En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Miércoles 22 Septiembre 2021

Vigésima quinta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 8,19-21

Parentesco

Las flores de durazno están conectadas y atadas a las ramas del durazno. Las ramas del durazno están conectadas y atadas al tronco del durazno, también las raíces del durazno están conectadas y atadas al tronco del durazno. Pero, si miramos más precisamente flores, ramas, raíces, ¿a quién y a qué cosa están atadas y conectadas verdaderamente? ¿Están más atadas y conectadas entre ellas o a la tierra? ¿Están más atadas y conectadas entre ellas o al agua y al oxígeno? No hay duda. El verdadero vínculo y conexión del durazno es con la tierra, con el agua, con el oxígeno. Sólo en la medida en la cual todas las partes del durazno están armoniosamente, perfectamente, decididamente conectadas con la fuente de su vida, la tierra, el agua, el oxígeno, es posible un vínculo bello y eficaz entre las varias partes del durazno mismo. El verdadero vínculo y conexión es sólo con quien nos da la vida, los otros lazos son una consecuencia. Así es para los hombres y para todos sus vínculos y conexiones parentales y afectivas. Son infinitos los vínculos parentales de los hombres, dictados por la sangre y por las conexiones afectivas, por las relaciones, pero en realidad todos los hombres, si no están atados y conectados con la primera fuente de la vida, con el Espíritu de Dios, no están atados ni pueden estar conectados de ninguna manera entre ellos. Sólo en la medida en la cual los hombres están armoniosamente, perfectamente, decididamente conectados con la fuente de su vida, que es Dios, el Señor, y su Palabra, Palabra que expresa y nos hace conocer su pensamiento y su corazón, es posible un vínculo bello y eficaz entre las varias conexiones parentales y afectivas.
Dicen a Jesús: Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte, pero Jesús afirma de no tener una relación parental con nadie, ni siquiera con quien le ha transmitido la vida, su dulcísima Madre. Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican. En esta frase hay la más inaudita, sobrecogedora, altísima revelación de la historia humana. Cuando los hombres y las mujeres comprenderán con amor e inteligencia esta verdad, toda la vida del hombre cambiará de repente y se evolucionará verdaderamente en la luz y en la paz para todos, en todos los niveles, desde el social hasta el nivel científico, desde el espiritual hasta el nivel relacional. En esta frase de Jesús está explicado como no existe vínculo útil, liberador, vivo, real, eficaz que tenga sentido de existir, si no en el espíritu, en la conexión espiritual con Él y con el conocimiento y la decisión de realizar la sapiencia de su Palabra.
María es verdaderamente la madre de Jesús, no sólo porque lo ha acogido en el vientre, dado a luz, amamantado, cuidado, protegido, ayudado a crecer, sino también y sobre todo porque es aquella que, antes y más de cualquier otra criatura en el mundo, es su discípula perfecta. María ha entendido, de la manera más plena y cierta, que no hubiera nunca podido exigir, reivindicar, reclamar un vínculo de amor y de confianza con aquel Hijo sólo por su propio derecho de prelación adquirido con el haberlo dado a luz. Es la profunda, maravillosa, total, irrepetible relación de unidad, confianza, abandono en Él, es la manera única y perfecta en la cual María es discípula de Jesús que hace de María la madre del Señor. Y es así para todos los vínculos humanos y parentales de la historia humana. Son un nada inútil y pretencioso, si no son vínculos conectados en la intimidad del espíritu al Espíritu, a la fuente misma de la Vida, más allá de las formas confesionales e históricas con las cuales Dios es conocido y adorado.
Y son un nada inútil y pretencioso si las personas exigen, reivindican, reclaman amor y relación, sin compartir en el alma y en el corazón la realización de la justicia, de la compartición, de las Bienaventuranzas. Bienaventuranzas evangélicas que aun si no han sido escuchadas con las orejas pueden ser vividas en el corazón y en las acciones. Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican. El parentesco de Jesús, el parentesco de Dios no es equivocable, no es confundible, está constituido por todos aquellos que, en todo tiempo y lugar, escuchan su Palabra con todo el corazón y la ponen en práctica. Es obvio que por Palabra de Jesús se entiende, más allá del evangelio, también lo que Dios ha inspirado y escrito desde siempre en el corazón de todos los hombres, que Jesús resume en la ley madre de todas las leyes: Todos los que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas (Mateo 7,12; Lucas 6, 31).