En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 7 Septiembre 2021

Vigésima Tercera semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 6,12-19

Fuente

En los pueblecitos de montaña no faltan nunca las fuentes. ¿Por qué? Porque en terrenos a menudo impracticables y empinados no era siempre fácil para todos alcanzar la fuente del agua y así, con el tiempo, se ha encontrado la manera de encanalar el manantial hacia un lugar más cómodo, una estación más accesible, la fuente, precisamente. Hoy se embellecen las plazas con las fuentes, una vez la plaza nacía al rededor de la fuente, porque la fuente distribuye, por lo tanto reúne y junta. La fuente, entonces, es el terminal accesible del manantial que permite a todos conectarse con el manantial mismo. La fuente es de gran ayuda, pero no puede haber fuente si no está conectada al manantial. Si la fuente se desprende del manantial, se seca en poco tiempo y se apaga.
Es fuente todo lo que nos pone en contacto con el Manantial, con Dios, el Padre Celestial. La fuente que por naturaleza divina es también Manantial divino, la más preciosa jamás donada a la humanidad, es Jesús mismo. Jesús, aunque siendo de la misma sustancia del Padre, aunque siendo Dios, se ha hecho hombre y carne, se ha hecho vibración terrena, para que todos los hombres en Él pudieran conocer, amar, unirse al Manantial. De esta divina Fuente sale una fuerza que cura a todos, y esto significa que la fuerza del Manantial mismo es una fuerza que todo cura y sanea, arregla y restablece, rearmoniza y pacifica.
¡Qué maravilla! La Fuente, Jesús, nos revela cuál es la fuerza, la energía, la vibración que sale constantemente de Dios Padre, de la eternidad y para la eternidad, fuerza que todo sanea y pacifica siempre: Jesús se revela a nosotros como el único terminal, el más preciado, glorioso, poderoso, transparente, predilecto por el Padre de esta fuerza de liberación y de resurrección. Jesús se ha hecho Fuente en el medio de los hombres, para que todos, de Él, pudieran sacar sabiduría, conocimiento, luz, verdadera inteligencia, procedimientos para el total bienestar del hombre, curación de cualquier mal, liberación del Maligno y de toda esclavitud, para que todos de Él pudieran sacar vida, vía y verdad. Él mismo, en el encuentro con la samaritana, se autodefine la única y verdadera Fuente-Manantial de la humanidad y define Fuente-Manantial también su Palabra, el Evangelio de sus procedimientos (Juan 4,13-14). Es Jesús mismo, después de la resurrección, que sopla, sobre las narinas de la primera comunidad de los creyentes, el viento del Espíritu Paráclito, para que ella misma se haga fuente a servicio de la humanidad y ofrezca al hombre todo lo que puede serle útil para acercarse a Dios, conocerlo, amarlo y servirlo. Fuente es también cada uno de nosotros, si sigue a Jesús, lo ama e intenta realizar su Palabra (Juan 4,14).
Hemos visto, sin embargo, que si la fuente se desprende del manantial, se seca en poco tiempo, se apaga y ya no sirve a nadie. En la naturaleza, la fuente está conectada al manantial a través de canales, torrentes subterráneos y aéreos, conducciones, tubos. Y en el Espíritu ¿qué tiene conectada la fuente al Manantial? ¿Cuál es la conexión fundamental, la conducción principal, el canal primario que conecta la fuente, cada fuente, al Manantial? La oración. La oración es el más poderoso canal de conexión y de transvase de energía entre el Manantial Divino y las fuentes humanas. En esta página, como en otras del evangelio, nos es revelado que Jesús reza, reza largo rato, por toda la noche, el Padre suyo. Jesús, que es Dios, que es Fuente y Manantial al mismo tiempo, sabe que ni siquiera Él puede transmitir la energía de la vida y del amor, sin mantenerse constantemente en amorosa e íntima conexión con el Padre y con el Santo Paráclito. La oración permite lo imposible, porque permite a cada uno, por don y tarea divinos, ser una fuente, una fuente conectada con el Manantial, fuente que transmite la energía de curación y de pacificación del Manantial mismo.
La oración es por cierto también imploración y petición de socorro, pero el tiempo transcurrido en oración verdadera y potente es el transcurrido en grata unión íntima, en conexión amante con el Manantial, sin palabras, sin expectativas, sin previsiones. Este tiempo de conexión espiritual y amante permite el fluir de la energía del Manantial hacia la fuente y de la fuente a la humanidad. He aquí la razón por la cual no hay nada sobre la tierra de tan energéticamente poderoso, liberador, sanador como la oración.