En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 13 Febrero 2021

Quinta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 8,1-10

Diferentemente conscientes

Son muchos y distintos los nombres y las representaciones con las que se describe, a lo largo de la historia, el proceso de desertificación social a través del cual pocos hombres poseen y gestionan los recursos de todos y mantienen los muchos en la miseria y en la depresión social. Que sean reinos fundados sobre la línea de la sangre o andamios religiosos construidos sobre la presunta voluntad divina, que sean prepotentes imperios colonizadores, dictaduras tiránicas o tolerantes gobiernos liberales, democracias ilustradas, antiguas y nuevas repúblicas, el proceso, que asegura y garantiza la desproporción social entre el lujo desenfrenado, el poder de los pocos y la miseria, la esclavitud de los muchos, no cambia, nunca cambia. Esta desproporción maléfica no es fruto del destino indeformable, de errores políticos y sociales, de la voluntad de Dios, del hado, sino es una elección, simplemente una elección, una elección precisa y determinada. Revoluciones populares, trastornos sociales, vuelcos ideológicos y culturales, guerras tras guerras, revueltas del pueblo sirven únicamente para cambiar y para entorpecer la percepción de los pueblos con respecto a su propia miseria y a su propia esclavitud, pero nunca, absolutamente nunca para cambiar la elección. Vínculos familiares, partidos, religiones, patrias y naciones, banderas, modas, clases y castas sociales, equipos deportivos, bloques económicos no tienen otro objetivo que mantener divididos los perdedores, mantenerlos los unos contra los otros, mantenerlos débiles intelectualmente, frágiles emotivamente, vencibles y controlables espiritualmente.
Jesús tiene compasión, tiene infinita compasión del mundo de miseria y tristeza, de estrechez y necesidad, de escasez que nos hemos construido sin él y de la manera de vivir que nos hemos dado, que hemos aceptado que nos fuera dado e impuesto en la falta de la seguridad, de la salud, del bienestar, de la armonía, de la paz.
Jesús tiene compasión por el desierto de soledad y de inedia que el hombre se ha construido, en el que nos han adiestrado a vivir y en el que, a nuestra vez, luego nos hemos acostumbrado a sobrevivir. Desierto provocado por la estupidez y por la ignorancia de los muchos que aceptan como un hado intocable y una predestinación divina que poquísimos listos y poderosos posean y gestionen los recursos de todos.
Jesús no multiplica el pan sólo por el hambre de aquella tarde, sino indica al mundo y a todos los corazones de los hombres que podemos vivir diferentemente, y para vivir diferentemente es necesario ser diferentemente conscientes, diferentemente inspirados.
Jesús no cumple sólo el milagro del pan, no llena sólo cestas y barrigas, sino llena los corazones y la mente de aquella gente con la conciencia, con la inspiración espiritual que donde está Jesús, donde se viven verdaderamente Jesús y el evangelio, hay y habrá siempre abundancia y bienestar, paz y armonía, compartir, respeto a la dignidad humana y a la naturaleza.
La multiplicación de los panes inspira la verdadera única revolución contra cada poder fuerte hegemónico e injusto. Jesús inspira a volverse, en el corazón y en la mente, diferentemente conscientes de la dignidad altísima que cada hijo de Dios comparte con Dios mismo. Si el hombre se siente verdaderamente hijo del único Padre, y está seguro de poder recibir de él, a través del propio ingenio y de la propia inteligencia, cada bien y bienestar para la vida, no podrá nunca en ninguna manera entregar su mente y su dignidad en las manos de un poderoso por un trozo de pan, bajo el peso del ansia de lo necesario.
Jesús recuerda al hombre que la elección de los poderosos de tener y poseer todo es una elección que no se gana en las plazas con las revoluciones o en los campos de batalla, sino volviéndose diferentemente conscientes. Conscientes de no ser hijos de los hombres y de sus adiestramientos y legados, sino hijos de Dios, del único Padre, hijos de su armonía y de su divino espléndido bienestar. Si mantener la propia libertad y dignidad, siguiendo el evangelio, puede procurarnos persecución y hambre, irrisión y soledad, no será nada más que un honor y Dios mismo proveerá a nosotros directamente.
Jesús nos inspira a no renunciar nunca a nosotros mismos y a nuestra dignidad, a no hacerse nunca mantener por el poder ni siquiera por causa de la necesidad del pan, porque, si no renunciamos a nuestra divina dignidad, Dios mismo proveerá a nosotros en cualquier manera. Los esclavos permanecerán esclavos, los poderosos permanecerán poderosos hasta que todos no nos sintamos realmente hijos del único Padre.
En el camino del evangelio, para seguir a Jesús es posible elegir el desapego de los bienes, la pobreza, la total confianza en la providencia, pero no la miseria, la inedia, la necesidad continua. El ansia del pan es fruto del engaño de Satanás, no puede nunca ni nunca podrá ser una elección, es, más bien, una esclavitud inducida y provocada.