En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Viernes 7 Enero 2022

Palabra del día
Evangelio de Mateo 4,12-17.23-25

Tiniebla

¿Qué quedaría de un tigre si perdiera la consciencia instintivo-animal de quién es? ¿Qué pasaría con un árbol, si perdiera la consciencia vegetal de la especie a la que pertenece y de cuáles son sus características? Si el lobo perdiera su consciencia del instinto y se comportara como una mariposa y el pato como una ardilla, ¿qué pasaría? Y si la piedra se comportara como el aire y la nieve bajara incandescente como lava? Si uno cualquiera de los elementos de la vida, desde la más pequeña partícula hasta la galaxia más extensa, perdiera la “consciencia” existencial de lo que es, ¿qué quedaría de la vida y del universo? Nada. No quedaría nada. A ningún elemento del cosmos le es dada la posibilidad de traicionar su propia esencia, su propio mandato, su propia tarea. Sólo al hombre ha sido dada esta posibilidad. El hombre es libre de crecer en su consciencia hacia una luminosa y resplandeciente evolución o de traicionar su consciencia y por lo tanto su esencia, su tarea de encaminarse hacia su extinción. Dice el texto evangélico: El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz., literalmente: el pueblo sentado en la tiniebla luz vio grande, y a los sentados en la región y sombra de muerte luz surgió para ellos. Ésta es la tiniebla en la que yace agachada, enjaulada, esclava, encadenada la humanidad, ésta es la región que habita la humanidad, es la tiniebla de la no consciencia y del no conocimiento de aquello que es. Jesús se propone como la gran luz, la luz que ha surgido para vencer esta tiniebla agobiante y destructiva y llevar nuevamente al hombre a la consciencia de lo que es en la esencia y en el plan de Dios. 
Puede parecer paradójico y hasta audaz pero, en realidad, Jesús no ha llegado a la tierra para que nosotros creyéramos en él sino, fundamentalmente, para que, creyendo en él, volviéramos a tomar consciencia de quiénes somos nosotros verdaderamente: hijos de Dios, hijos del amor y de la luz. Si creer en Jesús no nos desencueva de la fosa de la inconsciencia, de las sombras de la ignorancia y de la muerte en las que hemos caído, es una fe inútil. Jesús es la gran luz que tiene el poder de iluminar al hombre y de ponerlo delante de sí mismo, para que el hombre vuelva en sí y a la resplandeciente consciencia de quién es delante de la vida, delante de sí mismo y delante de Dios. La esencia del hombre no es arrogancia, envidia, ambición, conflicto, corrupción, esclavitud, miseria, violencia, muerte. El hombre vive de estas energías enfermas y venenosas sólo porque está engañado, está adiestrado para hacerlo y no está consciente de lo que está delante de Dios y de la vida.
La obra de la evangelización es iluminar a la humanidad con las palabras de Jesús porque, creyendo y amando a Jesús, pueda alcanzar una superior consciencia de sí misma. Si la fe en Dios no aumenta la fe en el hombre, es todo inútil. Si el conocimiento de Dios no favorece el conocimiento del hombre y de sus bellezas y riquezas, es todo inútil. Si el amor por Dios no aumenta en la humanidad el amor por sí misma y para toda la vida, es todo inútil, satánicamente inútil.