En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 25 Enero 2022

Las conversión del Apóstol san Pablo

Palabra del día
Evangelio de Marcos 16,15-18

La unidad gana

En el evangelio creer no es creer en un credo en lugar de otro, es reestablecer en el mundo y en el corazón del hombre la unidad y la armonía divina. Si creer en Jesús no lleva nuevamente al hombre a su unidad interior con Dios, con los demás y consigo mismo, no es fe, es alienante religiosidad. La invitación de Jesús a sus apóstoles de ir por todo el mundo a llevar el evangelio a todas las criaturas no es por sed de proselitismo y por deseo de dominio, sino porque Jesús sabe como ningún otro que la división y la separación se ha cundido en todas las criaturas y en todos los hombres en todos los niveles existenciales, y todo debe ser restaurado y rearmonizado en la unidad con la potencia de su Palabra. La inmersión que Jesús propone, el bautismo del cual habla, no es un rito religioso que secundar para pertenecer a un círculo religioso, sino una nueva alianza con Dios, es hacer las paces con Dios definitivamente, es cesar para siempre con pensar mal de Dios, porque sólo esta paz con Dios puede donar paz al corazón y unidad consigo mismos y con todo el resto de lo que existe. El corazón de la Eucaristía es la consagración y el corazón de la consagración son las palabras de Jesús que explican el porqué de la oferta al hombre de su propia vida, de su propia sangre, de su propio amor y de todo sí mismo: para la nueva y eterna alianza.
Para la nueva y eterna alianza Jesús Dios ha nacido hombre entre los hombres, ha anunciado los procedimientos evangélicos, ha cumplido milagros, ha echado fuera demonios, ha resucitado muertos. Para la nueva y eterna alianza ha sido ridiculizado, condenado, torturado y matado sobre la cruz y luego ha resurgido y ha volado al cielo. Para la nueva y eterna alianza, para la unidad que restablecer entre el hombre y Dios, Jesús se ha hecho siervo del hombre, humilde y apacible cordero de Dios, príncipe de la paz. La alianza de Dios con el hombre es estipulada con la sangre de Jesús, con la oferta total de su vida que se une a la elección del hombre de volver al amor de Dios, a la paz de la unidad, a la belleza de la armonía. Cuando el hombre hace su alianza con Satanás, es el hombre que hace la elección de renegar a Dios para venderse a Satanás, pero Satanás nunca ofrece nada de él mismo, sólo el engaño del poder, la ilusión del dominio. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará no significa que quien no se haga cristiano no verá la gloriosa luz del cielo divino y que la salvación es una cuestión de pertenencia a una u otra de las religiones. Jesús no es una religión. Jesús es la unidad sorprendente de Dios hecha carne, es la encarnación maravillosa de la armonía de Dios. Creer en Jesús, independientemente del pertenecer a los registros de los bautizados de la religión que de él los hombres han hecho nacer, es creer, amar, dedicarse totalmente, incluso a costa de la propia vida, en cualquier tiempo y lugares, al restauro de la unidad del hombre y de la humanidad, operando con la fuerza del perdón, de la compartición y del conocimiento. Y cuando Jesús dice:  El que no crea, se condenará no es una amenaza religiosa sino una consecuencia espiritual y existencial. Quien no cree en Jesús, en el Jesús verdadero, en la Unidad y en la Armonía divina encarnada, será condenado porque no cree en la unidad y en la armonía sino cree, ama, se dedica totalmente, también a costa de la vida, en cualquier tiempo y lugar, a la división y a la separación. Cada injusticia es división, cada rabia es división, cada miedo, rencor, venganza, intolerancia, fundamentalismo, violencia, forma de dominio, poder, riqueza no compartida, calumnia es división y separación. Cada división y separación es una alianza con el Divisor, el Demonio.