En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Lunes 3 Enero 2022

Palabra del día

Evangelio de Juan 1,29-34

Un gran movimiento

El ángel Gabriel recibe la orden del Padre celestial de atravesar las dimensiones del cielo para ir a la tierra adonde un sacerdote de nombre Zacarías y anunciarle que será padre de un niño especial. El niño Juan estará lleno de Espíritu Santo y reconducirá a los rebeldes a la sabiduría de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto a la venida del Mesías Jesús. El ángel Gabriel recibe también la orden de llevarse donde la jovenísima María de Nazaret, para anunciarle que ella será la madre del Mesías, la madre del Hijo de Dios. Para señalar el nacimiento en la tierra del Rey Salvador, Dios Padre organiza los ciclos cósmicos, el viaje de las galaxias, la órbita de las estrellas, y no sólo. El Rey Mesías realiza en sí centenares de profecías bíblicas y pone en eje y hace converger en él, como un sólo punto, millares de generaciones humanas, eventos cotidianos y eventos de alcance mundial, guerras, imperios, relaciones humanas, proyectos, traiciones, amores terrenos, fidelidad divina, pecados, conversiones, revueltas humanas, semillas de luminosa providencia divina sin número. A Juan el Sumergidor, hombre del desierto, que no habita los palacios y no viste posesión ni lujo, el más grande hombre nacido de mujer, en la tierra, Dios Padre ofrece el encargo de presentar al mundo el Rey Mesías, el Salvador.
Es el mismo Juan Sumergidor que revela exactamente cómo y qué le ha sido dicho por Dios: Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo. También para el enemigo, el príncipe de este mundo, Satanás, han sido tiempos de grandes movimientos para predisponer a los suyos al nacimiento del Rey Mesías. Por siglos engaña la mente de los sacerdotes del templo y los teólogos de Israel, hasta el punto que en su arrogancia no logran de ninguna manera predisponer al pueblo a tal evento y, en el momento oportuno, ellos mismos no están listos para reconocer mínimamente los signos de los tiempos, ni las profecías de los textos sagrados que se realizan bajo sus ojos, ni tanto menos el movimiento de los astros en el cielo. En el momento oportuno el Maligno logra convencer Herodes que aquel niño, que los Magos han venido a adorar, es una gran peligro para su imperio, y lo empuja a hacer la masacre de centenares de niños para eliminarlo. Después persuade Herodías a odiar tan profundamente a Juan Sumergidor que, por su orden, Juan es innoblemente decapitado por el juego de una noche de danzas entre reinantes aburridos.
No hay duda, antes y después hubo un gran movimiento por este niño, el Rey Mesías. Pero, ¿por qué? ¿A qué se debe todo este movimiento? El Rey Mesías lleva la respuesta en su nombre. De hecho se llama Yeshua, que significa Aquel que es la salvación, Aquel que salva. Todo el grande, incalculable movimiento celestial se motiva con el hecho que el Rey Hijo debe salvar el hombre. Pero, ¿de qué, de quién? Jesús viene a salvarnos de la muerte, del mal, del Maligno, de la esclavitud, del infierno, y esto es absolutamente cierto, pero todo esto ha tomado un camino demasiado espiritual y místico, al punto que se ha perdido su sentido real. Se nos han repetido tantas veces estas palabras, es decir que Jesús nos salva de la muerte, del mal, del Maligno, de la esclavitud, del infierno que ellas ya han perdido su sentido y, engañados y adictos a la estupidez como somos, ya no tienen la fuerza de dejar en nosotros la luz de la concienciación. ¿De qué viene a salvarnos Jesús que es tan importante, que mueve luz y tiniebla tan potentemente y por tan largo tiempo? Jesús viene a salvarnos, es cierto, ciertísimo, pero, ¿de qué?
Jesús, con su visita a la tierra de dos mil años atrás, con sus procedimientos que nos ha dejado en los evangelios, con la potencia del Santo Paráclito que ha donado a su iglesia para ser luz y sal de la tierra,

Jesús, con su visita a la tierra de dos mil años atrás, con sus procedimientos que nos ha dejado en los evangelios, con la potencia del Santo Paráclito que ha donado a su iglesia para ser luz y sal de la tierra,
Jesús, con su visita a la tierra de dos mil años atrás, con sus procedimientos que nos ha dejado en los evangelios, con la potencia del Santo Paráclito que ha donado a su iglesia para ser luz y sal de la tierra, ¿de qué ha venido a salvarnos? De la extinción. Si, de la extinción global de la vida y del hombre. Hemos ignorado primero la palabra de la naturaleza y después hemos ignorado la Palabra de Dios, y esto nos está conduciendo hacia el umbral del abismo de la extinción. Los poderosos de la tierra han ignorado la palabra de la naturaleza y aquella de Dios para garantizar su interés, los pueblos en cambio lo han hecho sobre todo por ignorancia, pero el resultado no cambia. El corazón pensante del hombre, el logos de la humanidad se ha vuelto tan ignorante, estúpido, ávido, codicioso y corrupto que está poniendo en peligro la vida del hombre y la vida misma sobre la tierra.
Dios Padre no ha planeado el nacimiento de su Rey Mesías en la tierra, con tanta precisión y potencia, para crear en Jesús una nueva religión, una nueva línea jerárquica de poder, una nueva institución confesional, o sólo para salvar el alma de sus hijos, sino para sembrar, más bien, como dice el evangelio, para sumergir, sumergir la humanidad en un nuevo corazón pensante, un nuevo logos, el mismo Logos amante de Dios. El nacimiento del Rey Mesías debía ofrecer a toda la humanidad la espléndida posibilidad de evolucionarse espiritualmente en el luminoso proyecto de Dios, y Jesús, en nombre de este proyecto, se ha ofrecido completamente en nuestras manos y ha aceptado de nosotros incluso el rechazo, la tortura y la matanza.
No aceptar a Jesús es elegir extinguirse porque la alternativa a Jesús y a sus procedimientos es caer en manos del Enemigo y de sus lobos rapaces. Creer en Jesús y buscar realizar los procedimientos del evangelio no es inscribirse a una confesión religiosa para ir al paraíso, sino que es la única manera, la única manera en absoluto, que tiene la humanidad para salvarse de la extinción. No hay otro nombre, si no aquello de Yeshua, el Rey Mesías, en el cual hay salvación y no sólo aquella del alma. Nadie mejor que el Enemigo lo sabe, por esto no se detendrá un sólo instante en el intento de engañar cuanto más corazones y mentes posibles para alejarlos, de cualquier modo, del conocimiento del Rey Mesías Jesús.