En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 1 Agosto 2021

Décimo octavo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Palabra del día
Evangelio de Juan 6,24-35

Acuario

Ignorancia, pereza, estupidez, leyes, educación, adiestramientos, engaños, miedo, todo es prepotentemente útil para la construcción del acuario.
El acuario es una jaula, pero una jaula transparente, así el engaño es más solapado, invisible, cautivador. Nacemos en un acuario, dentro una jaula transparente hecha de opiniones y costumbres, protegidos por la posesión y por el miedo, estimulados únicamente por las expectativas de los demás, irremediablemente atados y encadenados al como siempre se ha hecho, al como siempre se ha dicho.  
En el acuario hay todo lo que se necesita para la subsistencia, pero nada es gratuito. Lo que se necesita es repartido y medido y cuesta. El espacio es racionado. Todo, desde la cultura hasta la diversión, tiene que formar parte de un proceso industrial donde el agua se paga, el aire está contaminado, la comida está empaquetada, y mejor si es transgénica como los cultivos.
En las escuelas se entra recién nacidos y se enseña, a través del miedo y del juicio, todo acerca de como vivir en el acuario.  No se enseña nada por juego y por amor. El amor no se enseña en ningún lado del acuario. Más bien se enseña la geografía del acuario, la historia de las guerras en el acuario, la historia del origen y de la destrucción de los imperios, el producto interno bruto de las regiones del acuario, como se ha poblado el acuario en el tiempo, como razas de pobladores violentos y arrogantes se han sustituido con la fuerza y el abuso a otras razas más sabias, pero menos violentas.
Se enseñan las ciencias, la matemática, las medidas del acuario, su proveniencia, su destino. En la escuela se enseña el pensamiento de los dirigentes del acuario, y se enseña rigurosamente a pensar de manera no autónoma. Se transmiten las filosofías y las ideologías, se diseminan en los siglos credos religiosos con sus redes morales y rituales. Mitología y astrología acompañan el despertar cotidiano y se agregan al arte antigua del como vivir en el acuario, como comer, como relacionarse, como actuar, en que creer, cuanto creer, como creer, como desplazarse, como viajar y que medios de transporte utilizar. El adiestramiento se hace más arraigado a través de las leyes económicas, continúa con las propuestas comerciales, se consolida con las programaciones morales, se transmite con las tradiciones y las diversiones populares y tiene su esguince más siniestro en los buenos modales. La extravagancia de este acuario es que nadie se da cuenta que éste es transparente, una prisión y una jaula donde la humanidad es hecha esclava y nada vive, de lo que podría, en alegría y felicidad.
Nadie se da cuenta además que el acuario está al medio del océano. Es una cajita con las paredes transparentes literalmente suspendida en el océano, donde se consume la vida de millardos de hombres que no tienen la más mínima percepción del mismo océano, de la unidad de la vida, de la inconmensurable preciosidad del hombre, de cada hombre, de sí mismos.  
Enjaulados en las transparencia de rutas obligadas, de opiniones indiscutibles, de verdades aparentes, de costumbres absolutamente tontas del acuario, no se conoce otra cosa que el acuario.
Medicina, cultura, ciencia, diversiones, arquitectura, todo a medida de acuario, en protocolos establecidos tanto más indiscutibles cuanto más democrático es el sistema político del acuario. Del océano se escucha hablar en los cuentos, pero la real presencia del océano es ocultada desde el nacimiento a todos en toda la línea, es callada a todos en nombre de la seguridad nacional, del orden constituido, para el bienestar común. Es más, se oculta celosamente a los hombres desde pequeños.
El océano, el océano verdadero apenas mas allá del vidrio, es relatado como un engaño, descrito con los términos monstruosos de un lugar inexistente, impracticable de donde nadie ha vuelto. Lugar de muerte y de tentación, lugar sin oportunidades ni belleza.
O bien, simplemente remitido a la comprensión de los locos y de los marginados. En otros casos es motivo de fe y de esperanza después de la muerte, es el reino divino, el lugar del eterno reposo, de la eterna alegría y paz, objeto de religiosidad, no de sano realismo.
De vez en cuando en la historia del acuario nace alguien y demuestra un marcado sentido del océano, una propensión natural a no aceptar el engaño de aquellas paredes transparentes que mantienen a la humanidad tan lejana de la extraordinaria conciencia y belleza de la vida en la vastedad del océano. De vez en cuando nace alguien que refiere de una posibilidad de vida afuera del acuario, que invita por lo menos a tomarla en cuenta.
