En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Jueves 4 Agosto 2022

Decimoctava semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Mateo 16,13-23

El Escándalo

Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá: ésta es la frase que expresa en palabras la manera de pensar, la orientación mental, el diálogo interior de Pedro. Si estas palabras, desde el punto de vista humano, revelan una amistosa, sana preocupación de Pedro con respecto a Jesús, una admirable sentido de cariñosa protección para que no le pase a Jesús lo que Jesús había predicho, con referencia a su propia pasión, matanza y resurrección, en realidad, desde el punto de vista divino, de la respuesta de Jesús, se deduce que la actitud mental de Pedro es muy grave, mucho más grave de lo que humanamente se pueda pensar.
La respuesta de Jesús no deja dudas, el verdadero escándalo es pensar según los hombres y no según Dios. Pero ¿qué se esconde de tan satánico – definición de Jesús – en la manera de pensar de los hombres, tan claramente ejemplificado por Pedro en esta ocasión?
Dios Padre ha pedido a su Hijo Jesús que se hiciera hombre y que bajara sobre la tierra, para revelar a toda la humanidad que él es el Mesías, el Hijo de Dios, el solo que posee la luz, la potencia, la autoridad de develar, en los procedimientos evangélicos, la manera de ser, de pensar y de hacer de Dios: el reino de Dios. Jesús ha bajado entre nosotros porque el hombre descubra otra vez y elija otra vez las olvidadas vías del amor y de la vida, de la compartición, de la unidad, del perdón, ha bajado entre nosotros para desatarlo del engaño de Satanás, que lo quiere llevar a la autodestrucción. Jesús ha bajado sobre esta tierra para que la humanidad, guiada y sostenida, defendida y consolada por la fuerza del Paráclito Espíritu, descubra y elija otra vez su propia dignidad y nobleza de hija de Dios, para una vida llena de paz, bienestar, salud y gozo. Esta es la voluntad de Dios Padre.
Sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte no es parte de la voluntad de Dios, sino es parte de la respuesta del hombre. El odio de los sacerdotes del templo y de los ancianos del pueblo, la masacre de la flagelación, la cruz y la muerte por sofocamiento de Jesús, nunca han sido, un solo instante, la voluntad del Padre celeste. Pero es cierto que el Padre celeste había pedido a Jesús, su amadísimo Hijo, que aceptara con amor e infinita ternura, perdón y compasión cualquier respuesta del hombre a su propuesta, incluso la respuesta más violenta, ingrata, arrogante e mortal. Es en esta respuesta de amor ilimitado, también bajo la humillación de la cruz y de la violencia de la muerte, que Jesús salva al mundo y ofrece su propia vida para la redención de muchos (Mateo 26,28). La voluntad del Padre pide, por amor, una respuesta precisa de Jesús a la respuesta del hombre, pero no tiene nada a que ver con la libre respuesta del hombre. El hombre habría podido responder a la propuesta de Jesús con las mismas palabras de Pedro:  Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, nadie se lo impedía, y todo habría sido diferente, maravillosamente diferente. El homicidio de Jesús no es voluntad de Dios Padre: pensar esto es el escándalo, es satánico. El homicidio de Jesús es la respuesta del hombre a Jesús, no la voluntad del Padre. La respuesta de Pedro, Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá, no es para nada en línea con la voluntad del Padre celeste, claro que no, y por eso está apostrofada por Jesús de manera dura y sin apelación. Dios no lo permita, Señor es como decir: Dios no debe absolutamente permitir la libre respuesta del hombre, si ésta fuera una respuesta violenta y mortal a la persona de Jesús. Es como ordenar a Dios la modalidad con la cual debe pensar, ser, moverse, elegir y decidir.
Pedro no se da cuenta para nada que, si Dios Padre no hubiera aceptado, con amor infinito cada respuesta violenta del hombre, la humanidad no estaría aquí discutiendo sobre eso.
Si Jesús de la cruz hubiera movido sólo una parte de su respiro contra nosotros o hubiera pedido a las filas celestes de ser defendido, ¿qué habría sido de todos nosotros?
Dios no lo permita es exactamente pensar mal de Dios, la manera peor y más solapada de pensar mal de Dios. Es pensar que, sólo porque Dios deja que se haga el mal, entonces se puede insinuar que Él es cómplice del mal, está de acuerdo con el mal, coopera con el mal. Es una manera de pensar completamente humano e inspirado directamente por Satanás.
En práctica, por el hecho de que la voluntad del Padre, por honor y respeto, nos deja libre elección de responder a su propuesta de amor con la violencia y con el mal, nosotros nos sentimos autorizados a considerarlo culpable y implicado en el mal.
Es absurdo. Es estúpido. Y como la estupidez no viaja nunca sola en la mente del hombre, Pedro estalla y proclama: Eso no sucederá, y aquí se añade a la estupidez el indefectible delirio de omnipotencia. Como si Pedro pudiera de alguna manera tener el control de la situación, control de la respuesta del hombre, control de la voluntad incalculablemente misericordiosa de Dios Padre, control de la ternura de Jesús, control de la belleza ilimitada de la fantasía del Paráclito Espíritu. Control del Amor.