En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 23 Enero 2022

Tercer domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo C

Palabra del día
Evangelio de Lucas 1,1-4; 4,14-2

Anuncio

Anuncio extraño. ¿Por qué anunciar a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos? ¿Por qué a ellos? Anunciar, ¿qué? ¿Cuál buena noticia a los pobres? ¿De parte de quien el perdón a los cautivos? ¿Cuál vista a los ciegos? ¿De quién liberar a los oprimidos? ¿Qué será jamás este año grato al Señor?
Por este Anuncio Dios se ha hecho carne en una gruta, es más, Jesús es este Anuncio hecho carne. Es Jesús mismo que afirma esto de sí, y concentra y expresa en este Anuncio todo su mandato y toda su misión. El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Por este Anuncio Dios Jesús ha sido considerado príncipe de los demonios, blasfemador, ha sido encadenado, flagelado, puesto en cruz y matado. ¿Quizás alguien ha pensado que un tal Anuncio, sólo porque se había hecho carne, se pudiera matar y hacer callar en una tumba?
Por este Anuncio Jesús Dios ha resucitado con toda calma de la muerte, ha aparecido a los suyos, los ha ungido de Espíritu Paráclito y los ha mandado en el mundo. Por este Anuncio, Jesús ha colmado a sus discípulos de la potencia del Santo Paráclito para expulsar a los demonios, sanar las enfermedades y cumplir todo milagro. Por este Anuncio se ha dado a la iglesia voz divina, palabra inspirada, potencia celeste en la tierra. En el instante en el cual la iglesia y los discípulos de Jesús no anuncian este Anuncio, ellos vienen fagocitados por el mutismo y el ridículo, pierden todo sabor espiritual e inmediatamente se vuelven pisoteables por la historia y por los hombres.
Este Anuncio es un anuncio destructivo, el más destructivo nunca expresado y escuchado. Este Anuncio es un anuncio constructivo, el más constructivo nunca expresado y escuchado. Este Anuncio es la causa y la finalidad de todo y de cada cosa. La cosa más horrible y espantosa para algunos y la cosa más espléndida para otros. En estas palabras hay la semilla que destruirá todos los imperios humanos fundados en la injusta riqueza y construirá el imperio del verdadero bienestar para todos los hombres según el corazón de Dios.
Obvio que para el que anuncia y encarna el fin de todos los reinos humanos fundados sobre el poder y la injusticia no hubiese lugar, para él recién nacido, ni siquiera en un pequeño albergue, pero, apenas posible, se le encontró lugar inmediatamente en una cruz.
El Anuncio está dirigido a una categorías bien precisas.
Los pobres son aquellos que en la miseria y en la indigencia no logran satisfacer serenamente sus necesidades fundamentales de comer, beber, dormir, cubrirse, y, menos aun, logran realizar las propias aspiraciones.
Los cautivos son aquellos que, fruto de una sociedad enferma, se han hecho culpables de acciones y comportamientos no vitales y peligrosos y por lo tanto han sido puestos en la cárcel.
Los ciegos no son sólo los no videntes, sino también aquellos que carecen de toda visión y sabiduría intelectual y espiritual, aquellos que viven en la total ignorancia de todo lo que sirve al hombre para vivir bien la propia vida.
Los oprimidos son los esclavos transidos por toda clase de tiranía y prepotencia.
En cada ángulo de la historia y en todas las religiosidades se espera un mesías, un profeta, un rey que libere a los pobres, desate de las cadenas a los cautivos y dé inicio a una era nueva y luminosa. Un mesías libertador, con un poder sobrecogedor, que de una manera milagrista y mágica levante a los pobres de su situación. Esta idea de mesías es una idea muy cómoda para el poder para tener en la ilusión y en la total resignación a los pueblos.
El Mesías es el don del Padre a la humanidad, pero es fácil transformarlo en sustancia asombrosa para los pueblos, como género de consolación espiritual entre los comezones del hambre, del miedo, de la ignorancia. Un mesías así ha sido comodísimo también para los dirigentes del pueblo hebreo para absorber en los milenios el descontento del pueblo y transformar toda rebelión en sumisión y todo pedido de justicia en resignación. Es más, la religión hebrea funda su esperanza en la espera del Mesías que restablecerá todos los equilibrios, por esto aun después de una tan larga espera cierto no ha sido fácil para los dirigentes del pueblo acoger el Mesías Jesús como Hijo de Dios, porque aun si Jesús manifestaba claramente su proveniencia divina, no era ciertamente el mesías que podía hacerles cómodo.
¿De qué manera Jesús el Mesías a través de este Anuncio libera a su pueblo, libera de la pobreza, de la reclusión, de la ignorancia, de la esclavitud?
