En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Domingo 5 Junio 2022

Domingo de Pentecostes – Ciclo C

Palabra del día
Evangelio de Juan 114,15-16.23b-26

Hacerlo nada

Cuatro son las causas accidentales por las cuales puede suceder que una persona, a pesar de ver bien, no logre ver lo que tiene delante. Tener los ojos cerrados, un obstáculo que impide la visual, el estado hipnótico, la oscuridad. Estas las cuatro causas que impiden empíricamente a una persona sana ver lo que podría ver. Obviamente una vez descubierto que estas son las causas que pueden accidentalmente impedir a una persona la visión correcta de la realidad, para impedir de manera regular y controlada a las personas de ver la realidad que tienen delante a los ojos, basta transformar la accidentalidad de estas causas en un sistema organizado y minucioso.
El miedo y la confusión cierran los ojos, la ignorancia es el obstáculo más potente para el campo visual, la hipnosis apaga los ojos dejándolos abiertos, la oscuridad provocada por la ideología, magia, astrología es la ausencia de cualquier destello de luz de verdad y realidad.
Son los sistemas organizados de ceguera que Juan evangelista reúne en una palabra: el mundo. Juan identifica con el término mundo (Juan 14,17) a todo este sistema que obscura, organizado por la mano del príncipe de este mundo, Satanás, y por sus servidores.
Este es el mundo que Jesús mismo afirma que está en la más total imposibilidad de encontrar el Espíritu de la verdad, dice de hecho: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce (Juan 14, 17). Por esto vivir en esta imposibilidad de encontrar y conocer al Espíritu Consolador pone al mundo en un estado de absoluta postración a las tinieblas y falta más total de la más pequeña triza de Verdad en cada lugar del vivir humano.
Pero la cosa más extraordinaria y sutil, invisible y poderosa a la vez es comenzar a conocer y a entender que el objetivo de todo este proceso satánico no es volver ciega a la humanidad, no. El objetivo es mucho, mucho más audaz y mortal. Este sistema de ceguera organizada debe llevar a la humanidad a una ceguera de grado superior por un lado invencible: la verdadera ceguera es asegurar al hombre a las cadenas del conocimiento que no hay nada realmente nada por ver y por descubrir para nuestra felicidad.
Utilizar a Jesús para atemorizar y dar miedo, manipular a Jesús para mantener en la ignorancia, proponer a Jesús como hipnosis, alejar a Jesús de cualquier racional adherencia a la verdad ha sido un proceso potente con el único objetivo de convencer que en Jesús, en la Palabra del evangelio de Jesús, en la sapiencia del Espíritu no hay realmente nada por ver.
Esta es la ceguedad suprema.
Si Jesús es la Vía, la Verdad, la Vida y si en Jesús reside toda la sapiencia y la verdad de cada procedimiento útil para vivir de manera bella y plena esta vida terrenal – y Satanás sabe muy bien cuánto esto sea verdad – el objetivo supremo del mal no puede ser otro que convencer al mundo que en Jesús en realidad no hay nada por ver, nada de nada. Esta es la victoria del Maligno, convencer al mundo que Jesús es nada, es una nulidad sin significado, y paradojalmente es el mismo objetivo que tiene con respecto a sí mismo hacia el mundo. También con respecto a sí mismo el Maligno trata de convencer al mundo que él no existe, que es una presencia nula, inexistente, sin significados. En fin, nada por ver. El mismo procedimiento que funciona perfectamente sobre dos laderas opuestas.
Si Jesús es una nada, en él nadie cuenta para buscar la felicidad, si Satanás es una nada, de él nadie se cuida para combatirlo, y él puede actuar tranquilo. Esta es la victoria: el bien se vuelve nada y por lo tanto nadie lo ama, el mal se vuelve nada por lo tanto nadie lo evita.
Esta ceguera empuja al hombre ciego y confundido a buscar luz y verdad por todas partes menos en donde realmente están, en una batahola global e innombrable de esfuerzos, sufrimientos y desperdicio de toda beldad.
Por esto Jesús puede afirmar: dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán (Juan 14,19) Una vez convencidos los hombres que en Jesús no hay nada por ver, esta ceguera conduce al hombre a buscar la luz donde es tiniebla, belleza donde es masacre, paz donde es conflicto, gracia donde es vergüenza. Todo este proceso tan perfecto y organizado impide literalmente al mundo ver, conocer y recibir el Espíritu, pero al mismo tiempo tiene en el Espíritu su más potente antídoto.
Todo este proceso esfuma y se deshace en un instante en aquel que acoge, en aquel que acoge al Espíritu Consolador, lo acoge sin pensar, sin preguntar, sin asociar, sin razonar. Como cuando te dejas invadir por el perfume de un arbusto en flor que aún no ves. Acoges y te dejas llenar de la bienaventuranza y de la gracia imperiosa y sutil del perfumo. Acoges y crees. Crees e ves. Ves y amas. Amas y vives. Por siempre.