Los llaman profetas. La gente se amontona al perfume de su palabra, calienta el corazón al fuego de una verdad antigua y bellísima que abre nostalgia y deseo, pero apenas el sistema de control del acuario se percata que la gente se ha dado cuenta del profeta, entonces interviene inmediatamente. Interviene de inmediato y para el bien de todos, para proteger a la gente de sí misma. Ensucia e insulta la palabra del profeta, luego vuelve infame y peligrosa su persona ante los ojos de la gente, hasta convertirlo en un peligroso visionario y loco rebelde de las potencialidades destructivas. Después el profeta es regularmente maltratado y matado. 
Entonces la propaganda, la política y las escuelas tienen que intensificar por un tiempo el esfuerzo de aterrorizar a los hijos del acuario para reducir al máximo el riesgo o también sólo la tentación de que alguien más intente considerar que el acuario no es el océano, no es la vida. Después todo vuelve a la normalidad y a estar controlado por otro tiempo más.
El Señor de los océanos ama locamente el pueblo del acuario, son todos hijos suyos, engatusados y engañados por el Mal, pero amados, creados, queridos y dados a luz uno a uno, todos hijos suyos a su imagen y semejanza y todos inmortales. Pero, ¿qué puede hacer para explicar a sus hijos que el acuario es el acuario y no el verdadero océano de la vida donde es posible una vida extraordinaria y bellísima? El Señor de los océanos envía a su Hijo en el acuario, sabe que es un riesgo altísimo, ciertamente lo tratarán peor que los otros profetas enviados a despertar el pueblo del acuario, pero el Señor de los océanos pide al Hijo de correr el riesgo. El Hijo viene y hace parte del acuario por unos treinta años, y con paciencia inconmensurable y amor nos muestra como fuera de las leyes del acuario se puede amar y hacerse amar, nos muestra como se puede sanar de toda enfermedad, como se puede echar todo mal, como con la fe en Él se pueden desplazar las montañas y se puede dejar para siempre de tener miedo. Nos muestra como, con la fuerza de su Palabra, es posible por fin vivir la gracia y la belleza de la propia personalidad, de los propios dones y riquezas, sin corresponder más a las expectativas y a la ansiedad de los demás.
Jesús, el Hijo, sin juicio ni condena alguna nos muestra y nos abre al conocimiento y nos pone bajo los ojos cómo nos hemos atrofiado, cómo hemos atrofiado el corazón, las extremidades, la inteligencia, la vida misma.
Sólo Jesús nos puede enseñar la vía, la verdad, la vida para salir del acuario y reconducirnos a la vida en el esplendor y en la libertad del océano, la vida verdadera de los verdaderos hijos de Dios. Jesús es Aquel sobre el cual Dios Padre ha puesto su sello, ha asignado el mandato y la potencia de liberarnos desde adentro, de enseñarnos a nadar lejos de la jaula invisible del acuario hacia las olas libres e infinitas del océano.
Los adiestradores, los dirigentes del acuario piden a Jesús una prueba, un signo para creer en Él. Es una tomada de pelo tan evidente que resulta incluso ridícula. ¿Acaso un adiestrador del acuario puede tener jamás algún tipo de interés en creer o hacer creer en Jesús? ¿A quiénes, de los adiestradores del acuario, puede resultar cómodo Jesús, Jesús que quiere quebrar las paredes obscuras y transparentes del acuario para reconducir su pueblo amado hacia la libertad y la belleza de la vida?
A los adiestradores hace falta, si, un signo para estar seguros de Jesús, que sea verdaderamente lo que dice que es. Quieren una señal porque sólo los adiestradores del acuario saben cuanto es absolutamente deletéreo Jesús para el sistema y la estructura del acuario. Quieren saber si es Él, y no para no creerle, sino para eliminarlo.
Jesús, sin miedo, desde el interior del acuario nos explica como es la verdadera vida del océano, como se puede ser felices en medida sacudida y desbordante, nos refiere las leyes del océano, las Bienaventuranzas, nos revela la eternidad del océano y el rostro del Padre y del Espíritu del océano. Jesús nos habla incluso de un nuevo pan, que es él mismo, de un pan que es la nueva alimentación de la cual deberían alimentarse los padres, los políticos, los curas, los profesores, los médicos, los abogados, los científicos para no ser más, aún si a menudo en buena fe, malvados adiestradores del acuario, sino esplendidas y humildes guías sometidas amablemente al único Maestro, encaminados hacia el océano de Dios.