En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 14 Abril 2021

Segunda semana di Pascua

Palabra del día
Evangelio de Juan 3,16-21

Distorsión

El nombre dice la tarea. Sólo en nuestra generación se da el nombre a las personas según deleite y sonoridad, un tiempo el nombre debía representar a la persona, su tarea, su esencia espiritual, su peculiaridad y capacidades. Para los hombres y las mujeres que nos han precedido, era absolutamente normal poder cambiar nombre varias veces durante la vida, según su evolución espiritual, el desarrollo de sus aptitudes y el cambio de su tarea. También a Jesús no ha sido dado un nombre al azar o por tradición sino según la dirección del ángel mensajero que ha revelado a José en un sueño de llamarlo Jesús, Yeshua, porque este nombre representa y expresa su tarea, ser el salvador y el sanador del mundo. Toda la vida de Jesús está bajo el símbolo y la luz de su nombre. En cada paso, palabra, milagro, Jesús ha indefectiblemente liberado, salvado, sanado, curado a su pueblo, siempre. Su nombre expresa su tarea y su deseo, y junto expresa y realiza también la voluntad y el deseo del Padre de los cielos y del Paráclito Espíritu, que es el de salvar, sanar, curar, volver a levantar, liberar al hombre, todo el hombre. El nombre de Jesús es una garantía absoluta, el sonido de su nombre es lo más pacificante y tranquilizante que hay en cielo y en tierra. Jesús sabía que el hombre, en el anunciar su nombre para hacerlo conocer a los pueblos, también con las mejores intenciones, con el tiempo habría podido correr el riesgo terrible de alterar, oscurecer, traicionar su nombre mismo y distorsionar en el corazón de la gente el sentido de su mandato de Mesías. Desgraciadamente, esta distorsión anunciada es la enfermedad que ha matado la fe por tanto tiempo, transformándola en religión, devocionismo, miedo e ignorancia. Jesús ha tratado de avisarnos de este peligro cuando nos ha dicho: Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Jesús aclara en modo decidido y no interpretable que el verbo, que él ha venido a conjugar y a realizar con la propia vida, por deseo del Padre, suena, en lengua griega, sòzo, “sano-salvo” y no krìno, “juzgo-separo”. El verbo griego krìno, “distingo, elijo, pienso, establezco, decido, proceso, acuso” – del cual el latín cèrno, “separo, distingo” – hunde sus raíces en el antiguo babilonio qaranu, “amontonar trigo y paja”, y también en el acadio karawu, “separar”. El verbo de Jesús no es krìno, “juzgo-separo-condeno”, sino sòzo, “curo, saneo, salvo, libero, rescato”, del acadio shalwu, “sano”, del cual deriva también el latín sàlveo, “sano, curo”. Este verbo implica el concepto de sanidad y fuerza física, pero también de salvación y rescate espiritual. Por como ha sido traicionado y distorsionado el Nombre y la tarea de Jesús en estos siglos, presentándolo a los pueblos como el terrible juez sumo, el pavoroso señor del tribunal celeste que separa los buenos de los malos, que premia y condena, se debería de haberlo llamado no Jesús, el Salvador-Unidor, sino Krinù, el juez separador y condenador. Los señores del templo han tomado la sabiduría, la dulzura, la compasión, la ternura, la gracia y el garbo de Jesús y los han escondido a los pueblos para poder presentar así su personal distorsión de Jesús, Krinù, el juez, separador-condenador. Krinù es extremadamente más cómodo y funcional que Jesús, para mantener a la gente oprimida, sometida, ignorante, temerosa. Para los señores del templo transformar a Jesús, que salva, sana y une, en Krinù, que juzga, separa y condena, es la manera más eficaz para mantener el dominio y el poder. Era esta distorsión que Jesús quería evitar en el anuncio de su nombre y en la realización de las comunidades que habrían creído en él. Sea como sea, es extremadamente simple saber quién de esta generación cree en Jesús o en Krinù. Quien sirve al Jesús verdadero, lo sirve en la tarea de salvar, unir, sanar, al hombre siempre y de todas maneras, quien sirve a Krinù, lo sirve en la tarea de juzgar, separar, condenar. Jesús es el Hijo de Dios, Krinù es hijo de nuestras proyecciones religiosas y del guión de Satanás. Cuando Jesús regresará – y él ya está en viaje, será Jesús tiernísimo y totalmente amor para aquellos que lo han amado y reconocido como Jesús, y se mostrará Krinù a los que como Krinù lo han hecho conocer a los pueblos en nombre de los propios intereses y ventajas.