El Anuncio de Jesús no está en línea con ninguna de las propuestas espirituales humanas donde a los pobres y a los míseros, a los cautivos, a los ignorantes, a los esclavos se les enseñan ideologías espirituales basadas en los méritos útiles para alcanzar el paraíso, aun quedándose rigurosamente en la miseria y en la indigencia. Donde se enseña que en nuestra sociedad los pobres son una indispensabilidad fisiológica, una necesidad histórica para el equilibrio de las partes. Donde se enseña a los pobres a oler el aire de la eternidad volviéndose ricos y virtuosos dentro con la fuerza de la resignación y de la sumisión, quedándose en la esclavitud y en la penuria más total. Donde se enseña la vía de la caridad subrogado, la vía a través de la cual la generosidad de los pocos, que tienen en mano la casi totalidad de los recursos terrestres, suple rítmicamente a la pobreza de los muchos que no tienen nada. La caridad supletoria es un óptimo integrador social en los casos de total emergencia, pero no puede absolutamente restablecer los equilibrios sociales de manera ordenada y armoniosa. La caridad da alivio cierto, pero no es capaz de inspirar a los pueblos a volverse ellos mismos protagonistas de la riqueza y del bienestar total. Ayudar a los demás en las necesidades es uno de los llamamientos más poderosos e indiscutibles de Jesús, las Bienaventuranzas luego afirman como hay perfecta y total beatitud para todos aquellos que para vivir el evangelio están obligados por la tiranía del mundo a la pobreza, al hambre de la justicia y contestan con paz a las persecuciones. Pero es clarísimo y obvio más que el sol que Jesús de ninguna manera avala la pobreza y la miseria del hombre como una situación deseada por Dios. En fin, la caridad es sagrada, pero a los pobres hay que dar el Anuncio que para ellos hay una noticia feliz.
La noticia feliz de Jesús no es una revolución, va mucho, mucho más allá, es la semilla. La noticia feliz de Jesús es que la pobreza y la miseria no son necesarias de ninguna manera, no son deseadas ni respaldadas por Dios. En Dios no existen pobreza y miseria, existen sólo en la mente de la gente. La noticia feliz de Jesús es la semilla del conocimiento que revela el procedimiento espiritual e intelectual para que todos puedan vivir en el bienestar y en la paz.
Es la semilla indestructible que podrá inspirar a los pueblos y a las gentes a iniciar a desear correctamente y de manera luminosa y divina de vivir sobre esta tierra intrépidos e humildes, inteligentes y sanos, no-violentos, en el bienestar y en la paz.
Jesús anuncia, más bien, él mismo es el Anuncio que revela a los pobres como su pobreza dependa cierto de la injusticia de los potentes ricos pero dependa también de su ignorar el procedimiento correcto para vivir la vida según otras inspiraciones y pensamientos. Es el Anuncio que vivir bien o mal no deriva de un destino superior, es una elección interior profunda y depende de la potencia y de la altura de nuestros deseos. La pobreza, la reclusión, la ignorancia, la esclavitud no son un destino al cual someterse, sino una consecuencia matemática de nuestros deseos, deseos que no se han dejado inspirar por los deseos de Dios, sino engatusar por las ilusiones de los hombres.
El Anuncio revela a los ignorantes, a los ciegos que el procedimiento para vivir bien y ricos de los bienes de Dios también en la tierra existe y reside en el conocimiento de la Palabra de Jesús, reside en Jesús mismo. Existe un procedimiento para vivir en el bienestar sin competición, sin violentar y destruir la vida de los otros ni aquella de la tierra en la cual vivimos. Los pobres, definidos por Jesús también como cautivos, los ciegos-ignorantes, los oprimidos-esclavos son el fruto social aritmético de los imperios fundados sobre la injusta riqueza, sobre la injusta gestión de los bienes y de los recursos, pero no solo, son el fruto también de los deseos equivocados, mezquinos y sin fe. Son fruto de la ignorancia, del no conocimiento y de la falta de práctica de un procedimiento divino que según los deseos de Dios puede hacer vivir en la paz y en el bienestar.
El Anuncio es que no los ricos deben socorrer a los pobres, sino a los pobres es anunciada la realidad, la intuición sagrada que el bienestar y la belleza son para todos, que todos pueden, deben volverse ricos y felices según la riqueza de Dios y la belleza del hombre.
No son los ricos que deben anular la pobreza, sino son los pobres que deben tener en Dios otras luces e intuiciones para su vida y su destino.
Y todo esto no para un bienestar egoísta y fatalmente superficial, sino para magnificar el nombre de Dios y realizar su reino de armonía y de extraordinaria belleza para todos.