En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Sábado 21 Agosto 2021

Vigésima semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 23,1-12

Dondequiera

Ha subido, peldaño tras peldaño, hasta sobre las cátedras de las religiones, sobre las cátedras de las guías espirituales de la tierra. Es cultivada más que el trigo, honrada más que el Mesías. En los milenios ha llenado de colores y dibujos miles y miles de kilómetros cuadrados de paredes, techo, pasillos, cúspides y naves. Se recubre de púrpura y oro, perlas preciosas y riqueza. Está en el objetivo de cada acción, en el respiro retenido de la admiración. Está en la ley, está en las constituciones, está en el ojo de la gente. Revolotea en los trajes al viento y entre un billete y otro, como una ola milimétrica y colosal. Se alimenta de complacer ofrecido y recibido y prefiere las sillas cómodas, pero con la condición de que sean también las primeras en la fila de la importancia. Serpentea en cualquier parte, no tiene límites de pertenencia, no conoce confines ni recintos, explota todo y cada cosa para extender su imperio y su dominio.
La ambición no tiene enemigos sobre la tierra. La ambición controla toda cosa y toda relación, todo vínculo y conexión, negocio, proyecto y compromiso.
Es ella, la ambición que crea la confusión espiritual y obscurece la inteligencia. Confusión tal y tan profunda, que no sólo ha desajustado los equilibrios de la vida, sino que además ha inversado la percepción de cada cosa.
La ambición ha subvertido tanto cada cosa que Jesús está obligado a recordarnos que seamos prudentes porque, en el mundo de Dios, otros son los planes y las verdades: porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado. Sería un desperdicio innombrable pasar toda la vida dentro de las espiras de la ambición para luego descubrir que, delante de Dios, es menos que la nada y a nada sirve para nuestro crecimiento personal y para la evolución colectiva.
La humildad y vivir para la gloria de Dios es el único antídoto.