En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 3 Octubre 2021

Vigésimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Palabra del día
Evangelio de Marcos 10,2-16

Uno en dos

Una de las más importantes leyes dominantes de la existencia dice que en todo lo que Dios dice da, y en todo lo que Dios da dice. Cada palabra, cada sonido que Dios pronuncia crea al instante, y cada realidad creada por Dios suena y habla de Él, afirma, revela, hace conocer, enseña. Cada fragmento creativo es un dato, una presencia real creativa que dice siempre algo de Dios y en nombre de Dios. Al mismo tiempo cuando Dios dice, habla, anuncia, da y crea.
La Palabra de Dios es Palabra que infaliblemente cuando dice da, crea, dona, actúa. Como la creación es un dato de Dios que siempre habla a nosotros, de la misma manera la Palabra de Dios es siempre un momento de creación y de vida.  Por información directa de Jesús podemos en este pasaje del evangelio tener algunas luminosas informaciones del acto creativo de Dios.
La creación, en lo que da, dice, en lo que dispone, comunica, en lo que ofrece, informa, en lo que manifiesta, ilumina.
Al principio de la creación Dios los hizo varón y mujer. El ser humano, varón y mujer, proviene directamente de un preciso acto creativo de Dios. En el acto creativo de Dios la distinción varón y mujer es una diferenciación natural querida y deseada por Dios mismo como riqueza divina, potencialidad vital, una oportunidad de crecimiento espléndido. No es casual separación. En qué medida no nos es dado a saber, pero la presencia de varón y mujer en el acto creativo representa de algún modo la versatilidad y la variedad de la belleza divina misma apoderada sin duda por las armonías y por el resplandor inconmensurable del mundo masculino y femenino.
A causa de esto el hombre dejará su padre y su madre. A causa de esto, o sea a causa de este acto creativo que en la distinción realizada entre los dos sexos ha determinado en el ser humano la belleza y la gracia, justamente a causa de esta emocionante diferencia, la búsqueda de la unidad y de la armonía en el otro sexo hará en modo que el ser humano deje su padre y su madre para unirse a su parte diferente.
Nada más que la diversidad atrae, la distinción excita. Es la búsqueda de unidad y armonía de las partes diferentes que conduce, guía, multiplica la existencia. Tanto el varón y la mujer se encuentran claramente distintos y diferentes, tanto así son magníficamente complementares y se atraen. Es la potencia de lo que nos aparece diferente y complementario que a los ojos del corazón aparece bellísimo y casi irrenunciable para nuestra paz y nuestra complacencia espiritual y personal. Es esta diferencia creativa que crea muchas dificultades relacionales, pero también mucha búsqueda, amor, cariño, pasión, compartición.
A cada uno de los dos sexos falta algo prepotentemente bello y provechoso que hay en el otro sexo, pero es justamente el deseo de unirse a lo que no nos pertenece, pero que nos completa, que tiene el poder de hacernos salir fuera de los recintos relacionales de la casa de origen, de desatar cordones umbilicales, de desvincularse de la generación que nos ha transmitido la vida.
Y se unirá a su mujer. La unión es el impulso y el objetivo. La diferencia sexual atrae irremediablemente hacia el movimiento de la unidad. La unidad no es un estado, sino un movimiento continuo del alma, movimiento inmortal del alma hacia el amor. La diferencia, la sorpresa, la novedad es fuente de excitación, la complementariedad atrae porque enriquece las posibilidades y las oportunidades de sobrevivencia de la pareja con respecto al singular, la unión continuativa es el carburante que hace posible el fuego de la unidad y de la compartición. No existe amor sin atracción, no existen unidad, compartición, comunión, conocimiento, paz, felicidad sin atracción.
Y los dos estarán en una carne sola. Expresión fuertísima y maravillosa, que no deja dudas sobre la potencia de la unidad que llega a fundir juntas incluso las estructuras físicas, psíquicas y espirituales de dos seres distintos. Una carne sola subraya lo completo del proceso de unidad, la belleza de la fusión amorosa, que sin embargo no es nunca unificación, uniformidad. La unión conduce a la unidad total, a la compartición completa. Esta unidad hasta que los dos estén en una carne sola no es posible en presencia de vínculos familiares, ni tampoco es posible en presencia de cordones umbilicales, no es posible en presencia de presiones familiares, chantajes, intereses económicos, compromiso paternales. Es una unidad maravillosa que tiene el poder de cruzar de un salto todos los bloque emotivos, los tabúes, las convicciones, la vergüenza, el pudor.
