En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 29 Agosto 2021

Vigésimosegundo domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Palabra del día
Evangelio de Marcos 7,1-8.14-15.21-23

Faltos de inteligencia

No es sólo una cuestión de fe.
Es más una cuestión de inteligencia, y la inteligencia es conciencia.
Jesús nos ofrece oportunidades nuevas, nos indica caminos nunca recorridos, posibilidades sin límites. Más allá de la fe, captar la universalidad y la belleza, la perfección, la funcionalidad, la verdad de la Palabra de Jesús es una cuestión de inteligencia.
La fe es una libre elección, una elección de amor, de entrega, de adherencia interior y total, por lo tanto está absolutamente claro que creer en Jesús y practicar su Palabra es una elección de libertad, es una elección personal, que no se puede condicionar. Creer en Jesús como Hijo de Dios encarnado hombre entre los hombres y al mismo tiempo verdadero Dios, crucificado, matado y resucitado es cuestión de amor, de fe, de elección espiritual. Pero la Palabra de Jesús, lo que Jesús nos ha dicho y dejado, por un lado talonea más nuestra inteligencia que nuestra fe.
Si se lee atentamente el evangelio -  y estamos dotados de un suficiente sistema intelectual en función -, es imposible no captar la transparente verdad, la coherencia absoluta, la universalidad y la familiaridad al mismo tiempo de la luz que emana. Es imposible leer el evangelio y no crecer en conciencia y por lo tanto en inteligencia. Si leyendo el evangelio no se crece en inteligencia y conciencia, significa que estamos leyendo la idea que nos hemos hecho del evangelio, no el evangelio.
La Palabra de Jesús tiene una envergadura intelectual desconocida para nuestras filosofías por cuanto se las visite y navegue con asiduidad. Jesús no va a tientas, nunca. Jesús habla como uno que conoce y no porque ha aprendido, sino porque sabe. Jesús no expresa opiniones, nunca, de ningún tipo. No juzga, no propone teorías, no separa. Jesús es tan lógico en sus afirmaciones que enemigos y opositores no logran resistir a sus respuestas, y ellos mismos, enemigos y opositores, se ven obligados a reconocer su inteligencia y sabiduría desconocidas. En la Palabra de Jesús no se encuentran incoherencias de principio, no se encuentran leyes que derivan de la tradición humana, no se encuentran pautas conductuales establecidas de antemano. La Palabra del evangelio tiene un alcance universal único, trata el hombre con absoluto respeto en todas sus dimensiones, es alimentación suprema para todo el hombre y para todos los hombres.
Nada es universal como el evangelio. Es Palabra de puro valor. Es Palabra integra desde cualquier parte se la observe, nunca integrista. No es fruto de estructuras humanas pensantes, se siente. El evangelio no conoce oportunismos y adherencias a las construcciones mentales humanas, no se apoya sobre pilares ideológicos previos y preconfeccionados. Propone, de manera simple y familiar, perspectivas y oportunidades existenciales completamente innovadoras y desconocidas.
Tiene una manera de proceder extremadamente lógica y empírica, se basa en la realidad verdadera, no en aquella construida por nuestra mente. Tiene una manera de proceder rigurosa, radical, pero no se tiñe nunca de los tonos del fanatismo o del fundamentalismo. El evangelio conjuga la vida, problemas y soluciones siempre al presente. El evangelio no conoce palabras que son fundamentales en todas las grandes espiritualidades del mundo, como la palabra esperanza. La esperanza no es absolutamente un término evangélico, no es nombrada nunca, ni una sola vez. Todo en la Palabra de Jesús está conjugado al presente, a la luz de la fe. Fe cierta, presente amante, fe en la realidad y en la verdad presente de Jesús es siempre total realización del amor de Dios, de su voluntad en el aquí y en el ahora.
La inteligencia no puede no reconocer que la Palabra de Jesús es inteligente. Incluso Jesús lo subraya: Así ¿también ustedes son faltos de inteligencia? Podemos encontrar la Palabra de Jesús no útil a nuestros proyectos, no adecuada a nuestras ideologías, no practicable en nuestro adiestramiento social, pero no podríamos nunca decir que no era inteligente, luminosa, universal, bellísima, nueva, lógica, verdadera y coherente, penetrante, brillante.
Un día, cuando hombres inteligentes, realmente inteligentes la escucharán, la considerarán verdaderamente, apreciando su potencia y su verdad, por paradoja podrán incluso permitirse de no creer en Jesús, pero la pondrán en práctica con rigor y respeto y cambiarán el mundo, todo el mundo en una realidad bellísima. Cambiarán la manera de hacer cultura, de producir el arte, elecciones políticas, de divertirse, de amar y de relacionarse, de sanar las enfermedades y de enfrentar los trastornos psíquicos. Se necesitarán personas inteligentes, cuya inteligencia no ha sido depredada y anulada por la rabia y el rencor. La rabia vuelve estúpidos.
Estos hombres y estas mujeres inteligentes pondrán mano al evangelio como a una nueva y racional oportunidad de cambiar y de mejorar la vida en este planeta, llevarán la vida, toda la vida humana y de la creación a niveles de bienestar extraordinario, nunca alcanzado. Esto sin esperar el paraíso, porque el paraíso podría empezar ya en esta tierra.
El evangelio es una oportunidad extraordinaria de cambiar el mundo sin perder siglos y vidas humanas en opiniones, engaños, teorías y credos provenientes del hombre. El camino que podrá cambiar el mundo es una cuestión de exquisito camino de concienciación e inteligencia, que poco a poco no podrá no abrirse a la fe y al amor en Dios.
Si por falta de inteligencia los creyentes faltarán esta tarea y este mandato de Jesús de hacer conocer y practicar el evangelio para el bien del mundo, ayudando a los pueblos a aumentar su conciencia, esta posibilidad será ofrecida a los hombres y a las mujeres a lo mejor menos predispuestos hacia la fe, pero humildemente más inteligentes y conscientes.