En esta sección cada día es posible encontrar una reflexión sobre el Evangelio del Día.

Martes 8 Noviembre 2022

Trigésima segunda semana del Tiempo Ordinario

Palabra del día
Evangelio de Lucas 17,7-10

Hacerlo y hacerlo bien

La ignorancia ha vuelto todo extremadamente complicado y ha determinado la hegemonía de la casualidad y del caos en un mundo natural en el cual casualidad y caos no existen. Cuando se vive en la ignorancia y no se conoce cómo funciona una cosa o una realidad, cada maniobra es complicada y genera ansia, cada malfuncionamiento es considerado una maldición y genera sentimientos de culpa, cada funcionamiento normal es considerado fruto de la casualidad, cada éxito un éxtasis para la vanidad y el orgullo. Estamos tan acostumbrados a la miseria y a la ignorancia que lo mejor, la salud, el bienestar, la felicidad para nosotros es pura coincidencia, un golpe de suerte. Bosques, ríos, océanos, animales, galaxias y sistemas celulares crecen y se desarrollan en toda su complejidad entre millares de ecosistemas diferentes desde millones de años y hacen su parte de la mejor manera para ellos mismos, segundo a segundo, sin considerar una maldición el malfuncionamiento, una suerte el funcionamiento correcto, motivo de vanidad y orgullo el éxito del funcionamiento y sin esperarse el gracias de alguien. La ignorancia ha vuelto estúpido al hombre, tan estúpido, que el hombre transcurre toda la vida en competición y en competencia con alguien, tanto, que ya no conoce el juego y la diversión. Tan ignorante y estúpido que se afana, la mayor parte del tiempo de su vida, a alcanzar cosas que no pueden de alguna manera proveerle energía dedicada y alegría. Tan ignorante y estúpido que por toda la vida persigue las expectativas de los demás, maldiciendo por cada fracaso, edificando el castillo de la confianza en sí mismo sobre el polvillo anhelado de un gracias o sobre las piedrecillas brillantes de un signo de complacencia mendigado.
Conocer como funciona una realidad permite que todo pueda proceder de manera segura y confortable y todo es seguro y confortable cuando es esencialmente simple. El hombre vive aún sobre esta tierra en la más vil ignorancia y mortal involución y esto es evidente porque vive separado de la madre tierra, enemigo de la naturaleza, en oposición con sus ritmos y su armonía, vive y piensa de manera complicada, peligrosa, siempre de prisa, en competición, bajo el flagelo del ansia de desempeño y el lazo de las expectativas de los demás. Jesús afirma que para encender en el hombre el primer destello del conocimiento, el hombre debe dejarse inspirar hasta volverse consciente que, todo lo que la vida le pide y le ofrece, hay que vivirlo con lo mejor de sus potencialidades y capacidades sólo por el hecho de que la vida esto pide y esto ofrece. Jesús invita a hacer de la mejor manera todo lo que la vida nos pide y nos ofrece, sin jamás, absolutamente jamás, descender al plano de la competencia y de la competición, sin jamás esperarse un gracias, una sonrisa, un signo de complacencia. Jesús no desea que nos sintamos esclavos inútiles y simples máquinas ejecutivas, pero sus palabras duras y fuertes muestran la vía de la liberación de la ignorancia y del miedo. Jesús, para nuestra felicidad completa, para nuestro confort total desea que dejemos de vivir de rodillas en presencia de los dos más grandes monstruos obscenos, demoniacos, destructivos de la humanidad: el premio y la amenaza. Comprender que la vida es aquello que pide y es aquello que ofrece, sin más forzar y buscar, permite al hombre de levantar la cabeza, de dejar de postrarse ante las expectativas de los demás para mendigar un poco de complacencia, un gracias, una sonrisa de complicidad.
Sin esta comprensión quedaremos siempre en suspenso y ansiosos por la reputación, distraídos y entristecidos por los éxitos ajenos, preocupados por los adversarios, abatidos por los fracasos, inseguros y sospechosos por cada novedad. Jesús desea que aprendamos a vivir lo que la vida pide y lo que la vida ofrece con todas nuestras fuerzas sin esperarnos nada, porque sólo y sólo entonces tendremos el todo y el uno de la paz y del gozo, de la grandeza y de la simplicidad.