En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 13 Enero 2022

Primera semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Marcos 1,40-45

En el camino

Jesús, el Hijo de Dios, está en el camino, y los enfermos, los pobres, los pecadores lo saben y allí lo buscan. También el leproso, en griego ho lepròs, “el escamoso” como dice el texto, lo sabe y allí lo busca y allí le grita contra y allí se arrastra de rodillas para ser curado por él. Jesús está en el camino porque tiene que encontrar a la gente, a toda la gente, para curarla del mal, para liberarla de la ignorancia, inspirarla a la felicidad y a la paz. Los sacerdotes del templo, en cambio, están en los palacios porque no consiguen sanar a los enfermos, no quieren liberar a la gente de la ignorancia, no proponen felicidad sino la sumisión a una voluntad divina, necesariamente empapada de dolor, tristeza, deber, miseria, cruces y privaciones.
Jesús está en el camino y anuncia el euaghèlion, anuncia la “buena noticia” que la felicidad del hombre es para el hombre la única responsabilidad verdadera, real, social de la humanidad, anuncia que la felicidad del hombre es la única voluntad verdadera, real, divina del Padre celestial.
Jesús está en el camino, la religión se queda en sus palacios. Jesús está en el camino porque la gente tiene que ser feliz, la religión está en los palacios porque la felicidad es sólo parte de su ideología para someter a los pueblos. Jesús sabe que hay una sola manera en la que el hombre vuelva a ser feliz: llevar nuevamente a la gente a una relación especial y nueva con Dios. Es sólo una nueva y más íntima relación con Dios, con el Dios verdadero, que puede conducir a los hombres a la felicidad. Jesús bien lo sabe, y lo saben bien también los demonios que lo encuentran, que él, él es el más sublime, poderoso, extraordinario puente arrojado por Dios a la humanidad. Dios Padre había encomendado cada recurso sapiencial y espiritual a los sacerdotes del templo judío para que condujeran a los pueblos a las fuentes de la felicidad, y los sacerdotes del templo, a través de las constricciones humanas de la religión, han traicionado este mandato, lo han utilizado para sus propios intereses y han cerrado la puerta de la felicidad en la cara de la humanidad, come explica claramente el evangelio en Mateo 23,13, cuando dice: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrare a los que quisieran. Por esto, en la plenitud de los tiempos, el Padre ha enviado al Hijo, su Hijo, para contactar de nuevo a la humanidad y restaurar el esplendor de su felicidad y paz. Pero los sacerdotes del templo no se han ni siquiera incomodado un instante para entender que estaba pasando de nuevo a través de Jesús, han sólo usado su poder y su prestigio para ridiculizarlo, calumniarlo, acusarlo, eliminarlo violentamente.
Pero el plan de Dios no puede ser detenido, no puede ser corrompido, degenerado, bloqueado, el plan de Dios, el plan de conducir nuevamente al hombre a las fuentes de la felicidad y de la paz, sigue adelante y Jesús es la última puerta, el último puente, y el escamoso bien lo sabía, sabía que Jesús era su única y última posibilidad. La felicidad es del hombre, ya no puede ser pospuesta, ya no puede ser dejada en las manos de quienes han cerrado las puertas, las puertas del conocimiento, delante al corazón del hombre. La felicidad del hombre ya no puede ser pospuesta y quien, desde ahora en adelante, no se empeñará con todas las fuerzas, con todo el corazón y con lo mejor de sí para la real y verdadera felicidad del hombre, encontrará las puertas de la Vida cerradas en la cara.