En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 16 Enero 2022

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Palabra del día
Evangelio de Juan 2,1-11

Agua feliz

Hasta el borde, llena tu ser de agua limpia, de pensamientos bellos, de fe cierta, de diálogo interior pacífico. Aquello de lo cual alimentas tu alma profunda, un poco a la vez, se transformará en ti, en tu actitud exterior, fluirá en los circuitos de tus venas, latirá en tu corazón, moverá tus manos. Aquello de lo cual alimentas tu alma profunda transformará tu cuerpo, los rasgos de tu rostro, la luz de tus ojos. Llena de agua limpia tu alma profunda, de pensamientos de abandono en Dios, de confianza total también en los momentos de niebla existencial. Llena de pensamientos pacíficos las tinajas de tu alma profunda, aun si no todo comprendes y no todo te queda claro, llénalas siempre de paz y de fe, de serena certidumbre que Dios está contigo y siempre tiene mucho interés por tu vida. Aun en contra de la evidencia de la montaña de tus problemas, llena las tinajas de tu alma con el agua pura de la fe ciertísima en Jesús, él todo puede, todo ve, a todo provee.
Llena de agua pura tu alma, y Jesús bajo sugerencia de la Grande Madre María te la transformará en gozo profundo, en vino de exultación. Pero no te quedes en la inedia, en la no alimentación interior, no te quedes en la inedia. Si hay niebla y tienes miedo, si nada funciona y no sabes que hacer, disminuye la velocidad, reza, pero no te detengas, el mundo te arrollaría como en la autopista si por la niebla te detuvieras por miedo a ir adelante. Despacio, despacio si hay fatiga, pero vive, respira, camina, trabaja, reza, no cedas a la pereza y a la inercia, no te justifiques o estás perdido. Trabaja, reza y no te entristezcas nunca.
Si tus emociones son débiles y tienden a la tristeza, significa que las tinajas de tu alma se han llenado demasiado a menudo con pensamientos brotados del agua podrida de la rabia, o del agua putrefacta del rencor.
Si no eres feliz, si no estás en equilibrio y en armonía también física, en algún lado, tal vez escondido, hay rabia, rabia profunda.
No hay ningún mal físico y espiritual en el mundo que no halle en la rabia su terreno más fértil. Rabia no significa maldad, pero es de todas maneras una emoción que arruina y destruye.
Absteniéndose totalmente de toda justificación, si se llega a reconocer humildemente que el origen de todo malestar interior y exterior es la rabia, la salvación en nosotros ya tiene su inicio. La rabia por nosotros mismos, rabia ocasionada por los otros, rabia en contra de Dios, rabia secreta, rabia y rencores antiguos y nuevos, el sufrimiento de la vida tiene como potente origen este estado de la mente y del corazón.
Decepción, molestia, frustración, desconfianza, ira, desdén, cólera, rencor, desaire, contrariedad, livor, odio, todo es rabia. Pero también la envidia, el sentido de superioridad, la competición y el sobresalir a toda costa, la presunción, todo esto es rabia.
La inedia, la pereza, la desconfianza en sí mismos, la negación de sí mismos es rabia. Rabia que no hay que confundir con maldad, no son la misma cosa. Por mucho tiempo se puede vivir como enojados sin volverse malos, luego, de todas maneras, el proceso es inevitable si no se desata y si no se echa la rabia lejos de sí.
La rabia deriva del sentido de injusticia probado por heridas que nos han sido inferidas, y por el sentimiento de inadecuación personal por las heridas que nosotros mismos hemos ocasionado a los otros. Sentido de injusticia de donde luego deriva el sentimiento de abandono, que es la forma de rabia más usual y cotidiana.
Toda forma de injusticia nos hace sentir abandonados sobre todo por Dios aun si no nos damos cuenta de eso. Por esto la rabia en contra de Dios es la más presente en nuestro corazón aun si es la más inconsciente.
Es el sentimiento de abandono que está a la base de toda reacción de rabia interior, y con el tiempo se puede volver un estado habitual del alma, aun sin conciencia profunda. Jesús nos desvela un grande secreto para vencer la rabia que sofoca toda alegría y paz del corazón.
Si falta el vino de la alegría, de la salud, de la serenidad en nuestra vida, significa que estamos llenando las tinajas de nuestra alma de agua envenenada por la rabia, que deriva del sentido de injusticia y del consecuente sentimiento de abandono.
Si deseamos transformar nuestra vida en el buen vino de la fiesta, no debemos esforzarnos en volver bella y fácil nuestra vida, no siempre es posible, debemos más bien intentar no llenar nunca más de agua podrida de negatividad, de blasfemias en contra de la vida y por los otros, de odio hacia nosotros mismos las tinajas de nuestra alma profunda.
Dios, si lo pides - y la grande Madre en este pedir es una ayuda potentísima -, puede transformar en el vino bueno de la alegría el agua podrida de tu maldad, de tus pecados, de tus errores, de tus límites y traiciones, pero no aquella de tu inedia y de tu inercia, de tu rabia. Y lo que desata la rabia es la fe, la fe verdadera, la fe que se opone con fuerza total y resuelta a cada más pequeño sentido de injusticia y de abandono.
Jesús cuando encontraba la gente lograba sanar toda enfermedad si se lo pedía un corazón, aunque herido, pero humilde, lleno de fe, apaciguado por la fe, pero no lograba ni siquiera rayar por un momento la rabia de los dirigentes del pueblo, de los sacerdotes del templo, de los escribas. Personas estas arrogantes, llenas de sí, paradójicamente las más religiosas del pueblo, pero también las más atontadas y engañadas por la rabia.