En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 22 Agosto 2021

Vigésimoprimer Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Palabra del día
Evangelio de Juan 6,60-69

Indigesto Pan

¿Qué hay de tan duro e indigesto en el discurso de Jesús? Jesús se propone como pan del cielo (Juan 6,51), una nueva forma de alimentación del alma, de la mente y del cuerpo.
¿Por qué es considerado tan duro e inaudible? Es sólo una propuesta, una posibilidad diferente, una oportunidad más.
¿Qué tienen esas palabras de tan indigesto para hacerlas nada menos que inaudibles? Durante la historia hemos escuchado afirmaciones y teorías, discursos y palabras mucho más inaudibles y los hemos escuchado y seguido igualmente durante siglos y milenios.
¿Qué tienen estas palabras de tan inaceptable e insostenible al punto de alejar definitivamente incluso a muchos de sus discípulos y partidarios? ¿Qué hay de tan duro e inaudible cuando Jesús se propone pan del cielo, comida y bebida de vida eterna?
El equilibrio. Eso es.
Hemos tardado millones de años para encontrar un equilibrio nuestro, para construir nuestros sistemas civiles, para garantizarnos una cualquier apariencia de supervivencia, para determinar el equilibrio de las fuerzas en juego. Hemos empleado un montón de energía y fatiga, guerras y destrucciones para establecer confines, poner en orden leyes, establecer morales, crear costumbres, enseñar culturas.
Es simplemente inaudito e inaceptable que uno cualquiera llegue, aunque diga ser Dios, y nos desplace tan de repente todos los equilibrios. Es una cuestión de equilibrios adquiridos y conquistados.
Está claro y es inequívoco que, si aceptamos y creemos en lo que dice Jesús, o sea: Yo soy el pan vivo bajado del cielo (Juan 6,51), todo el otro pan no es pan viviente, sino pan de muerte y no viene del cielo, sino de otros lugares. Si aceptamos que Jesús es el alimento viviente que viene del cielo, se concluye, también sin demasiados razonamientos, que las otras alimentaciones son mortales y no provienen de la luz. Es obvio, y por eso durísimo, inaudible. Si Jesús es el pan viviente, significa que alimentar a nuestros hijos de nuestra cultura no es vital, sino es mortal.
Alimentar durante siglos las mentes de teorías filosóficas, mitología y constituciones humanas no es vital, simplemente no es vital. Significa que la política y las leyes que no se alimentan de esta verdad son instrumentos útiles para la injusticia y para la vejación. Significa que la ciencia que no se alimenta del conocimiento de Jesús no puede llevar a la vida, sino a la muerte.
Está claro que a la luz de esta perspectiva los equilibrios humanos y mentales estallarían completamente. El poder ya no tendría título para aplastar las naciones, el dinero no tendría más la fuerza para determinar todas las elecciones del género humano, el miedo ya no podría ser usado para controlar y someter a los pueblos.
Claro que es un discurso duro. Vale, pero sólo para los que tienen miedo a renunciar a sus propios equilibrios, y no sólo a los equilibrios de poder. Es un discurso inaudible para todos nosotros que con así tanto cansancio nos hacemos desplazar de nuestras certezas tan adquiridas cuanto falsas y únicamente cerebrales y mentales. Es un discurso duro para todos cuando resistimos a regañadientes y con la rabia dentro de nuestros fortines mentales construidos a fuerza de humillaciones, comparaciones, expectativas de los demás, miedos, prejuicios, llantos y soledades.
Las palabras de Jesús suenan casi como una tormenta de viento que nos golpea en la cara y en las caderas, en la espalda y en las rodillas mientras estamos caminando a duras penas fatigosamente en equilibrio sobre la cuerda de nuestra travesía.
Las palabras de Jesús desplazan los horizontes, abren perspectivas, empujan hacia nuevos equilibrios mentales y espirituales, pero lo hacen con una potencia y una gracia para nosotros desconocidas y desplazantes. Para escuchar y realizar seriamente y con amor la Palabra de Jesús habría que cambiar y convertir a lo mejor todo nuestro vivir cotidiano, nuestra manera de relacionarnos, de concebir la realidad, de enfrentar los problemas, de utilizar las energías de la tierra, de compartir las riquezas del mundo. Está claro que nuestra mente, que ya sufre por su parte de potente ansia de prestación, alienada por su continuo delirio de omnipotencia no puede que responder poniendo el grito en el cielo a la bellísima oportunidad ofrecida por Jesús.
Una alimentación que tiene el poder y la fuerza de quebrar y poner fin a estructuras sociales, modas, sistemas militares, armazones culturales, equilibrismos económicos, compromisos políticos, y que al mismo tiempo abriría vías y oportunidades de vida hasta ahora desconocidas. Está claro que nuestra mente equilibrista, que se adapta mal a nuevos equilibrios, no puede hacer otra cosa que tachar de dureza las palabras de Jesús, acusar de incomprensibilidad su oferta, marcar como escandaloso su don.
Pero para el espíritu y el corazón del hombre que no se espantan ante la posibilidad de nuevos equilibrios, las palabras del Maestro quedan como una oportunidad luminosísima y extremamente económica y ventajosa para cada dimensión de la vida humana.