En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 23 Febrero 2021

Primera semana de Cuaresma

Palabra del día
Evangelio de Mateo 6,7-15

Paganos

Jesús usa el término paganos para describir tanto una categoría de personas entregada a la adoración de falsos dioses, como una actitud mental y espiritual extremamente peligrosa, que puede afectar a cualquier hombre en su relación con Dios. Jesús indica como profundamente ineficaz, como inútil desperdicio de palabras, incluso una falta de respeto hacia Dios, usar la oración para dar a conocer nuestras necesidades a Dios. Jesús siente que debe recordarnos que el Padre conoce todas nuestras necesidades y esperas, nuestras exigencias y nuestros deseos ya antes de que nosotros mismos seamos capaces de conocerlos y ya antes de que logremos organizar un solo pensamiento y una sola palabra para manifestárselos a él. Jesús cuida de advertir a sus discípulos que esta actitud religiosa en la oración es una costumbre tanto obtusa como propagada, es un desperdicio inútil de palabras que revela un malo y limitado conocimiento del corazón de Dios, una incauta superficialidad espiritual y que no entrega a la vida ningún provecho y bienestar. Es una forma de oración que se conforta con la suma de palabras, se arrellana y se descansa en la sonoridad de invocaciones más o menos sugestivas, pero que quitan potencia a la oración misma.
Ambición y estupidez tienen urgencia de manifestarse a través de aluviones de palabras porque es su naturaleza, necesitan la insistencia de las palabras y se sostienen con la generación emotiva de las opiniones, la repetición extenuante de las falsedades más delirantes, hasta sonar, a los oídos de los descuidados, como verdades y certezas. Esa necia costumbre puede generar el insidiosísimo razonamiento según el cual también con Dios hay que portarse de la misma manera. Creemos que el Señor tenga necesidad de nuestra montaña de palabras insistentes y provocantes para conocer nuestras necesidades y venir en nuestra ayuda. Este razonamiento da por hecho que el Dios al que rezamos no nos conozca para nada, no nos ame, no nos considere, no sea nuestro Padre amoroso y atento. Si nuestra oración es para convencer a Dios a fuerza de palabras, significa que el Dios en el cual creemos está lejos y es sordo, desganado, insensible, obscuramente distante y lunático. Según esta convicción, Dios es ávido de la vehemencia verbal de sus hijos y tiene necesidad de dosis cada vez más retumbantes e insistentes de palabras para ser convencido, en su divina pereza, de que venga en nuestra ayuda para cuidar de nosotros. Este sistema de pensamiento es ultrajoso y estúpido, y la estupidez nunca es inocua, nunca.
Por eso Jesús, antes de enseñarnos el Padre Nuestro, llama nuestra atención sobre la inutilidad de la actitud espiritual de los paganos concentrados en una oración ineficaz y pretenciosa; dice, de hecho: no hagan como ellos. Ellos, los paganos están acostumbrados a postrarse a los pies de los poderosos por un trozo de pan, pero los poderosos son sordos e injustos, insensibles; los poderosos son atentos y diligentes sólo por sus propios intereses y provechos. Ellos, los paganos, sometidos y resignados, están acostumbrados a gritar sus necesidades y pobrezas a orejas y a corazones de piedra, están acostumbrados a respuestas vacías y falsas, están acostumbrados a la injusticia perversa de los poderosos y además creen que Dios es injusto y perverso de la misma manera.
La primera vía de luz, que Jesús nos ofrece en el Padre Nuestro para rezar con amor y eficacia, está indicada en la necesidad de no conceder nunca, por ninguna razón, espacio y palabras a nuestra mente para maldecir la vida y para pensar mal de Dios. Nos revela esto, tanto en la parte introductoria de la oración, donde los términos y las palabras que se dirigen a Dios están todas marcadas hacia la alabanza y la bendición de su nombre y de su voluntad, como al cierre de la oración misma donde se excluye, de manera absoluta y definitiva, que Dios pueda procurarnos algún daño o ser la causa de nuestro mal y de la tentación; por el contrario está precisado que sólo él puede arrancarnos de las fauces del mal y de la tentación.
Sólo si la mente está libre del pensar mal de Dios, el corazón puede implorar eficazmente para pedir el pan de hoy, pan como suma de todo lo que nos sirve para vivir en el instante presente.
La segunda vía de luz, para rezar con amor y eficacia, Jesús nos la ofrece en la terminología misma de la oración que nos enseña, oración toda en presente, siempre en el presente. Según Jesús hay dos días en la vida en los que no es posible hacer nada y son el día de ayer y el de mañana, por eso el Padre Nuestro está todo declinado en el presente. El imperativo griego utilizado, de hecho, pertenece al sistema verbal del aoristo, para indicar una acción en un tiempo sin tiempo, una acción ya cumplida en el instante en el cual es pronunciada. En el Padre NuestroAvùn en arameo – se afirma sólo lo que ya el Padre ha establecido y querido, lo que cumple y ha cumplido en cada instante para nosotros.
La tercera vía de luz, para rezar con amor y eficacia, Jesús nos le enseña revelándonos al final el corazón de la oración, de toda oración, de cada vínculo de amor: el perdón, perdón que se recibe de Dios en el instante exacto en el que también nosotros lo ofrecemos a nuestros hermanos. El corazón de corazones de la oración, el poder de la oración, el sentido mismo de la oración además de la alabanza – Jesús lo repite como consideración conclusiva – es el perdón que se pide a Dios y se ofrece a los hermanos. La verdadera oración de amor es esta, el resto arriesga ser una inútil, irrespetuosa, limosa repetición de palabras que no cambia la vida y no calienta el corazón.