En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 21 Febrero 2021

Primer domingo de Cuaresma – Ciclo B

Palabra del día
Evangelio de Marcos 1,12-15

El paso Metanoèo

Apenas amanece, un hombre sale de su cabaña, coge el arco y las flechas y va a cazar en dirección al paso alto del monte Metanoèo. Repentinamente, lo envuelve una tormenta de nieve. Disminuye mucho su velocidad al caminar, pero continua el trayecto hacia el paso, donde sabe que puede encontrar, con un poco de suerte, un grupo de gamuzas que pasan el invierno por aquellos lugares. Es obligado a detenerse por la nieve y a hacer un amplio y largo giro para llegar a la zona del paso.
La jornada avanza velozmente, el cazador está bloqueado en una especie de caverna natural para dejar pasar la tormenta. No sabe si podrá salir de ésta, pero en la mente y en el corazón hay sólo pensamientos de gratitud y de agradecimiento por la vida, para el Señor de la vida, por estar de una manera u otra allí, para luchar, sentir el frío, buscar alimento con los ojos, las manos, el corazón, la piel. Poco tiempo después siente claramente, aunque aplacado por la nieve, el avance de animales en grupo. Se acerca a la salida de la caverna y se encuentra a espaldas de una gamuza joven que está alcanzado el grupo un poco más arriba. En el silencio, la gamuza golpeada, se abate. El cazador se amarra al animal muy estrechamente sobre la espalda y comienza a descender a lo largo del canal cubierto de nieve. Abajo, en el valle, la nieve es tan alta que cada paso es una hazaña llena de fatiga y de equilibrio.
Llega al campamento al final del día, en silencio, casi de forma inesperada. Sale su mujer de la cabaña, una mirada de complicidad y de felicidad por la vida que vive en su hombre y por el alimento que tiene sobre su espalda. Las otras cabañas vuelven a la vida, es tarde, pero en este periodo el hambre es más fuerte que el sueño. El campamento se despierta. El fuego vuelve a partir, la fiesta da inicio.
El cazador se siente honrado y orgulloso de la vida.
Apenas amanece, un hombre piensa que sería bonito y necesario alzarse e ir a cazar, pero considera también que alguien más podría ir. Después, recuerda que ayer el cielo anunciaba nieve. Le viene en mente que hay todavía un poco de carne seca. Reflexiona sobre el hecho de que podría también no encontrar animales para cazar.
Considera más conveniente quedarse donde hace calor, formulando la hipótesis de que quizás otros en el campamento partirán para ir a cazar hoy. Se imagina que quizás algún animal herido podría también acercarse al campamento en busca de alimento. Supone que con este frío también los animales se quedarán bien refugiados y escondidos, y después, hay siempre el riesgo de que se pueda hacer daño.
Al final se duerme y sueña. Sueña que va a cazar, que captura la presa, que regresa victorioso con el alimento sobre sus espaldas, y después, que está entre los brazos de su mujer para festejar. Pero realmente no ha existido la comida, ni el fuego, ni el abrazo de su mujer, ni la fiesta.
Cuando se levanta está vagamente triste, durante la jornada se molesta hasta con su mujer por una tontería, y hacia la tarde, trabajando la leña delante de la cabaña, se corta un brazo hiriéndose gravemente. Al final piensa que la vida es avara con las satisfacciones y que es realmente un asco.
Tres días después, cargado de estos sentimientos y de sus armas y de su herida, parte para ir a cazar. En su mente el miedo de no encontrar nada, en el corazón el fastidio de tener que estar allí forzosamente para dar de comer a su gente, en su cuerpo las tenazas del frío y el dolor de la herida.
Llega al paso Metanoèo, bajo una tormenta de nieve, exhausto y desilusionado. Los pensamientos no han cambiado, la rabia no se ha disuelto, no se ha disuelto la tristeza, no se ha disuelto el miedo. Así, tenso y oscuro ni siquiera se da cuenta de un grupo de gamuzas que le atraviesan el camino, un poco más adelante. Se van alejando lentamente por la gran cantidad de nieve. Agotado se deja caer sobre la nieve pensando que la vida es un asco. No regresará nunca a la aldea.
La tentación más grande es la no fe, es no creer que estamos siempre acompañados, amados, seguidos. La tentación más grande es perder la confianza, quedarse en el laberinto de los propios pensamientos oscuros.
El paso Metanoèo es el paso de la vida. Cambiar los pensamientos es el secreto de los secretos, cambiar el diálogo interior con las palabras de la Fe, con las palabras de Jesús, es la llave que abre todas las puertas de la paz y de la serenidad.
Cuando el tiempo llegó a su plenitud, Jesús inicia su misión y sus primeras palabras de salvación suenan justamente así: Cambien mente y crean en el gozoso anuncio. Es la invitación maravillosa para cambiar el modo de pensar, para alejar la mente de los usuales procesos adquiridos por el adiestramiento o por nuestras experiencias de conflicto y de miedo. Para nuestro nuevo y regenerativo diálogo interior cotidiano, Jesús nos propone el Evangelio. Aprender a respondernos y a hablarnos interiormente con el Evangelio. Aprender a oponer a nuestros pensamientos de fastidio y de juicio las palabras liberadoras de Jesús.
Prueba a sumergir tu diálogo interior en una frase de Jesús que te gusta, que sientes tuya en este momento.
Prueba por algunos días. Tus emociones cambiarán, tus gestos cambiarán. Te sentirás felizmente diferente, luminoso y sereno.
Si logras hacer el paso Metanoèo, tu vida, también en las dificultades, te mostrará su belleza y esto tiene el poder de cambiar la vida, cada vida y la vida del mundo entero.