En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 27 Septiembre 2021

Vigésima sexta semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 9,46-50

¿El más grande?

¿Quién es el más grande? Jesús contesta: porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande. Pero, ¿quién es el más pequeño? ¿Sólo quien es más humilde es el servidor de todos? Contestando a Juan, Jesús contesta también a esto: porque el que no está contra ustedes, está con ustedes. El más pequeño, que es el más grande ante Dios, es aquel que cumple humildemente y con amor lo que tiene que hacer, pero no divide, no determina ni provoca separaciones, no levanta muros divisorios.
La ambición genera la necesidad de volverse importante, grande, visible, reconocido ante las miradas de los hombres. Es el ambición que crea la competición, que a su vez genera la clasificación, que a su vez genera la afiliación, después el grupo, la asociación. El sistema de las afiliaciones, para distinguirse y asegurarse la sobrevivencia, construye barreras antiintrusión que al mismo tiempo son barreras antievasión, anticompartición, antirelación.
La primera forma de barrera es la mirada inquisitiva que no conoce nunca y de ninguna manera ni asombro ni gratitud. Es la mirada juzgante del prejuicio y de las convenciones, la mirada envenenada y arrogante de los discípulos que se glorifican en revelar a Jesús algo que se le había escapado con respeto a un supuesto adversario: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre. La mirada inquisitiva, cuanto más se siente en deber de suplir y corregir la desatención de la mirada divina, tanto más es malvada y estúpida. Después de la mirada inquisitiva y juzgante, hay la necesidad incurable de dar muestra de potencia y omnipotencia divinas, ejerciendo el bloqueo. Lograr detener lo que se considera diferente, herético, no perteneciente, no conforme, es la apoteosis del delirio de omnipotencia: tratamos de impedírselo. A este punto es indispensable la protección hipócrita del proceso, a través de la legalización, del soltar altisonante de valores y verdades que este proceso destructivo se toma el compromiso de proteger. Los discípulos, de hecho, anticipando todo posible pedido de aclaración por parte de Jesús, motivan su conducta con: porque no es de los nuestros. En este juego, por un juego paradójico y ridículo, la soberbia y la vanidad, en un vórtice de delirio de omnipotencia, empujan de todas formas a la discriminación, a la separación, a la fragmentación, a la parcelación, al desmembramiento, a la disociación, a la disgregación en nombre de la unidad, en nombre de la propia unidad y pertenencia. Es en nombre de la unidad, de su unidad, que los discípulos cumplen el bloqueo y la separación: porque no es de los nuestros.
No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes es la respuesta de Jesús, compendio perfecto y síntesis inigualable del espíritu del evangelio y del comportamiento divino. No lo impidan significa no juzguen en lugar de Dios, no inquieran como si Dios estuviera distraído, no detengan lo que Dios está dejando ir. Porque el que no está contra ustedes, está con ustedes afirma que quienquiera se mueve en la frecuencia de Dios y de su amor no puede no estar en perfecta resonancia con el evangelio y con Jesús, más allá de la pertenencia, del tiempo y del espacio.