La búsqueda de armonía y unidad tiene la fuerza de desvincular el varón y la mujer de sus convicciones, de los adestramientos adquiridos, de los miedos almacenados y lanzarlos en el mundo de la compartición. Compartición total hasta volverse una carne sola, una piel sola, se podría casi decir un sexo solo, una vida sola en dos. Dos corazones laten, uno es el amor, cuatro pies andan, uno es el camino, cuatro ojos miran, pero hacia la misma luz. Un varón y una mujer que se aman de verdad, uniéndose en esta total confianza, confidencia, complicidad y respeto, dan vida en otras palabras a un nuevo sexo, a una nueva partícula de vida, a un ser nuevo que sobrepasa y completa el varón y la mujer. Dan vida a un ser nuevo bien antes de concebir un ser humano nuevo. Ésta es la razón espiritual por la cual la unión sexual puede dar vida a la unión celular de las semillas, con la consiguiente cesión de las capacidades y de las informaciones genéticas a un ser completamente nuevo y único.
Las dos semillas divididas y distintas se unen en el acto sexual y dan vida al zigoto, un ser celular completamente nuevo y distinto de las semillas de las cuales proviene. Una cosa es cierta, después de la unión de las semillas ya no es posible dividir nuevamente en las dos semillas de proveniencia el nuevo ser concebido. Y así es para quien se une por amor y en el amor en la pareja varón y mujer. Aunque permaneciendo personas con su dignidad y su individualidad única e irrepetible, una vez unidos y fundidos juntas, el hombre y la mujer antes de concebir a un hijo en verdad conciben el nacimiento de un nuevo ser que es la unión de ellos dos. Quien se une en práctica renace en un ser nuevo, por eso puede hacer nacer, puede transmitir la vida también biológica. 
Varón y mujer pueden transmitir la vida porque ellos mismos se han vuelto en el amor un ser solo, nunca más separable, nunca más divisible, nunca más distinguible.
El amor enamoramiento, el amor pasión-emoción es absolutamente necesario para el inicio, para hacer decolar las poderosas alas de la vida en pareja, alas que para un nuevo vuelo quiebran equilibrios personales, costumbres, seguridades y prejuicios. El amor perdón que se pide y que se ofrecer continuamente es en cambio el milagro para continuar en la pareja, para acceder a los niveles superiores del placer, de la compartición, del gozo pleno, superando toda dificultad y desarmonía inevitables de la vida. Es el perdón que hace indisoluble la pareja, no la ausencia de errores e infidelidad. No es la ausencia de límites humanos, de dificultades y divergencias que determinan la fidelidad, la fuerza, la vitalidad de una pareja. La fidelidad en el amor es la fidelidad al perdón recíproco asiduo y total siempre. La verdadera complicidad de la pareja que se ama está en el haber elegido para sí y para el otro como reconstituyente y renovante la vía del perdón siempre y de todas formas, esto hace indisoluble una pareja y un amor. El perdón es la madurez y la sabiduría del amor, y el amor rejuvenece, se calienta y otra vez se apasiona en el perdón. 
Como ya no son dos sino una carne sola. Cuando el hombre y la mujer por amor y con amor se eligen en el perdón recíproco, ocurre la unidad, la unidad total, completa. La unidad de dos personas que se vuelven una carne sola porque ya no son dos. Extraordinaria sencillez de la potencia divina. En la pareja se vuelve uno no por esfuerzo o en nombre de una ley, no por deber o por contrato, sino simplemente porque ya no son dos. Los ojos humanos, la mente humana, las convenciones humanas en una pareja que se ama ven y distinguen dos personas, en realidad las dos personas ya no están. Es una cosa extraordinaria.
Estas palabras de Jesús son de una importancia impenetrable y maravillosa. Es una Palabra que nos explica el amor de pareja, el amor entre varón y mujer, un amor que empezando de la diferencia de los dos, llega a la creación de un ser nuevo, único, irrepetible, unido, armonioso, bellísimo. Es una Palabra de la cual entenderemos la vastedad y la grandeza quizás dentro de miles de años, pero en cuanto seamos finalmente concientes nos estará claro que, cuando el amor entra en la vida de dos personas y une el hombre y la mujer en la libertad y en la conciencia, ellos se hacen uno, se hacen una nueva unidad vital para siempre, simplemente porque ya no son dos, ya no lo son, no lo serán nunca más. La pareja que se elige se hace un ser nuevo, por eso es absoluta y fisiológicamente indivisible, indisoluble, inseparable. Sería como intentar separar y hacer añicos un niño una vez concebido para hacerlo volver otra vez separadamente óvulo y espermatozoide.
La pareja ante Dios suena con la variedad y la riqueza de los dos, pero al mismo tempo con la gracia y potencia del uno. Es por eso que el texto añade: por lo tanto lo que Dios juntó que el hombre no separe. Cuando Dios junta la semilla del varón y de la mujer y empieza la vida, ya no se puede separar, imposible, no se puede hacer, y no moralmente más bien fisiológicamente.
De esa manera lo que Dios une en el amor humano de la pareja ya no es separable, porque las entidades que dan vida a la unión simplemente ya no existen, se han hecho una nueva creatura física y espiritual, un nuevo ser que puede transmitir vida también físicamente a un nuevo ser humano.