En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 16 Marzo 2021

Cuarta semana de Cuaresma

Palabra del día
Evangelio de Juan 5,1-16

¿Quieres curarte?

Narrado sólo por Juan, éste es el tercer milagro cumplido por Jesús después de las bodas de Caná y después de la curación del hijo del funcionario gobernativo.
La curación del paralítico en la piscina de Bethzatha o Bethesda – del hebreo Bet Chesed “Casa de la Misericordia”, a su vez del caldeo Bet Chesda, “Casa de la Gracia” – ocurre el día sábado, un sábado de una fiesta importante. Jesús sube de Galilea a Jerusalén, cumpliendo los 900 metros de desnivel en dos, tres días de camino. Llega a la puerta de las ovejas, la puerta por la cual las ovejas entraban en los establos, para luego acceder a la explanada del templo para los sacrificios: se trata por lo tanto de una puerta que conduce directamente al templo. Aquí estaba la piscina de Betsata con cinco pórticos, cerca de la cual yacían un sinnúmero de enfermos, ciegos, cojos, tullidos y muchos más, todos en la espera de que el agua se moviera. Según una tradición antigüísima, atestada ya desde los tiempos de Melquisedec, de vez en cuando un ángel descendía del cielo y movía el agua, haciéndola milagrosamente terapéutica contra todo mal; la gente naturalmente no veía al ángel, pero intuía su presencia por el simple característico movimiento del agua. Cuando el agua se movía – eso podía pasar una o dos veces por semana  - y por lo tanto se volvía extraordinariamente terapéutica, cualquiera que estuviera enfermo y hubiera tenido la posibilidad de sumergirse primero en el agua, recobraba sin duda la salud.
Los fariseos y los dirigentes del pueblo, obviamente, no creían para nada en la bajada del ángel, sino consideraban la piscina una fuente de todas formas equipada con particulares cualidades curativas, así era también para los romanos y los griegos que la utilizaban. La piscina representaba una situación que los dirigentes del pueblo habían aprendido desde el principio a convertir para su ventaja. De hecho por un lado garantizaba al poder el control, la gestión y la monitorización del sufrimiento y de la pobreza, a través de la sumisión del pueblo, bajo la presión de antiguas creencias entre religión y magia, por otro lado la ventaja económica de los dirigentes del templo que, gestionando la piscina, garantizaban la entrada en agua, en tiempo útil, sólo a los enfermos ricos y acomodados, reservándoles a ellos la plaza. Los pobres, que no tenían nada para pagar, podían en cambio esperar incluso muchos años antes de que algún guardián piadoso se compadeciera de su suerte y ayudara a uno de ellos a descender en el agua para salir curado. El templo es la sede del poder y de la parálisis espiritual, la piscina es la sede del pueblo, el lugar de la sumisión y del sufrimiento.
Jesús sabe, sabe de la obscena injusticia, sabe del mercado, sabe de los 38 años del viejo sin la caricia de un gesto de piedad, Jesús sabe que en el templo se celebra la fiesta religiosa y en la piscina el tormento de la injusticia y de la soledad desesperante. Jesús se autoexcluye de los festejos, no va al templo, sino va a donde la gente sufre y está aplastada.
El hombre enfermo está afectado por una dúplice enfermedad: su propia enfermedad y la soledad de los pobres; Jesús toma la iniciativa y dona una dúplice curación: la salud y el amor. Para hacer eso Jesús se separa drásticamente de toda forma religiosa, que por su naturaleza es legalista, formal, persecutoria, tan fuera de la realidad de la gente hasta ser incapaz de entender el sufrimiento del hombre y la divinidad de la presencia mesiánica del Cristo, de percibir gozo ante la vida que renace.
Jesús se separa de esta religiosidad malsana y se sustituye a la fuente terapéutica de la piscina.
Así como ha ocurrido en el pozo de Jacob, Jesús se sustituye históricamente a todo lo que para el hombre era sinónimo de salvación, curación, liberación, resurrección y vida. Es más, nos enseña cómo en el tiempo y en el templo hemos sido nosotros los que hemos remplazado a él, que es la Vida, con culturas de muerte, leyes sin honor, costumbres irracionales, tradiciones inútiles, religiones vacías, leyes y preceptos que conducen lejos del amor.
Jesús se sustituye al agua de la piscina y a la ley del sábado, porque desea liberar al hombre, cada hombre, de la parálisis interior del alma. Esto provoca una reacción hostil y violenta por parte de los dirigentes del pueblo, que en Jesús ven derretirse, en un instante, como nieve al sol, su poder fundado sobre la ignorancia y sobre la sumisión del pueblo y, al mismo tiempo, ven desaparecer toda posible ventaja económica, en dicha circunstancia, también aquella relacionada con las entradas de la gestión de la piscina.
Jesús transgrede la ley del sábado en nombre del amor por el hombre, los dirigentes del pueblo transgreden el amor para con el prójimo en nombre de la ley del sábado.
¿Quieres curarte? – en griego thèlei hyghiès ghenèsthai, literalmente: quieres sano-salvo volverte – dice Jesús al enfermo.
En realidad, Jesús no pregunta al enfermo si desea curarse, volverse sano, pregunta algo mucho más profundo y extendido, con respecto a la curación y a la salud. El verbo ghìnomai, “estoy generado, me vuelvo ” – del acadio qinnu, “generación” – es unido al adjetivo hyghiès, “sano, en buena salud, robusto, intacto, incólume” pero también” sincero, fiel, justo”. La etimología de este adjetivo, de orígenes sánscritas-indoeuropeas, ilumina sin embrago de ulterior luz y sabiduría su significado: hyghiès está formado por la partícula y-, que significa “bien”, unida a la raíz gwi-, “vida”. Por lo tanto literalmente hyghiès significa: “que vive bien”. Pero yendo más en profundidad, la raíz sánscrita gwi está a la base de la formación de bìos, “vida, existencia”, y de zoè, “vida”, así como del verbo latín vivere, “vivir, tener vida, estar vivo”. Es por lo tanto “existencia, manera de vivir, esencia de vida, cada sustancia para la vida”.
Jesús en realidad pregunta: ¿Deseas ser regenerado en la Vida? ¡Magnífico! Ya no son la tradición, la ley, la religión que salvan, ahora, lo que salva, se puede encontrar sólo en Jesús Señor, y la curación que él trae y dona es curación total, regeneración a la vida, a la vida verdadera y completa.
En el tiempo en el cual los dirigentes de los pueblos, para sus ventajas económicas, están decidiendo como destruir la humanidad, los pueblos pueden aún alargar la mano y la voz del corazón hacia Jesús, Señor de la Vida, e implorar ser regenerados a una vida nueva, completamente nueva. Ganará quien lo habrá deseado con más fuerza.