gustan para nada. El presente existe, es la única cosa que existe, y el presente es la realidad, aquello que sucede ahora. Ahora, en este momento, inmediatamente, aquí, en este lugar hacen parte de la gramática de la realidad, es el tiempo-lugar de la vida, el tiempo y el lugar donde la vida ocurre y también Dios se manifiesta y se hace conocer. Para comunicar con los hombres, Dios no tiene otra posibilidad que el presente, la realidad. Realidad que puede ser terrible o bellísima, pero no existe más que la realidad presente y, en la realidad presente, todo puede ser cambiado y modificado. Sólo en la realidad se puede realmente intervenir y vivir.
El tiempo se ha cumplido, está presente el reino de Dios; conviértanse y crean en el gozoso anuncio. El texto está en presente, Jesús habla en presente, pide y propone en presente. En las palabras de Jesús el reino de Dios es realidad presente, no un sueño que vendrá. El tiempo se ha cumplido, no hay más pasado, no hay futuro. Pasado y futuro existen sólo en nuestra mente, por lo tanto no existen en absoluto. La propuesta de Jesús es toda en presente, es siempre en presente, es siempre ahora y aquí, no es nunca después y en otro lado, porque un después y en otro lado no existen, y aquello que no existe no hace parte del mundo de Dios.
Conviértanse y crean en el gozoso anuncio. La propuesta está toda en presente, el anuncio de Jesús es siempre en el presente de Dios Padre y de la vida divina que tenemos de regalo. Es ahora que nos convertimos y creemos, no después o mañana. Ahora y aquí, en este lugar y no en otro lado. Aquí es el lugar de la conversión de nuestra mentalidad, ahora es el tiempo para creer y para entender, para adherir al evangelio, no hay otro momento más verdadero, mas bello y potente. En este momento y aquí es posible cambiar los pensamientos y adherir al evangelio, sea como sea el presente, la realidad. Aquí y ahora es posible vivir, en el trabajo, en descanso, humillados o exaltados, pobres, ricos, sanos o enfermos, solos o en compañía, amados o traicionados, pero aquí y ahora.
Es aquí y ahora el lugar para cambiar mentalidad y adherir al evangelio para ser felices. Se puede, se debe. Aquí y ahora. La sonrisa es ahora, si lo haces, la alegría es en este momento, si cambias pensamientos ahora, una oración es ahora, un abrazo es inmediatamente.
El anuncio de Jesús es todo estupendamente en presente y en este caso, bastante insólito en el evangelio, también la respuesta sigue el ritmo de la propuesta, el ritmo del presente. Viviendo y respondiendo en presente la vida adquiere una musicalidad nueva, un ritmo completamente diferente, el ritmo y la armonía de la vida de Dios, en Dios, por Dios.
Inmediatamente los llamó, dice el texto, inmediatamente dejadas las redes lo siguieron. En aquel inmediatamente sucede un milagro lejos de las posibilidades de la mente humana que todo debe controlar, pensar, redistribuir, programar, calcular.
Inmediatamente es según el ritmo de Dios y del amor, el ritmo de la vida que camina inexorablemente hacia la alegría. La respuesta de los discípulos en este caso es al ritmo de Dios, ahora e inmediatamente. Bellísimo, musical, entonado, armoniosamente perfecto. Inmediatamente no quiere decir prisa, agitación, ansia de rendimiento, fanatismo sin corazón, adhesión sin elección profunda. Inmediatamente indica la realización, la potencia del sí, de la adhesión sin cálculos ni arrepentimientos, indica el sí del amor que no debe llegar nunca con atraso. Indica ausencia de juicio y prejuicio, ausencia de cálculo y previsiones, dudas y miedos.
El inmediatamente es el tiempo y la música de María Santísima. Inmediatamente aquí y ahora es el ritmo de Dios, del Santo Paráclito, es la música de la realidad.
Dios ama inmediatamente, perdona ahora, ayuda siempre y al instante, crea hoy, y ahora te habla, habla a ti y a todos a través del presente y de la realidad.
Inmediatamente, ahora, en este momento y aquí son los tiempos de Dios, sin pasado ni futuro, sin sentimientos de culpa ni ansia. El evangelio vive y hace vivir el tiempo de Dios, el presente, que por cuanto difícil o extraño sea, es la única posibilidad que tenemos para ser felices.