En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 16 Agosto 2021

Vigésima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 19,16-22

Difícil

Para esta generación, la religión, la cultura, las relaciones, el trabajo, la diversión, la salud, los derechos humanos, la justicia, la política, las leyes no han tenido ni siquiera un fragmento del poder de envolvimiento y de la fuerza de atracción que ha tenido el dinero. No hubo dogma religioso, constitución política, filosofía cultural que haya tenido correspondencia y adherencia en el corazón y en la mente del hombre como el dinero. Para esta generación el tiempo es dinero, la diversión es dinero, viajar es dinero, tener salud es dinero, curar las enfermedades es dinero, practicar deporte es dinero, estudiar es dinero, planear es dinero, hacer guerra es dinero, hacer paz es dinero. A las reglas dictadas por el dinero se han completamente sometido las políticas, las religiones, las investigaciones y los descubrimientos científicos, las culturas, las relaciones afectivas, las morales, la farmacología, la medicina, la manera de viajar, de comunicar, de trabajar y educar. Cuando esta generación ha aceptado con entusiasmo la convención que los negocios son negocios, en ese mismo instante ha decretado que con el dinero se puede hacer toda cosa y alcanzar todo objetivo, con la obvia consecuencia que, en nombre del dinero, se puede hacer toda cosa y utilizar todo medio. La gran fuerza de atracción del dinero llega del hecho que es una convención inventada de la nada por el sistema bancario, convención que nos permite pagar todo lo que nos sirve para vivir sin pagar nunca de persona todo lo que nos sirve para vivir. La incalculable ilusión colectiva hacia el dinero está en el hecho que es una convicción enraizada que el dinero sea un medio para alcanzar lo que nos sirve o deseamos. El dinero en su historia nunca ha sido un medio, ni siquiera por un segundo, ha siempre y sólo sido el fin, el fin último de todo. Es así que el dinero se ha vuelto el principio primero y el fin, se ha vuelto dios. El dinero es el único dios que no tiene enemigos, detractores, persecutores en ninguna religión, sistema político, cultura, moral, constitución, ley y moral. Abandonándose completamente en las manos del dinero esta generación ha aceptado meterse en el camino más seguro en absoluto que conduce a la autodestrucción, una autodestrucción controlada, minuciosa y metódica. El dinero no hace milagros, no cura a nadie, no tiene sabiduría, no genera ni dona amor, no tiene compasión, no posee los procedimientos para vivir felices, sanos y en el bienestar, no produce el gozo de nadie, no dona honor ni nobleza, no puede tener relaciones con nadie, no comunica nada, sin embargo nunca nadie lo blasfema, lo pone en la cruz, lo humilla, lo ridiculiza, lo condena. Esta generación nuestra tiene de verdad un sólo dios, y ese dios la divierte, la ocupa, la preocupa, la tiene al filo de la navaja, la apasiona, a diferencia del otro Dios, el verdadero, que cuando habla no está de moda, cuando profetiza es incómodo, cuando enseña es aburrido, cuando pide que se deje el dinero suscita una tristeza mortal. ¿Qué hacer con este Dios-Jesús, ese verdadero, que con sus palabras absurdas e incomprensibles llena de tristeza hasta el joven del cual habla el evangelio, tan bien dispuesto a la espiritualidad y a la devoción? ¿Qué hacer con este Dios-Jesús, ese verdadero, que con su propuesta improponible e insensata se toma el derecho de llenar de amargura y desilusión el alma de ese joven de buena familia, de buenas esperanzas, tan profundamente respetuoso de la ley desde su infancia, concienzudo, disciplinado, observante y diligente? ¿Qué hacer con este Dios-Jesús, ese verdadero? La única solución es ponerlo en la cruz, que por lo menos él, él pague, pague en persona por todos.