En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 4 Abril 2021

Domingo de Pascua

Palabra del día
Evangelio de Juan 20,1-9

Se ha hecho día

Nadie puede ya interferir, agregar, planificar, modificar este día. Lo que está hecho, hecho está. A Satanás se le ha concedido un tiempo, lo ha utilizado muy bien, ha tenido éxito en su intento de convencer de que matar a Jesús fuese una cosa buena y santa. Lo ha logrado.
Jesús Dios ha aceptado con amor y en silencio. Pero ahora el tiempo de las interferencias ha terminado.
Este es el día de Jesús Resucitado, su santo día, de su absoluta y divina propiedad, ninguno puede osar palabras de más, derechos de propiedad o de prelación. Es el día del Señor Jesús, es todo suyo, es el día de la Resurrección que ya no tiene fin. Se lo ha conquistado con el sudor y la sangre, momento tras momento, en silencio, bajo los golpes del látigo, bajo los escupitajos, coronado con espinas. Se lo ha conquistado estrellándose de cara en el camino con la cruz amarrada a los brazos. Desnudo, clavado, mofado, humillado, asesinado en cruz, se ha conquistado el derecho eterno sobre este día. Hasta que la gente reía, los poderes se jaraneaban, los poderosos depredaban toda dignidad al Hijo de Dios, el Hijo de Dios se ha adquirido, por amor, el derecho eterno sobre este día: el día de la Vida. Satanás no puede hacer nada más allá de este día, la muerte ha ya desencadenado su último grito, ahora debe callar. Jesús en este día vence el mundo, y a él Dios Padre ha ahora dado todo poder en cielo y en tierra. A él se someterán los reyes, los gobiernos, la gente y los pueblos de toda la tierra. Este es su día.
A nosotros la elección, ahora, o nos dejamos tomar humildemente cada instante por la potencia y por la maravilla salvadora de este día o por el contrario cada momento, cada hora la agonía será nuestra, el miedo será nuestro.
Después de la resurrección de Jesús ya no se puede decir: “No lo se”, se puede sólo decir: “no elijo, no me interesa, no tengo ganas, no es para mi”. O sino puedes decir: “Con todo el corazón, con toda la mente y con toda el alma elijo vivir por el Resucitado, con todos mis límites, pero también con toda la fuerza que tengo y con la que Dios querrá darme. Elijo vivir de esta fuerza y para esta fuerza de Vida que ha vencido el mal y la muerte.” El amor o el miedo, la vida o la muerte la decidimos dentro de nosotros. Un gesto de amor sale desde adentro, un gesto de rabia sale desde adentro. La tristeza decenal de ciertos corazones sale desde adentro, la alegría inquebrantable de ciertos corazones sale desde adentro. La elección está dentro de nosotros, en el fondo del alma.
Delante del mal, del miedo, de las injusticias, de ciertos mecanismos de agobio de los débiles, el corazón se asusta, cede, se retira en una elección previsible: el mal vence. Años de humillaciones, ignorancia y miedo para pueblos e individuos, han creado la no-fe interior. La no-fe no sabe y no quiere saber que el amor vence, que la caridad es soberana, que el perdón no pierde una batalla.
Jesús Resucitado es la prueba irrefutable que la Vida, si la elijes vence, el amor si lo persigues te encuentra, la justicia si la amas se hace espacio, la no-violencia si la practicas se expande victoriosa, que el desapego de los bienes es una economía ganadora, que la Verdad, si la sigues, libera.
Afuera, el mundo es lo que es, pero el miedo o el amor por la vida están sólo dentro de tu cerebro, de tu diálogo interior, en tu alma. Los mecanismos del poder y de la injusticia son los que son, pero el modo de sufrirlos pasivamente o con la lucha incruenta de la solidariedad está dentro de cada uno de nosotros. El tráfico en las calles es lo que es, pero el pánico de viajar o la serenidad de viajar está toda dentro de nosotros. Los fantasmas del miedo están dentro de nuestro cerebro-corazón, los deseos de bien y de vida están dentro de nuestro cerebro-corazón.
Jesús Resucitado es el Señor de la vida y nos asegura que el mundo puede cambiar, puede ser diferente si nosotros somos diferentes, si la fe y la certeza en la fuerza de la Luz superan cada, aunque razonable, duda.
No es gracias a nuestras fuerzas que podemos decidir qué elegir, sino gracias a la potencia de Dios. Gracias a la potencia de Dios podemos apostar también contra todos los abusos y los engaños del mundo.
Cada día o apuestas por la potencia de Dios, o por la potencia de las tinieblas.