En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 12 Abril 2021

Segunda semana de Pascua

Palabra del día
Evangelio de Juan 3,1-8

Renacer

Nuestra mente, subyugada por las situaciones, ensangrentada por las heridas inferidas y recibidas, aplastada por las humillaciones, no conoce otra vía para responder a la vida, que ponerse en estado de desafío, de revuelta.
La mente, cuando está en estado de desafío, se pone indispensablemente, como única vía de fuga, unos objetivos que no son los deseos divinos escritos por el Espíritu en el corazón del espíritu, sino los deseos de la carne, objetivos y finalidades adaptos a armar toda la persona para el desafío, a acorazarla para la revuelta. Para dar unos ejemplos: el verdadero y real bienestar de todos es un deseo del Espíritu, pero el bienestar sólo para sí mismos es un objetivo de la carne; el compartir es un deseo del Espíritu, la ambición es un deseo de la carne.
Los deseos de la carne nacen exclusivamente por causa de los desafíos y de las revueltas interiores y, por eso, están empapados de competición, conflicto, agresividad y fanatismo. Cuando la mente en estado de desafío crea un deseo, un deseo de la carne, al instante mana de la mente un camino preestablecido, un puente ideal potentísimo, que corre en línea recta hasta el objetivo, hasta el logro del objetivo. Desde aquel momento, todo lo que vivamos y experimentemos en la vida, imprevistos, deseos, relaciones, vínculos, proyectos, elecciones, no tendrá otro sentido que el logro del objetivo y todo, precisamente todo, será interpretado o como un obstáculo respecto a eso o como una oportunidad. En este estado mental, la vida, en su unidad maravillosa y en sus infinitas posibles inspiraciones, desaparece, el tiempo se dobla miserablemente entre pasado y futuro, cancelando la potencia y la realidad del presente y, conjuntamente, las individuales potencialidades y los dones de cada uno. Si en efecto ellos facilitan el objetivo, son considerados suerte, si a lo contrario no ayudan a alcanzar el objetivo son considerados malas rachas, defectos. En este estado mental incluso Dios, si corresponde a nuestras finalidades, no es más que un eventual potencial que aprovechar, de otra manera se vuelve el culpable absoluto de cada obstáculo, aquel que se entremete entre nosotros y nuestra finalidad.
Respecto a la línea construida entre la mente y el logro del objetivo, ya no tiene sentido ni siquiera considerar que en la vida hayan realidades vitales o mortales para todos y para la vida misma del hombre y de la naturaleza. Cada hombre de hecho, en cada trance, decide lo que es un obstáculo, y por lo tanto a lo que se golpea como enemigo, o lo que es una oportunidad, para revestir, por lo tanto, de toda sacralidad y moralidad.
Es este proceso mental que crea la separación entre los individuos, los grupos y los pueblos, que impide la más elementar forma de diálogo, reciprocidad, compartición.
Si en este estado de desafío un hombre pone, como primer objetivo de su vida, ganar dinero, ahí que, en nombre de este objetivo y de su línea mental, todo, pero todo lo que encuentre durante su camino, será interpretado como obstáculo-enemigo si impide o retarda el logro de su objetivo, o será aceptado y buscado como oportunidad-ventaja si considerado conveniente para acelerar la obtención. Es obvio que todas las capacidades mentales y todos los recursos personales de este individuo estarán completamente dedicados y concentrados en el objetivo: es éste el proceso que hace separada, estúpida, fanática e inutilizable la mente del hombre. En este estado mental la emoción que se hace dueña total en la vida es el miedo. Miedo que, si explota adentro, se llama rabia y, cuando anida en el secreto, se llama depresión. Miedo que, si no nos damos cuenta de vivirlo, se llama indiferencia y, cuando se hace como si no se sintiera, se llama hipocresía. Miedo que, si llega a ser el único estilo de vida conocido, se llama miseria, cuando está mimada y te ofrece un sutil placer, se llama venganza y cuando la retienes adentro, como cosa justa y justificable porque tienes razón, se llama enfermedad. Miedo que, cuando eliges como única opción de vida, se llama muerte. Jesús insiste y explica con precisión a Nicodemo que todo el juego de la vida sobre esta tierra, el sentido mismo de la existencia humana, es renacer, renacer desde lo alto, renacer del viento del Espíritu. Es indispensable renacer, dice Jesús a este buen viejo fariseo, pero Nicodemo, aún en su disponibilidad para entender, no entiende, no capta, más bien malinterpreta y de hecho pregunta: ¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer? Jesús no habla de un renacimiento del seno, sino del Espíritu, del viento inaprensible del Espíritu Paráclito.
Pero ¿qué significa? Renacer es decidir dentro de sí, por amor de Dios, salir definitivamente del estado de desafío y, por confianza total en Dios amor, dejar el estado de revuelta. Sólo entonces la vida puede renacer y el Espíritu Paráclito puede guiar al hombre hacia los deseos de la verdadera paz y felicidad.
También los deseos del espíritu, inspirados por el Espíritu Paráclito, crean una vía interior. En la vía que se establece entre nosotros y el logro del deseo del espíritu se crea una senda, una senda donde algunas realidades son obstáculos y otras son oportunidades; así es en la parábola evangélica donde se explica cómo el descubrimiento de un tesoro en un campo, determine absolutamente todas las elecciones sucesivas del descubridor, que quiere llevarse a su casa su tesoro.
La diferencia absoluta entre los deseos de la carne y los del espíritu está en el hecho de que, según la carne, obstáculos y oportunidades, lo que es vital y mortal esté establecido arbitrariamente y falsamente según conveniencias y ventajas personales, incluso contra lo que Dios mismo ya tiene establecido que es vital y mortal.
En la vía del espíritu cualquier deseo del corazón no nacerá nunca del estado de desafío y de revuelta, sino de la inspiración divina que tiene como objetivo la verdadera felicidad del hombre. En la vía del espíritu, el lograr llegar al tesoro no podrá nunca obtenerse contra las leyes del amor y de la paz, del verdadero bienestar para todos los hombres.